Serendipia

capitulo 20

Dos semanas.

Dos semanas en las que Franco no había podido casi pegar ojo.

Dos semanas en las que agradecia cada dia haber escuchado el consejo de su familia.

La angustia lo estaba volviendo loco. Habían contratado a un detective muy bueno, recomendado por el comisario, quien a pesar de que no debería haberle dejado a Franco entrometerse en la búsqueda, antes que el comisario de San Marcos, era conocido de la familia Reyes Elizondo y muy buen amigo de Oscar, por lo que no pudo negarse cuando los hermanos se presentaron en su oficina a pedirle ayuda.

El detective en cuestión no había dejado de buscar. Franco y Oscar le habían relatado con lujo de detalles el peor dia de sus vidas, aquel en que habían perdido a Felipe.

Con todos los datos que tenia, comenzó su investigación, intentando llegar al fondo, investigando a cada persona que hubiera trabajado en ese hospital, era un caso difícil, pero no imposible. Franco le había asegurado que no le importaba los recursos y dinero que necesitara, lo proveerian de todo para que pudiera trabajar de la mejor manera. Pero pasadas dos semanas, no había ningún avance.

Estaba convencido de que había tomado la mejor decisión al ocultarselo a Sarita. Si él mismo no podía soportar la situación en la que se encontraba, mucho menos podría haberlo hecho su esposa. De dia vivía angustiado esperando una llamada del detective, mientras de noche, lo atormentaban sus pensamientos, casi todas las noches tenia pesadillas sobre donde estaria su hijo.

Si estaria vivo, donde, con quien, si lo tendrían bien cuidado, si estaría pasando alguna necesidad. Pero también tenia pesadillas sobre que pasaria si finalmente descubria que toda aquella investigación era en vano, si solo acababa descubriendo que la policía no había hecho más que ilusionarlo y realmente su bebé llevaba años fallecido.

Algo en su corazón le decía que nada seria en vano, algo lo empujaba a seguir buscando, Oscar solia decirle que seguramente su corazón sabia que Felipe estaba en algun lugar aguardando a que lo encontraran, pero cada dia Franco estaba más seguro de que solo se trataba de esa esperanza que nunca había logrado apagarse en cinco años.

Solo podía esperar que aquel tormento acabase pronto, asi el desenlace de aquella búsqueda no fuese el que él esperaba.

Mientras los días de Franco se había vuelto un infierno, Sarita estaba más sonriente cada minuto que pasaba.

Gaby parecía haberse olvidado por completo su pequeña obsesión de dos días sobre los mellizos, por lo que no había tenido que preocuparse más por eso.

A la hacienda le iba cada dia mejor, a pesar de que ella no estuviera al mando como solia hacerlo, y sus días en la ONG eran cada dia mejores. Había conseguido concretar la adopción de un bebé y eso la llenaba de felicidad, además, desde la llegada de Tomás y Felipe al centro, ambos niños la tenían ocupadísima y no dejaban lugar en su cabeza para malos recuerdos o pensamientos.

Había descubierto que a pesar de su situación, Tomás era un niño muy inteligente, que disfrutaba ayudar en todo lo que pudiera, iba detrás de los adultos preguntando sobre todos los aspectos del centro.

Mientras tanto, Felipe había comenzado a soltarse de a poco, aunque los primeros días no quería hablar con nadie que no fuese Sara, fue imposible que no se llevara bien con el resto de las personas que trabajaban allí, al fin y al cabo, solo buscaban ayudarlo.

Sarita había notado muchos parecidos entre ella y el niño, Felipe disfrutaba leer al igual que ella de niña, aunque lo hacia con más dificultad debido a su nula escolarización, siempre podía verlo con algún libro de cuentos en la mano. y en los últimos días, había notado que el niño no comía los mismos alimentos que ella odiaba, eran cositas casi insignificantes, las cuales atribuyó a la enorme cantidad de tiempo que ahora pasaban juntos. Gaby era una niña cada vez más independiente que adoraba pasar tiempo en casa de sus amigas o de visita en el centro de modas de su tia Jimena, por lo que Sara solia pasar cada minuto libre que tenia con los dos pequeños que habían logrado instalarse en su corazón.