- DEBILIDAD -

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La primera vez que vi al Dr. Joseph Quinn, me parecía el ser más arrogante que había conocido hasta entonces. Yo solo quería convencerlo de que firmara un simple reporte de salud mental, no me importaba quien era ni lo que hacía.

Entonces descubrí a un hombre sumamente inteligente que supo meterse entre mis miedos, que detectó lo más profundo de mi oscuridad y le dio luz. Lo admiraba, todo en él era fascinante. Comencé a sentir cosas estando cerca de él, como la comodidad de su charla todos los días y la calidez de sus abrazos, donde podría perderme la vida entera.

Me tomé el atrevimiento de abrirle mi cuerpo, de exponérselo como un experimento que él aceptó restaurar. Fuimos cómplices de múltiples encuentros de placer, tan adictivos que no pude ver como la única que ganaba y perdía al mismo tiempo, era yo.

Se convirtió en la necesidad de mis mañanas con sus mensajes y llamadas, en la mejor compañía a medio día y la fuente de todo mi placer por la noche. Me fui en picada sin darme cuenta de las advertencias que me gritaban que nada bueno podía terminar de esa locura.

No fue fácil para mi aceptar que lo que sentía no era más que un error, que mis carencias se depositaron en él y que alguien tan increíble no podía fijarse en alguien como yo.

¿Cómo fue que terminamos aquí?

¿Cómo es que ahora está frente a mí? ¿Por qué me asecha? Después de dejarme claro que lo que yo sentía no significaba nada, me busca con una sospecha absurda de embarazo y dice que se enamoró de mí. Tras alejarme, vuelve a los brazos de Ivona y ahora está aquí. ¿A qué está jugando conmigo?

Sigue caminando hasta el pie de la cama y yo me reincorporo quedando sentada sobre la misma. Estoy segura de que mi rostro se lo dice todo, estoy llena de confusión y asombro.

—Lamento decepcionarte, sé que no soy quien esperabas, pero si no usaba el nombre de Connor jamás habrías accedido, y tú y yo tenemos que hablar... de verdad.

¿Connor? Ahora lo entiendo todo.

Mis tacones tocan el suelo para incorporarme, pero apenas puedo ponerme de pie cuando su aliento está cerca del mío. Es tal como lo recuerdo.

La parte posterior de mis piernas toca la cama y no puedo dar un paso atrás.

—Se equivoca Dr. Quinn, no era a Connor a quien yo esperaba y por supuesto que a usted mucho menos. — trato de mantener seguridad en mis palabras, aunque creo que mi rostro dice todo lo contrario por la forma en que me sigue mirando.

—Por favor siéntate. — toca mi hombro y su solo contacto hace temblar los cimientos de mi cordura.

—No. — me deshago de su toque y por la derecha camino al lado contrario poniendo distancia de por medio. —¿Por qué estás haciendo esto? Ya te dije que no volveré a terapia, no me importa lo que hagas, cumple con tu trabajo que yo me encargo de mí.

—No solo estoy aquí por eso. — su rostro cambia y me mira de pies a cabeza como si mirara más allá de mi cuerpo, como si buscara algo más que mi desnudez bajo el encaje. —Tienes que oírme, porque lo que estoy por decirte... no se lo he dicho a ninguna mujer en años.

—Basta ¿si? — me toco la sien tratando de calmar la avalancha de pensamientos encontrados que me golpean entre sí.

—No. Ninguno de los dos va a salir de aquí hasta que... — se detiene al ver mi negativa y mi decisión de caminar a las puertas del ascensor, pero continúa. —Eras una paciente como todas las demás... — me detengo sin entender porqué. —Lo eras, porque te convertiste en alguien muy diferente y no me daba cuenta.

𝐑𝐄𝐒𝐈𝐋𝐈𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀 -  Psic. QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora