capitulo 12

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El pequeño de cinco años intentaba seguirle el paso a sus dos amigos quienes intentaban alejarlo lo más rápido posible del único lugar que Felipe conocía como un hogar

—¡Mateo, para!

El mayor de sus amigos detuvo su marcha y se volteó para mirarlo. Le llevaba varios pasos de distancia, debido a su gran diferencia de edad.

–Felipe, apresúrate. Debemos irnos

—No quiero dejarla sola

Su amigo suspiró. Aquello seria más difícil de lo que creia.

—Ya no podemos regresar, Fel.

—¿Se va a quedar allí?

Ni siquiera había tenido tiempo de despedirse. Todo había pasado tan deprisa, que solo había podido tomar algunas cosas de su cajón antes de que su amigo Mateo lo sacara prácticamente arrastrado de su hogar.

Mateo escaneó el lugar antes de arrodillarse frente a Felipe

—Si alguien te encuentra, estás perdido. Los adultos son malos, Fel.

Felipe no dudaba de lo que le decía su amigo, porque era lo mismo que su mamá había repetido hasta el hartazgo; no podía confiar en nadie.

Las únicas personas que Felipe había conocido en su vida además de la mujer que lo cuidaba, y que el había adoptado la costumbre de llamarla mamá, eran sus amigos Tomás de once años, y Mateo, de dieciocho. Tambien había vivido con un matrimonio que se había hecho cargo de él y su mamá Ariadna, pero habían fallecido hace tiempo y Felipe solo les recordaba por las pocas historias que ella le había contado.

El mundo del pequeño de cinco años se limitaba a la diminuta casa alejada de cualquier barrio o pueblo, casa en la que había tenido que dejar a la persona que más amaba cuando esta dejó este mundo por razones que el desconocía, y que su amigo Mateo no había querido explicarle.

—Me voy a encargar de ella –Prometió Mateo con una sonrisa— pero si alguien se entera de tu existencia, te llevarán a un lugar muy malo

Felipe miró a su otro amigo en busca de una explicación

—El orfanato —Dijo simplemente Tomás—

Felipe abrió los ojos sorprendido y negó con la cabeza. Había oido suficientes historias de ese lugar del que habían escapado sus amigos, era un lugar horrible, donde maltrataban niños, y eras suertudo si lograbas escapar.

No quería arriesgarse a que pudieran llevarlo allí.

—No quiero ir a ese lugar—

—Nadie quiere –Afirmó Mateo— tienen que llegar al pueblo más cercano, San Marcos. Está como a una hora, derechito por ese camino—Señaló un camino detrás de ellos— Hay muchos chicos que pueden ayudarlos, yo me aseguraré de que Ari esté en buenas manos e iré con ustedes—

—¿No podemos esperarte aqui?

—No, en cuanto vean tus cosas en esa casa comenzarán a buscarte. Debes huir.

Felipe asintió. No tenia motivos para desconfiar de sus amigos, pero si razones de sobra para desconfiar de la policía. Tomás tomó su mochila para que él no se cansara tanto, y juntos comenzaron a caminar por el camino que les había indicado el mayor de los tres

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—Gaby! mi amor, ya levantate

Sarita dejó escapar una pequeña risa al oir el quejido de su hija detrás de la puerta. Ingresó a la habitación para encontrarse con Gaby boca arriba, con una de sus almohadas encima de su cabeza

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