Anexo: "Lauren's song" PT. 10 [Final]

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Narrador

El primer año que Lauren vivió sola podría describirse como una mezcla de sentimientos encontrados. La ojiverde tuvo que aprender a lidiar sola con aquel vacío de su pecho, con su corazón de rápido latir y la inmensa soledad que la rodeaba.
Los dos factores que la ayudaron a sobrellevar eso fueron la universidad y el trabajo. Lauren había descubierto un mundo nuevo en la universidad, amaba cada parte de ella y todo lo que esta incluía; estudiar largas horas, hacer cosas con arcilla y madera, los proyectos en grupos y las exposiciones.

—¡Corre, no llegaremos!—.
Exclamó una de las compañeras de proyecto de Lauren. Ambas corrían hacía el salón de clases, tarde debido a que habían ido en bus, con una escultura compartida en las manos.

—¡Llegaremos!—.
Lauren respondió en el mismo tono y comenzó a carcajear a medida que corrían, al contrario de la chica, que tenía una cara de preocupación rozando el malestar.

—¿¡Pero de qué te ríes!?, ¡reprobaremos si no llegamos!—.
Exclamó nuevamente mientras corría torpemente, sin dejar de oír como Lauren seguía riendo.
—Calla y entra, que no es nada—.
Respondió la ojiverde con una sonrisa mientras entraban al salón de clases, siendo observadas por todo el mundo.

Ambas dejaron su proyecto en un lugar de muestra libre y se sentaron juntas a esperar a que su profesor las evalúe.

—Por poco y no nos quieren corregir, Lauren...¡Y te sigues riendo!—.
La chica susurró lo último de una manera más fuerte, haciendo que la ojiverde casi no pudiera aguantar la risa.

—No lo entenderías, Mel. Pero estos momentos son los que me hacen sentir felíz—.

Lauren comenzó a fijarse en las maravillas de las pequeñas cosas: las luces anaranjadas de los atardeceres, el olor a café por la mañana y dormir en su cama luego de una larga noche de trabajo. A veces, las pequeñas cosas eran las que más le gustaban, las que más la distraían de aquel vacío. Prontamente, la ojiverde notaría que aquel vacío cada vez se hacía más pequeño y que, en su lugar, crecía el aburrimiento. Claro que tenía una rutina perfectamente armada para pasar la mayor parte de su día ocupada. Trabajaba desde las seis de la mañana hasta las doce del mediodía, limpiando el supermercado central. De doce y media hasta las cinco y media, estaba en la universidad. Se tomaba una hora y media para estudiar y por último, desde las ocho hasta las doce de la noche, trabajaba en el bar del padre de Sarah. Este último trabajo era opcional para ella, era como un extra, pero generalmente iba todas las noches, y sumado a eso, dedicaba los domingos enteramente a ayudar en la iglesia de su padre.

—Lauren, mesa quince. Lleva la cuenta—.
Sarah le alcanzó un papel a la ojiverde y esta fue hasta la mesa indicada para posar el papel y brindar una sonrisa. El grupo de personas que estaba allí estaban tan drogados que apenas podían mantenerse sentados, y una chica rubia, que Lauren ya había visto un par de veces en las fiestas del bodegón, le extendió la tarjeta.

—Sarah, cobra. No habrá propina de aquí—.
Dijo Lauren, luego de caminar hasta la barra.

—Okay, a ver, a ver... Sinuhé Cabello, joder que la han matado con ese nombre—.
Sarah carcajeó al igual que su amiga, que fue a devolver la tarjeta apenas su amiga se la entregó.

—Bien, Sinuhé. Todo listo, espero hayan disfrutado—.
Lauren se dio la vuelta y comenzó a caminar mientras de fondo escuchó la respuesta de la cliente.

—Sinuhé no soy, pero gracias—.

—Lauren, mesa seis, dos y dieciocho. Cobra en la seis y lleva los tragos a las otras dos. En media hora cerramos—.
Ordenó Sarah mientras seguía preparando bebidas.

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