- GATITA -

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Luna maúlla cerca de mí, mientras espero a Joseph en el auto con los latidos del corazón a mil en mi pecho. Ella vio a esa persona y estoy segura de que me lo está contando todo, sin embargo mis habilidades felinas no dominan aún su lenguaje.

—Lo sé, lo sé... quisiera poder entenderte, pequeña. — le acaricio su pequeña y peluda cabecita.

Joseph está en la administración del edificio buscando los videos de seguridad de los pasillos. Por la hora es muy poco probable que haya sido una paciente y eso me da alivio. La verdad, es que de todas las posibilidades, prefiero que me diga que fue Lora.

No me importaría porque ella ya me odia y puedo lidiar con eso. Lo que me preocupa es Joseph, su carrera y las repercusiones que podrían atraer si ese alguien decidiera hablar.

Escucho pasos que se acercan entre los autos y es él...

—¿Quién era? — pregunto ansiosa apenas entra al auto, pues lo veo preocupado y deja salir un largo suspiro.

—No lo sabemos. Al parecer las cámaras del edificio están en mantenimiento y se lo notificaron a Lora, pero no me lo dijo. El hombre de la puerta ha visto a tantas personas que es imposible que me describa a todas. — tomo de su brazo.

—¿Qué podemos hacer? — me adelanto buscando una opción.

—Nada. — cambia el rostro preocupado y se esfuerza por darme una sonrisa. —No tienes nada de que temer, Lora jamás diría algo y ella es la única que pudo haber entrado. Además, si noto que su actitud cambia, hablaré con ella y le diré que estamos juntos y que debe guardar el secreto. Resolveré esto, no te preocupes.

—Está bien. — le beso los labios para ver si eso nos tranquiliza a ambos.

—Dejemos a Luna en casa y vayamos a cenar antes de ir al bar. — dice al encender el motor.

—No, no iremos al bar esta noche, ni las próximas. — me mira extrañado. —Pasaron cosas. — dejo caer la cabeza en el respaldo.

Comienzo a narrarle todos los pendientes y preocupaciones que me esperan en casa, así como la jugarreta del hermano de Jamie que nos hizo cerrar el bar. Se siente como un desahogo simplemente contarlo, porque él siempre es mi apoyo moral.

—Entonces cenemos e iremos a casa, allá resolveremos todo esto juntos. — propone.

—¿Podemos ir a la mía esta noche? No quiero dejar a Ivona sola, por si Bella sale.

—Perfecto, entonces a tu casa. Pero antes, por favor quítate los zapatos. — me pide y yo reacciono confundida ante su petición.

—¿Cómo? — de repente se inclina hacia mi y me quizá los tacones, toma de mis pies y los atraviesa entre los dos, dejándolos sobre sus piernas. Me coloca el cinturón, se coloca el suyo, me sonríe y echa a andar el auto.

Durante el trayecto, e ingeniándose con el volante, me acaricia las piernas y da el mejor masaje de pies que he recibido en mi vida; y que no sabía que tanto necesitaba. Cierro los ojos dejándome llevar por el hermoso tono de su voz que me llena de palabras de aliento, y como siempre me orienta para salir de esto.

Abro los ojos y contemplo mi realidad, me disocio un poco de sus palabras solo para maravillarme con el presente que jamás proyecté para mí en el pasado. No estoy sola, estoy compartiendo mi vida, mi sentimientos, mi día a día, mi cuerpo y mi cama con un tipo de hombre que ni siquiera me imaginé que pudiera existir en el mundo.

Porque no hay nadie que yo pueda comparar a él, no creo que en este planeta exista un hombre tan guapo, comprensivo, sexy, inteligente, caliente y amoroso; que con esa voz, abrazos y detalles como este me enamoran día a día.

𝐑𝐄𝐒𝐈𝐋𝐈𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀 -  Psic. QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora