capitulo 37

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Ignorando los gritos de sus hermanas, y solo volteando a ver a su familia para asegurarse de que sus hijos seguian a salvo detrás de sus cuñados, quienes ya se los estaban llevando lejos del epicentro de la balacera.

—¡Franco! –Volvió a gritar tirándose en el suelo al lado de su marido–

Busco desesperada el lugar donde la bala había dado, suspiró aliviada al notar que no era una herida grave, pero de igual manera hizo presión en su brazo hasta que la ambulancia llegase al lugar.

Que Franco estuviera inconsciente no ayudaba a tranquilizarla, pero era de esperarse luego del golpe que su cabeza había dado contra el suelo.

A través de las lagrimas que comenzaban a brotar de sus ojos, Sarita alcanzó a ver a varios metros al dueño de la hacienda discutiendo con un grupo de hombres que tenían pinta de cualquier cosa menos de gente decente. Estos le apuntaban con varias armas, listos para disparar en cualquier instante.

—¿Como está? —Sintió a Juan arrojarse a su lado e inspeccionando la herida de su hermano–

—No.. no sé –Respondió Sarita angustiada– Juan, hay que sacarlo de aqui antes que vuelvan a comenzar un tiroteo.

Su cuñado no demoro un segundo en tomar a su hermano en brazos y guiar a Sara a que fuese delante de ellos. Salieron de la arena rápidamente y Juan llevó a Franco a un costado donde otro de los hacendados heridos injustamente descansaba a la espera de la ambulancia.

La cual llegó milagrosamente al mismo tiempo que la policia... en el instante en que se desataba un nuevo tiroteo en dirección al Hacendado Gimenez, que esta vez no tuvo tanta suerte esquivando los disparos.

Franco abrió los ojos solo para volverlos a cerrar de inmediato, emitiendo un quejido al sentir que la luz blanca encima de él lo cegaba.

—¿Franco? —dijo Sara con voz temblorosa— mi amor

Volvió a abrir los ojos, está vez con lentitud, encontrándose con la hermosa sonrisa de su esposa, que al verlo despierto, se abalanzó cuidadosamente sobre él para llenar su rostro de pequeños besos.

—¿Que pasó? –Su voz sonó rasposa y débil cuando trató de hablar, pero Sara le hizo un gesto para que se calmara.Comenzó a explicarle lo que había sucedido mientras pasaba una mano por su cabello.

—Unos antiguos socios de Gimenez aparecieron en la fiesta para ajustar cuentas con él. A ti y al hacendado Ramirez los alcanzaron un par de balas que iban dirigidas a él. —Le informó Sarita, el enojo apoderandose de ella al recordar el mal momento que les habian hecho pasar— ¡No puedo creer que ese tipo nos pusiera a todos en peligro!

Franco asimilaba la información lentamente, su mente tratando de hacer sentido del caos de la tarde. A pesar del dolor, su preocupación se dirigió hacia su familia.

—¿Los niños?

—Afuera, con mi mamá. Estamos todos bien —Le aseguró– Incluso tú, no fue una herida grave, por fortuna.

Franco suspiró aliviado.

—Aunque por un momento creí lo contrario

Sara mantuvo la mano de Franco firmemente entre las suyas mientras él trataba de acomodarse en la cama.

—Franco —empezó con voz temblorosa—, cuando te vi caer, herido, sentí tanto miedo...pensé que podría perderte en ese instante

—Hemos tenido tantas discusiones en las últimas semanas —continuó ella, su voz quebrándose ligeramente—. Y pensar que podríamos haber terminado en esto, peleados... me maldije una infinidad de veces pensando en que podías irte creyendo que seguia enfadada contigo

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