capitulo 30

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—No sé cómo vamos a decirle a Gaby.

La voz de Sarita rompió el silencio.

Franco apartó la vista del camino para observar a su esposa. Sara tenia el codo apoyado contra la puerta del auto y su cabeza descansaba sobre su mano, la vista fija en el camino.

—Es tan pequeña—Siguió– ¿Cómo le explicamos que tiene un hermano gemelo que nunca ha conocido y del que nunca le hablamos?

—Gaby es inteligente y perspicaz —Le recordó Franco buscando entrelazar su mano con la de sarita, esta no se apartó al sentir el contacto— Estará encantada de tener con quien jugar. Además, ¿Felipe no le cayó bien el dia en que se conocieron?

El recuerdo de aquella noche en que Gaby se perdió tomaba otro tono ahora. Seguia angustiandole el haber estado a punto de perder a su niña, pero cuando Franco mencionó el incidente no pudo evitar sonreir pensando en sus hijos juntos y especialmente en que Felipe sin saber de su parentesco con Gaby, había corrido sin dudar en su auxilio.

—¿Y como se lo vamos a decir a él? —Sara preguntó volteando a mirar a su esposo—

Al voltear, Sara notó que Franco tenia los ojos aun rojos. Su esposo no había parado de lagrimear desde que salieron del lugar y aunque ella se había ofrecido en conducir él había insistido en hacerlo.

—¿A Felipe?

Ella asintió.

—No pienses demasiado en ello. Te adora y estoy seguro que en cuanto lo sepa querrá venir a la casa.

—Tambien te adorará en cuanto te conozca

Franco sonrió, pero no respondió. Solo pudo pensar en que al mismo tiempo en que Sara se había convertido en una figura materna para Felipe, el nuevo amigo de Sara había sido quien se había convertido en la figura paterna de su hijo.

Tenia que esforzarse en ganarse el cariño de su hijo. Y necesitaba la ayuda de Gaby.

Al cabo de unos minutos ya estaban de regreso en la hacienda. Sara miró a Franco y observó que este tenia la mirada perdida en los predios que se veian a lo lejos detrás de la casa. No necesito preguntarle para saber que en su cabeza estaban pasando las mismas imágenes que habían pasado por su mente algunas horas antes.

La hacienda Meraki lucia más colorida y viva que nunca ahora que estaba a punto de recuperar a uno de sus habitantes, uno que no había tenido la oportunidad de habitarla pero que igualmente pertenecia a ese lugar.

—Hay que comprarle un potrillo –Mencionó Franco apartando la mirada de la hacienda— El más bonito que podamos conseguir

—¿Más bonito que el de Gaby? Tu hija jamás lo permitiría, pasó horas escogiendo a Caramelo —Recordó Sara riendo—

Se miraron a los ojos, compartiendo por segunda vez en el dia, un momento intimo luego de semanas de sentirse más lejos que nunca. Finalmente, Franco abrió la puerta del auto y salió, caminando alrededor para abrir la puerta de Sara. Juntos, tomados de la mano, se dirigieron hacia la casa

Las risas de Gaby resonaron en sus oidos en cuanto cruzaron la puerta de entrada.

Un mismo pensamiento cruzó las mentes de ambos; pronto serian recibidos por dos risas igual de escandalosas.

La vista que los recibió les arrancó una sonrisa. Gaby estaba en la cocina con Irene, ambas cubiertas de harina y riendo mientras decoraban galletas con glaseado de colores. La pequeña levantó la vista y corrió hacia ellos con entusiasmo.

—¡Mami, papi! — exclamó Gaby al verlos, corriendo hacia ellos con una galleta en la mano —¡Miren lo que hicimos! Irene me enseñó a hacer galletas! —

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