𝐑𝐄𝐒𝐈𝐋𝐈𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀 - Psic. Quinn

- INFLEXIÓN -

Solo su presencia me arrancó un suspiro. Él siempre será un lugar seguro.

—Señorita Ágata, su turno en escena es en diez minutos, la esperan en camerino. — mi guía me sacó de la hermosa experiencia de ver otra vez a Joseph en el bar, y de esta conexión extraña que me hace un hueco en el estómago últimamente cuando está cerca de mí.

—Si, voy para allá. — respondí y me levanté de la mesa.

—Yo te lo cuido, no te preocupes. — Bella me aseguró sonriendo como una cómplice y alzó la bebida.

Mientras continuaba, lo vi llegar a la barra y aún no me quitaba la vista de encima, pero intuyó que no era el momento de acercarse y se quedó pidiendo una bebida al bartender. Seguí con dirección al camerino con una emoción de principiante en el estómago, que estoy segura, ni en mi debut experimenté.

En el tiempo que llevo trabajando aquí, no me había exigido tanto por mi arreglo personal. El mejor antifaz, lencería, medias y liguero. Es esta sensación de las mujeres en las que llegamos a pensar que nada es suficiente, aunque nos veamos hermosas.

Una vieja canción, con mucho significado para mí, es la que se escucha cuando estoy a punto de subir, "Ava Adore" de los Smashing Pumpkins. Despliego mi bata y la dejo caer a manos de mi guía para subir el último peldaño; la misma rutina de siempre, pero hoy se siente distinto.

Aunque permanecía concentrada en el baile necesitaba encontrarlo entre el público, saber hacia dónde debo dirigir mi dedicatoria. Estaba en nuestra mesa, relajado tomando un trago de su bebida, como si acariciara el vaso con los labios, atento al espectáculo. Bella seguramente lo llevó con ella para que tuviera la mejor vista y no perdía detalle de cada gesto que él expresaba, como si lo analizara.

Quisiera poderles describir la entrega, sensualidad y pasión que deposité en el baile; sé que tengo mérito propio y por algo Jamie me considera una de las estelares, pero lo que esa noche se presenció, no lo había hecho jamás, y de nuevo volví a sentir que éramos solo él y yo en ese lugar. Lamento la falta de humildad.

Cuando el número terminó, ni él ni Bella se encontraban ya en la mesa, espié discretamente a los alrededores y no había nada, los aplausos aún se escuchaban cuando bajé del escenario.

Mi guía me puso la bata rápidamente, y tras ella, Bella me esperaba con una sonrisa.

—Me encargué de la seguridad. — miró al pasillo de nuestros camerinos. —Disfruta la compañía, yo te cubro aquí. — me dio una nalgada y se fue.

Y efectivamente, ni Oliver, ni ninguno de los chicos que siempre cuida la entrada estaba ahí. Juro que flotaba paso a paso que di por ese pasillo; no tenía idea a ciencia cierta de lo que iba a encontrarme; no pregunté y no necesitaba hacerlo, quería dejarme sorprender como él siempre lo sugiere.

Llegué a la puerta y abrí, ahí estaba de pie observando todo como si ese lugar fuese un museo. Cabe resaltar que es el camerino de una desnudista, así que hay racas con los conjuntos de lencería, zapatos en vitrinas, muchos espejos con luces, accesorios, un pequeño mueble con los libros resguardados de la universidad, maquillaje, un cómodo sofá y mi perfume seguro está impregnado por todo el lugar.

—Hola... —saludé y se giró al momento de escuchar mi voz.

—Señorita Halliwell, —nos sonreímos como dos tontos. —perdón que esté aquí sin su presencia, pero... — señaló con la mano refiriéndose a Bella, estoy segura de que esta idea fue de ella, y la verdad es que no me molesta para nada.

Nos encontramos a mitad del camino por nuestro ya tradicional abrazo de bienvenida. La dosis diaria de mi droga favorita.

—El café de medio día no fue lo mismo sin ti, así que decidí darte la sorpresa que te prometí. —me dijo aun apretándome contra su pecho.