The hurting: Cap. 27

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Narrador

—Y dime, Camila. ¿Intentaste estar con alguien más en el tiempo que no estuviste con Lauren?—.
La psicóloga la miró. Camila tenía la mirada triste, estaba encogida en el asiento y se mordisqueaba los labios de una forma nerviosa.

—No, no pude... No puedo. En ese tiempo estaba tan triste que el solo pensamiento de que alguien más besara mis labios me parecía asqueroso. No podía borrar a Lauren de mí, aún no puedo—.
Camila dio un sorbo a su vaso con agua y miró el suelo.
—Eso no quita que traté. En el cumpleaños de las gemelas pasó algo. Un chico se me acercó, me coqueteó y como yo estaba borracha y dolida fui con él a una de las habitaciones de la casa, porque habían celebrado el cumpleaños en la casa de sus padres. La cosa es que en medio de estar follando tuve que quitarmelo de encima porque no podía soportar la imagen de Lauren en mi cabeza y luego sentí culpa... Lloraba casi todas las noches por ella—.
La psicóloga asintió anotando en su libreta y miró a su paciente.

—¿Y crees que con un poco más de esfuerzo podrías?—.
Camila hizo una mueca de asco casi inconsciente y negó.

—Apenas puedo sentir apetito sexual últimamente, sé que no es normal así que apuntaré una cita con el médico. Pero aún no me siento lista ni siquiera para intentar hablar con alguien—.
Los ojos marrones fueron hacia la ventana y observaron cómo los pájaros se posaban en los cables de los postes.
—Gemma se había vuelto un descontrol de nuevo, aparecía en casa totalmente drogada y casi inconsciente e incluso comenzó a vender cosas de la casa cuando, al parecer, se quedó sin dinero—.

Flashback

La puerta sonó y a los pocos minutos Sinuhé, que estaba en su día libre, fue a abrir. Por segunda vez en la semana se encontraba con aquella escena típica desde hacía ya casi medio mes. Gemma acostada en el porche, al borde de estar inconsciente debido a sustancias desconocidas, murmurando cosas ininteligibles y totalmente desarreglada. Aquello no solo le partía el corazón y la llenaba de decepción, sino que le causaba intriga saber cómo su hija había llegado en ese estado hasta su casa, ya que el auto de Austin no estaba estacionado y tampoco recibía mensajes de texto de él.

—Gemma, anda, hija—.
Susurró Sinuhé tratando de levantar a la mayor de sus hijas, pero esta tan solo balbuceaba cosas y apenas podía darse la vuelta. La mujer la revisó para encontrar signos de sobredosis, pero no había ninguno.
—¡Alejandro, ven un segundo!—.
Llamó Sinuhé a su marido y este se hizo presente en el porche en cuestión de segundos. Su cara fue la misma que la de su esposa, una mezcla de enojo y tristeza.

—Joder—.
Susurró Alejandro.
—Tu agarrala de los pie, yo los hombros y luego me ayudas a montarmela en mis hombros—.
Ambos hicieron aquello con poca dificultad, ya que a pesar de que Gemma era alta, era muy liviana.

Alejandro caminó por el pasillo con su hija en brazos y subió las escaleras con un poco de esfuerzo.

Camila, que estaba en su habitación estudiando, pudo ver aquel breve momento donde su padre pasaba con su hermana en brazos. La morena apretó los labios y negó, no podía creer que Gemma había vuelto a drogarse y ahora peor que antes.

●●●

La morena estaba desayunando junto a sus padres en el comedor. Todos estaban en silencio debido a que habían discutido acerca de donde estaba la tostadora. Que si Alejandro la había usado, que si Camila la había guardado en otra parte, que si Sinuhé no la había fundido. Una discusión sin sentido que concluyó en que Gemma la había vendido junto con otros electrodomésticos.

—Tu padre y yo iremos a reponer lo perdido, si quieres podríamos ir al centro comercial luego—.
Camila miró a su madre un segundo antes de morder su pan sin tostar y negó.

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