The meeting: Cap. 7

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Flashback.

—¿Y que le han comprado a Dinah?—.
Preguntó Sinuhé mirando a Lauren y a su hija.

—Yo unas pijamas de Simba, ella insistió todo el año que ahorraría para eso—.
Camila miró el plato de Lauren que estaba algo vacío y le sirvió otro poco de pastas rellenas que había cocinado su madre. Las pastas rellenas de Sinuhé eran el plato favorito de Lauren, y la madre de Camila no dudaba dos veces en hacérselo cada vez que la pelinegra lo pedía.

—Gracias... Pues lo mío es sorpresa—.
Sinuhé rió y negó con la cabeza mientras que Camila la miraba indignada.

—¿Cómo que sorpresa?, ¡cuéntame, Laur!—.
Reprochó la morena haciendo pucheros y Lauren negó apretándole una mejilla.

—Te enteraras luego, y no me hagas pucheros que me matas de la ternura—.
Sinuhé apretó sus labios conteniendo la sonrisa y carraspeó la garganta.

—Por cierto, Lauren, ¿cómo están tus padres? Hace tiempo no oigo de ellos—.
La pelinegra bebió un poco de agua y se limpió los labios antes de contestar.

—Bien, mi madre se está recuperando de una gripe y mi padre está ocupado con asuntos de la iglesia que, por cierto, están recibiendo donaciones de ropa y demás, por si tienen algo que ya no usen—.
Dijo lo último con una pequeña sonrisa y dando otro bocado a las pastas.

—De seguro tenemos alguna que otra caja en el garage, ¿quieres un poco?—.
Alejandro le ofreció un poco de vino y ella aceptó. Camila que miraba toda la situación en casi silencio alzó una ceja cuando su padre tapó el vino sin ofrecerle.

—¿Y a mí no me ofreces ni un poquito?—.
Su padre frunció el ceño y con una sonrisa ladina negó rotundamente.

—No estás en edad legal de beber aún—.
Dijo casi conteniendo la risa.

—¡Lauren tampoco!—.
La pelinegra soltó una risita ante aquel reclamo y puso una mano sobre la de su amiga.

—Anda, ya tendrás tus momentos para beber, pero prueba si quieres—.
Le extendió la copa con una sonrisa y cuando Camila la tomó se metió otro bocado observando como la menor probaba el vino.

—Es horrible, que asco—.
Sus padres y su amiga rieron al verla hacer una mueca de asco y tratar de sacarse el sabor del vino con agua y bocados de pasta.
—No sé cómo pueden tomarlo—.

—Es la sangre de cristo, deliciosa—.
Respondió la mayor sonriendo y miró la fuente de pastas viendo que quedaban un par.

–Pásame tu plato que te sirvo, cielo—.
Sinuhé, que había captado la mirada de Lauren, le sirvió lo poco que quedaba de aquellas pastas. Sabía que la pelinegra era de buen comer así que siempre hacía extra para que la amiga de su hija siempre se fuera satisfecha.

—Me he olvidado de preguntarte, ¿cómo vas con el trabajo?—.
Lauren sonrió al recibir su plato y no tardó en dar otro bocado.

–Mm... Bien, cansador, pero bien—.
Camila la miró con los ojos entrecerrados y la mandíbula desencajada.

—¿Trabajas?—.
Preguntó curiosa.

—¿No me vas a decir con el tiempo que tienen de amistad que no sabes de qué trabaja Lauren? Camila siempre ha sido así de despistada—.
Alejandro rió luego de decir aquello y un pequeño rubor de vergüenza se formó en las mejillas de su hija, cosa que Lauren notó.

—Tampoco he hablado de ello así que somos dos despistadas. En cuanto a mí, sí, trabajo desde la madrugada limpiando en el supermercado central y en la noche hago extras en el bar de uno de los padres de una amiga, excepto las noches que vengo aquí—.
La pelinegra le dió una sonrisa cálida a su amiga y nuevamente puso su mano sobre la de ella apretándole cariñosamente.

It HurtsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora