- NEGACIÓN -

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Me tenía fundida en un cálido abrazo sintiendo su aliento en mi pecho; en mis recuerdos no existía un abrazo como este; la verdad es que no.

Clarificaba mi mente en un intento por asimilar, que de esta manera se siente tener una verdadera y consensuada relación sexual. Así es como cualquier persona normal disfruta esta sensación de libertad y de plenitud junto a alguien más.

No pude elegir un mejor hombre para que me acompañara en este descubrimiento.

Si esto fuera una habitación del bar, y él uno de los pocos clientes a los que digo "si", seguro ya lo estaría echando; es fácil para mí finalizar un encuentro así, siendo yo quien ordenaba lo que se hacía y lo que no.

Pero esto es completamente distinto, me siento vulnerable y tímida, quiero ronronear en su pecho y quedarme toda la noche abrazada a él, pero ni siquiera sé como ponerme de pie, ni que decir.

La bioquímica en mi cuerpo estaba disparada; no creo que exista droga que se le parezca, y sin dudar, sé que podría hacerme adicta a esto por el resto de mis días.

En cuanto él siente mi primer movimiento para separarnos, su rostro busca el mío; estoy sobrecogiéndome ante lo adorable de sus ojos desde este ángulo, siempre cuidadoso y preocupado.

–¿Cómo estás? – me preguntó usando el mismo tono que en terapia, pero era lógico, estábamos dentro de una.

–Bien. – más que bien diría yo.

Mi rostro de satisfacción me delataba cuando trataba de pararme, me tomó de la cintura y me sentó junto a él dejando mis piernas sobre las suyas, creo que no quería que me separara por completo, y yo tampoco, así que aproveché para espiar de cerca su cuerpo desnudo.

–Lo hiciste Aysel, lograste vencer tu miedo. – me hablaba con voz tenue, orgulloso y feliz.

–Entonces... ¿Es así como se siente?

–¿Qué cosa? – me preguntó inclinando la cabeza para quedar frente a la mía.

Me encogí en hombros. –El sexo. – ambos sonreímos.

–Si Aysel, así es como siempre lo debes sentir de ahora en adelante... – me miraba fijamente – ...no te permitas menos que esto.

Un largo y amplio suspiro se me escapó. –No, nunca. – me hacía la promesa de disfrutar mi sexualidad muy enserio.

––¿Puedo preguntarte algo? – su tono seguía siendo el del terapeuta inglés.

–Dime.

–Siéntete libre de no responder si te hace sentir incómoda, ¿de acuerdo? – era imposible, él siempre me hacía sentir en confianza.

–Claro. – no había nada que no le pudiera responder.

–¿Cómo manejas todo esto en tu trabajo? – era normal que tuviera mil preguntas sobre ese tema, una bailarina y prostituta que no puede tener una relación normal era raro, así que me dispuse a explicarle.

–En el bar, hay una versión mía muy dominante que me ayuda a sobrellevar todo esto. – comencé a narrar y él escuchaba atento apenas a centímetros de mi rostro.

–Si, la he visto. – arqueó la ceja.

–Muchos hombres pagan solo por mi compañía para escucharlos hablar por horas, sin necesidad de quitarme una sola prenda. Normalmente quien solicita un servicio conmigo, es porque sabe que dentro de la habitación el control es mío, y eso parece excitarles mucho.

Cuando me siento cómoda y sé que va a seguir paso a paso mis instrucciones, hay un ritual lento para ir quitándome la ropa; dependiendo de su nivel de excitación, todo termina en que ellos me vean masturbarme, o mejor dicho "fingir que lo hago".

𝐑𝐄𝐒𝐈𝐋𝐈𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀 -  Psic. QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora