capitulo 35

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El trayecto de regreso a casa se sintió interminable. cargado de una tensión palpable que ninguno de los dos podía ignorar.

Felipe y Gaby los habían convencido de pasar la noche en casa de Jimena y Oscar, por lo que no les había quedado más opción que regresar a casa los dos solos.

El silencio en el coche era denso, muy atrás había quedado la normalidad que habían logrado fingir con aquel beso durante las primeras horas de la tarde.

Los celos que ambos habían sentido a lo largo del dia regresaron a ellos, en especial cuando al despedirse de sus hijos, Guillermo se había aparecido para despedirse de Sarita y Felipe.

Al entrar en la casa, Sara se quitó el abrigo, estaba claramente irritada. Franco, con una expresión tensa, dejó las llaves sobre la mesa del vestíbulo.

—Fue muy descortés la manera en la que trataste a Guillermo hoy–Reclamó Sarita dejando su bolso encima de la mesa de la sala—

Franco tuvo que aguantarse la risa.

—¿Descortés? ¿Ese tipo acapara toda la atención de mi familia en un dia importante y yo soy descortés?

Sara lo miró con los ojos entrecerrados, sin entender el comportamiento tan cambiante de Franco

—Eres un exagerado, solo fue para ver a Felipe un rato.

Sara comenzó a subir las escaleras mientras se quitaba los pendientes, Franco la siguió.

—Un rato –río Franco– No se les despegó en toda la tarde, ¿Como se supone que cree un vinculo con mi hijo si ese tipo no se les despega?

—Esto no se trata de Felipe y su vinculo contigo.

La castaña abrió la puerta de su habitación, ingresó en la alcoba con Franco justo detrás de ella.

—Si, se trata de Felipe y de ti. Se suponía que este iba a ser un dia maravilloso para los cuatro, esperaba poder pasar un lindo dia como no le hemos hecho en mucho tiempo y tu amigo no hacia más que robarte a ti y a Felipe para él

En el fondo, Franco no sabia si realmente se trataba de su vinculo con Felipe, pero claro que había algo de eso, todo lo que ese tipo hacia le molestaba, especialmente cuando estaba cerca de su esposa.

—Pues no te vi demasiado afligido por eso cuando te llevaste a nuestra hija para hablar con una desconocida —Retrucó, dándose la vuelta para enfrentar a su marido—

—¿De qué mujer hablas?

—No te hagas el tonto, la amazona que estaba demasiado cerca de ti y de Gaby.

Su conversación con Valeria había sido tan poco relevante, que por un momento había olvidado su existencia y que Sara la había visto.

—Esa mujer ni siquiera estaba interesada en hablar conmigo, estaba encantada con nuestra hija y su atuendo. Y si, Gaby y yo la acompañamos un rato porque tú estabas demasiado ocupada con el famosísimo Guillermo

Sara alzó las cejas sorprendida. El tono de Franco la desconcertaba. Se suponia que estaba intentando reclamarle por permitir que Felipe pasase demasiado tiempo con Guillermo pero de un momento a otro el reclamo era porque ella pasaba tiempo con su amigo

—¡No intentes hacerme una escena de celos, Franco Reyes! —Le advirtió, señalandolo acusatoriamente—

¿Ella le estaba haciendo una escena de celos mencionando a la tal Valeria? Claro.

Pero no creia haberle dado razones a Franco para hacer lo mismo.

Franco se acercó más a ella, con una sonrisa burlona en el rostro. Solo un par de centimetros separaban los rostros de ambos

—¿No es lo que tu estás haciendo? ¿Por qué yo no puedo hacer lo mismo?

Tal vez había sido más obvia de lo que creia.

—¿Yo? ¿celarte a ti? Jamás. –Dijo Sara con una mirada desafiante–

El tipo de mirada desafiante que a Franco lo volvia loco

En un movimiento impulsivo, Franco inclinó su cabeza y sus labios encontraron los de Sara en un beso apasionado. La discusión y la frustración se disolvieron en ese instante en que sus bocas se conectaron. Sus brazos se envolvieron el uno al otro, acercándose más, como si el beso fuera la única respuesta a sus inseguridades.La habitación pareció desvanecerse.

El beso entre ellos se intensificó, sus labios moviéndose con urgencia. Sarita sintió el calor de Franco contra ella, sus manos acariciando su espalda con ese toque tan caracteristico y subiendo lentamente hasta su cuello, haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo. Ella respondió envolviendo sus brazos alrededor de su cuello, acercándolo aún más, como si no pudiera soportar la distancia entre ellos.

Se separaron apenas un poco, mirándose a los ojos. Franco acarició el rostro de Sara con ternura, sus pulgares trazando suavemente sus mejillas.

Se habían extrañado tanto, que en ese momento se olvidaron de cualquier discusión.

El beso que siguió fue más suave. Se tomaron un momento para simplemente sostenerse el uno al otro, Sara apoyó su cabeza en el hombro de Franco, sintiéndose segura y amada, obteniendo en ese contacto todo el apoyo que ambos habían necesitado del otro en los momentos en los que se la habían pasado discutiendo.

La tensión entre ellos se disolvió como por arte de magia y se transformó en una pasión renovada.

Siempre habían funcionado mejor cuando decían estar enfadados.

Franco deslizó sus manos por la espalda de Sara, bajando lentamente, mientras ella se estremecía bajo su toque. Sin romper el beso, Franco comenzó a guiar a Sara hacia la cama matrimonial.

Las manos de la castaña exploraron el pecho de Franco, desabotonando su camisa con lentitud, deseando que el tiempo dejase de correr. Él deslizó su mano por debajo de la blusa de Sara, sintiendo su piel suave y cálida contra la suya.

Franco besó el cuello de la castaña, arrancando pequeños suspiros de ella. Las barreras que los habían separado se desvanecieron por completo, dejando sólo el deseo y el amor que compartían. Sus caricias se volvieron más atrevidas, más demandantes. Franco se inclinó hacia adelante, susurrando inconsientemente palabras de amor en el oído de Sara, mientras ella se arqueaba hacia él, deseando más.

Las manos de Franco se movieron con habilidad, explorando cada curva del cuerpo de Sara, mientras ella respondía con la misma pasión. Sara deslizó sus manos por el torso de Franco, disfrutando de la firmeza de sus músculos bajo sus dedos.

Finalmente, Sara y Franco se dejaron caer en la cama, sus cuerpos entrelazados, entregándose completamente el uno al otro.

Los gemidos suaves de Sarita llenaron la sala, mezclándose con los susurros apasionados de su marido. El tiempo parecía detenerse mientras se perdían en el placer del momento, el mundo exterior desapareciendo por completo.

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