capitulo 36

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A la mañana siguiente Franco y Sara se reunieron nuevamente con sus hijos en la puerta de una hacienda vecina donde se llevaría a cabo una pequeña fiesta con los hacendados más importantes de la región, los Reyes Elizondo claramente no podían quedar fuera

Felipe y Gaby saltaron a los brazos de sus papás en cuanto los vieron, ignorando la tensión que aun se podía percibir en el matrimonio.

—¿Como la pasaron con la tia Norma y el tio Juan? –Preguntó Sarita acariciando el cabello de Felipe–

–¡Super! La tia Jimena me dejó jugar a la modista—Contó Gaby a la vez que su papá la subia encima de sus hombros—

—¡Y el tío Oscar nos contó historias de terror!

Gaby se abalanzó un poco hacia su hermano para darle un golpe al escuchar que Felipe admitia que habian escuchado historias para nada apropiadas para su edad

—Creo que tendré que tener una seria charla con su tio —Dijo Sara negando con la cabeza—

El resto de la familia se les unió rápidamente. Ingresaron a la finca y mientras los adultos saludaban a todos los presentes, Felipe, Gaby y Juan David corrían por todos lados con los demás niños presentes. No era habitual que Franco y Sara llevasen a Gaby a eventos aburridos llenos de hacendados, pero la pequeña si que conocía a algunos de los hijos más pequeños de los vecinos y no tardó en presentarles a su hermano para que este pudiera hacer amistades

Sara y Franco intentaron mantener una apariencia tranquila frente a los demás, pero la tensión entre ellos era palpable. Se movían por el evento con una distancia sutil, evitando contacto visual directo y hablando en tono cortante solo cuando era necesario.

Sara estaba en una conversación animada con su mamá, sus hermanas y algunas amigas, hablando sobre la feria de caballos que había acontecido el dia anterior. Aunque intentaba mantenerse enfocada en la conversación, de vez en cuando lanzaba miradas furtivas hacia Franco, quien estaba en la distancia, hablando con otros hacendados, seguramente sobre la pequeña demostración que habria más tarde en ese mismo evento. Cada vez que sus miradas se cruzaban, ambos parecían rápidamente desviarlas, evitando cualquier situación que implicase hablar de lo ocurrido la noche anterior.

Aunque ambos intentaban aparentar normalidad, la distancia emocional entre ellos seguía siendo evidente, y ninguno de los dos parecía encontrar una respuesta certera sobre lo que les sucedía.

El amor entre ellos seguia intacto como el primer dia y la prueba de eso había sido la noche anterior. Pero todos los problemas, discusiones, desconfianza, que llevaban semanas atormentandolos, parecían haber hecho mella en su relación.

Ambos sabían que debian encontrar el momento para hablar con claridad, pero tal vez era la terquedad, o la experiencia de discusiones pasadas, lo que los hacia temer de meter la pata más al fondo y empeorar las cosas.

Mientras la tarde avanzaba en el evento en la hacienda, la emoción crecía mientras se acercaba el momento de algunas demostraciones. Estas tenian un caracter unicamente de entretenimiento.

Los hacendados solian realizarlas para entretener a los invitados en sus fiestas, o para demostrar más a fondo las habilidades de algún ejemplar que deseaban vender y no habían podido exhibir como les hubiese gustado en la feria.

Los caballos, adornados con sus mejores monturas y bridones, daban vueltas en círculos, mostrando su elegancia y destreza.

Sara llevó a sus hijos a la primera fila acompañada de su familia. Algunas de las amigas que ella y sus hermanas tenían en común seguian felicitandola por la victoria que Franco había obtenido el dia anterior. Normalmente era ella quien se encargaba de las competencias y demostraciones, por lo que ver a Franco en un papel que normalmente no desempeñaba despertaba especial entusiasmo en sus amistades y colegas

Franco estaba en el centro del campo, rodeado de otros hacendados, preparándose para su turno, bromeando junto a sus pares mientras le daba los últimos toques a su montura. El animal, igualmente bien preparado, estaba impaciente.

El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo con tonos dorados, y el evento estaba en su apogeo. Las cabalgatas eran impresionantes. Los animales siendo el centro de atención de la jornada. Cuando llegó el turno de Franco, la familia Reyes Elizondo vitoreó emocionada, en especial los dos pequeños delante de Sarita, que disfrutaban ver de su papá demostrando su talento.

Franco se montó en su caballo con agilidad, comenzando su demostración con precisión y habilidad. Cada paso y cada movimiento estaban ejecutados con perfección, algo digno del esposo de Sara Elizondo, la mejor maestra que él habria podido tener.Justo cuando parecía que Franco estaba a punto de mostrar su mejor actuación, un estallido inesperado rompió la armonía del evento.

El sonido de disparos resonó en el aire, e hizo que todos en el campo se detuvieran de golpe. Los caballos comenzaron a relinchar y a correr nerviosos, y la gente se lanzó al suelo en busca de protección. Sara, con ayuda de sus cuñados, quitó a Felipe y Gaby del medio, protegiendolos junto a Juan David, con todos los adultos alrededor de ellos.

De fondo se escuchaba una discusión a la que Sara poca atención prestó, concentrada en buscar con la mirada a Franco.

Lo vio en el centro del campo, su caballo relinchando descontrolado mientras él caía al suelo, herido. Nisiquiera alcanzó a ver el momento en que una bala que el verdadero destinatario logro esquivar, lo alcanzó.

La visión de Franco en el suelo, con una herida visible en su costado, hizo que un grito de pánico escapara de sus labios.

—¡Franco!

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