capitulo 22

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Lo primero que escuchó Sarita al despertar fueron los molestos sonidos de las maquinas del hospital que tanto odiaba.

—¡Por fin despiertas, bella durmiente!

Al abrir los ojos, lo primero que vio fue a su amigo Leandro, sonriendole.

Sarita abrió los ojos sorprendida cuando estuvo plenamente conciente del lugar en el que se encontraba, su mano derecha se posó instintivamente sobre su estómago.

—Tranquila, está todo bien —La tranquilizó su amigo entendiendo la preocupación de la castaña— Franco dijo que afortunadamente Don Martin te sostuvo como pudo y no caiste al suelo.

Sara suspiró aliviada. Si algo le sucedía a su hijo, no se lo perdonaría nunca, ni a ella por no mantener la calma, ni a su familia por ponerla en tal situación.

—¿Que haces aqui? —Preguntó sentándose en la camilla-

—Llegué esta mañana, estaba instalandome cuando Jimena llamó y me rogó que viniera, supuso que no querrías ver a nadie.

—Supuso bien —Dijo cruzándose de brazos—

—Oscar y Franco se encargaron de contármelo todo. Créeme que ya les canté sus cuatro verdades a esos dos.

—¿Gaby? –Preguntó la castaña cambiando de tema–

Lo ultimo que necesitaba era seguir hablando de la traición de su familia. Tan solo de recordarlo le dolia el corazón.

—Está en casa con tu señor esposo. Franco insistió en quedarse aqui pero le dije que era inutil.

—No sé si voy a poder mirarlo a la cara después de...

Sara no terminó de decir la frase, algo más importante se cruzo por su cabeza cuando estaba pensando en lo que diría.

—Felipe —Susurró en un tono casi inaudible–

—¿Qué? —Preguntó Leandro, visiblemente confundido—

Sara no respondió, pero en su rostro se veía que estaba pensando algo, especificamente, en alguien.

Hacia tan solo unas horas, tan concentrada en recriminar a su esposo y al resto de su familia, no había podido detenerse siquiera a pensar en lo que su descubrimiento significaba.

Pero ahora que pensaba con mayor claridad, una idea tan loca como lógica se le cruzó por la cabeza, sonrió ante la posibilidad.

—Me estás asustando —Admitió Leandro al ver como el enfado de Sara había sido reemplazado por una sonrisa—

—Necesito hacerme una prueba de ADN —Dijo ignorando a su amigo—

—Lo que necesitas es ir a tu casa, gritarle sus cuatro verdades a mi amigo Franco, y luego hablar con él de manera civilizada.

Sara negó con la cabeza de inmediato.

—¿No te das cuenta? —Preguntó ella— Mi bebé está vivo, y estoy segura de quien es.

—Sarita...

—Ese niño

—¡Que ni se te ocurra decirlo!

Leandro no necesitaba que Sara acabara la oración, sabia perfectamente de qué niño hablaba, y debía admitir, que su amiga había demorado más de lo que él creia en ilusionarse. Desde el momento en que Sara le contó por teléfono sobre el pequeño, Leandro sabia que llegaria el momento en que Sara creería que podría tratarse de su bebé.

—Felipe es mi hijo.

—Ay mi niña —Se lamentó Leandro sentandose en el borde de la camilla— Sé cuanto te duele la mentira de Franco y créeme que me encantaria creer que lo que dices es cierto, pero ambos sabemos que las posibilidades de que tu bebé esté vivo son casi inexistentes, no te hagas mas daño.

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