- ¡SALUD! -

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No se parece a nada de lo que había sentido antes de su parte, ninguno de nuestros besos tenía este sabor y pasión que me invade desde su boca.

El mundo se detuvo, puedo sentir que incluso mis pies flotan sobre el asfalto. Mi cuerpo me traiciona, desobedece todo lo que mi mente le ordena para rechazarlo, hasta que él suelta mis labios y el oxígeno me permite regresar de nuevo a la realidad y pensar claro.

Recuerdo aquella noche en mi camerino después de mi confesión, sus palabras, lo mucho que le costaba verme a los ojos, la decepción y apatía con la que reaccionó al saber lo que a mi me ocurría y lo avergonzada que me sentí por ello. Todo eso me da la fuerza suficiente para empujar su pecho y separarlo de mí.

Después de elevarme con ese beso, siento que el peso de aquellos días de confusión, dolor y vergüenza me anclan al suelo.

¿"También me enamoré de ti"? ¿Qué? No se lo creo.

Me hierve el rostro y quiero plantarle una bofetada porque siento que es una burla, pero no voy a hacerlo con mis manos, hay algo en su idioma que se lo dejará más que claro.

Un taxi se para justo a mi lado y cambio la mirada hacia a él, deseo que cada fibra de mi cuerpo le haga saber que no estoy contenta con todo lo que me hizo perder desde ayer; mi noche con André y mi tiempo. Así que lo miro exactamente como él lo hizo la noche que se rompió un pedazo de mi corazón...

—Contratransferencia, Dr. Quinn.

La mirada dulce que me mostraba cambia de inmediato y se torna confusa, doy la media vuelta y abordo el taxi sin volver a dedicarle mi atención.

Lo pierdo de vista cuando el taxi avanza, él sabe lo que dije. Cierro los ojos y me convenzo a mi misma de que solo es eso... "contratransferencia". El conjunto de emociones que un terapeuta puede llegar a confundir con su paciente.

Si, eso es lo que nos ha ocurrido a ambos "transferencia-contratransferencia", y mi lejanía hizo evidente que él también está sumergido en este "falso sentimiento". No lo quiero cerca de mi con su confusión, suficiente tengo con la mía. Aún no me deshago del susto de creer que podría estar embarazada, eso si hubiese sido un caos.

Tomo mi celular y recuerdo el mensaje que recibí esta mañana. Me siento tan avergonzada, André solo se ha portado como un caballero y siento que aunque no lo amo, y sé que él tampoco a mi, ha sido maravilloso sentir que le atraigo y que sea el segundo hombre que me ha provocado un orgasmo, lo hace especial.

Decido llamarlo, es lo mínimo que debo hacer para compensar la estupidez de anoche al alejarme de él.

—Hola Agata... — responde al segundo timbre con un aire feliz en su voz.

—André, ¿cómo estás? — en cambio mi voz detonaba lo apenada que me encontraba con él.

—Ahora que te escucho, no pudo ser mejor mi día. — me sonrojo y agradezco que ni el taxista me pueda ver.

—Siento que te debo una disculpa, pero ayer no pude regresar al bar por una situación... — pero antes de terminar, me interrumpe.

—No te disculpes, lo entiendo. Sé que eres una mujer ocupada y asediada, aunque lamento que nos perdiéramos la noche, estoy a tiempo de decirte lo que quería.

—¿Y qué es? — siento un extraño hormigueo que me gusta.

—Estoy camino al aeropuerto, debo estar fuera por algunos negocios y no tengo claro mi regreso, — el hormigueo desapareció. —pero, quiero pedirte si a mi regreso me concedes una cita...

𝐑𝐄𝐒𝐈𝐋𝐈𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀 -  Psic. QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora