capitulo 10

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Sara y Franco recorrieron la distancia entre la camioneta de Juan hasta su casa de la misma manera en la que habían recorrido el largo trecho desde la habitación de hospital de Sarita hasta el exterior del edificio; cabizbajos, con el brazo de cada uno detrás de la espalda del otro, manteniendose en pie mutuamente.

El llanto de su pequeña hija los recibió en el instante en que entraron a casa. Sara no emitió palabra, y sin mirar a los ojos a nadie, tomó a Gaby de los brazos de Gabriela para intentar calmar su llanto. Subió a su habitación con Franco detrás de ella.

Gaby Reyes, ajena a lo que sucedía a su alrededor, siguió llorando hasta que Sara se sentó junto a ella en la cama, y con ayuda de Franco, pudo darle de comer.

—¿Prefieres que le prepare un biberón? —Propuso su marido—

Sara negó con la cabeza, y permitió que Gaby se alimentara a su gusto hasta que la propia niña decidió que era suficiente. Franco tomó a Gaby en brazos, y la ayudó a dormirse. Sin soltar a su hija, se dirigió al lado de Sara de la cama, y quitó el edredón para que su esposa se recostara.

Sarita le pidió que le entregara a la niña para que él pudiera acostarse junto a ellas.

Les esperaba un enorme tormento. Sabían que mañana deberían enfrentar una situación que ningún padre desea atravesar, y no tenían la menor idea de como lo harían, pero en ese momento, no deseaban lamentarse por nada, solo querian sentir el calor del pequeño cuerpo de su beba junto a ellos, permitir que aquel ser diminuto pudiera sanar al menos un poco sus corazones.

Habían soñado durante nueve meses con ser tres, incluso por momentos les había parecido que era el numero perfecto. Pero luego de haber descubierto lo hermoso que era ser una familia de cuatro, ser solo tres en su cama les parecia una tortura.

Habían planeado su vida como tres, y ahora les era imposible imaginarse viviendo esa vida que llevaban tanto tiempo planeando. Solo podían verse a si mismos como una familia de cuatro integrantes.

Y aunque Felipe no estaría ahí para ocupar su lugar, ambos sabían que igualmente se lo darían. Aunque el mundo los tratase de locos, mantendrían vivo el recuerdo de su hijo en cada oportunidad que se les presentase.

Sara fue la primera en caer completamente dormida junto a Gaby, que descansaba sobre el pecho de su mamá. Franco no podía conciliar el sueño, y no sabria cuando podía hacerlo.

Mientras observaba a su esposa y su bebé durmiendo, se juró a si mismo que las protegeria de la manera en la que no pudo proteger a su primogénito.

Debía ser fuerte por ellas, debía ser el pilar de su esposa e hija, intentar que fuesen tan felices como la ausencia de Felipe les permitiera.

(...)

—No fue una pesadilla

Las palabras de Sara parecían una pregunta, aunque no lo eran, simplemente eran una afirmación. Al despertar, y ver a Franco de pie frente a ella meciendo a Gaby, recordó la eterna pesadilla en la que debería vivir de ahora en más.

—Cuando desperté, por un segundo crei que todo había sido un mal sueño —Confesó su marido—

—Pero no lo es —Sara logró esbozar una sonrisa melancolica a la vez que una lágrima bajaba por su mejilla– ¿Quieres que le dé de comer? —Preguntó señalando con la cabeza a Gaby—

—Tu mamá me ayudo a prepararle un biberón, está bien.

—¿Siguen todos abajo?

Franco asintió.

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