Anexo: "Lauren's song" PT. 9

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Nota: Ante último capítulo del anexo. Muchas gracias por el apoyo.

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Narrador

Tener el corazón roto y tratar de estar sobria, estaba siendo una de las cosas más difíciles que Lauren había atravesado. El alquiler del apartamento se había vencido una semana después de la dolorosa partida de Harriet, no tenía dinero para pagar una clínica de rehabilitación y a pesar de que sus amigos podían acogerla un par de días, a estos mismos se les hacía difícil cuidar de Lauren cuando la abstinencia le pegaba tan fuerte que la dejaba afiebrada en el suelo y con unos calambres en el estómago que le duraban horas.

Lauren corrió hasta la casa de sus padres después de un mes de lidiar ella sola con su cuerpo, pero claro que no recibió otra cosa que rechazo de parte de ambos. Ni Clara ni Michael iban a soportar a su hija en abstinencia y con el riesgo de una recaída. La ojiverde prontamente se dió cuenta de lo sola que estaba en aquella situación, que nadie podría ayudarla, y debido a eso terminó con sus pertenencias durmiendo fuera de la escuela hasta que el Sr. Denzzel, su profesor de matemáticas, la acogió en su casa sabiendo perfectamente en la situación que se encontraba su alumna.

—Debe comer, Jauregui. No puede encerrarse en sí misma y fingir que todo está perfecto cuando se ve del modo en que lo hace—.
Dijo el hombre antes de comer un bocado de pasta.

—Mhm—.
Tan solo balbuceó la ojiverde mientras arrastraba la comida por el plato. Había días en los que se quería comer el mundo y otros en el que su estómago parecía no existir. Sumado a todo eso, su cuerpo temblaba la mayor parte del día.
—¿Por qué vive solo?—.
Preguntó Lauren llevándose un bocado de pasta a la boca y sonriendo debido a lo delicioso que estaba.

—Esa es historia de otro momento, prometo contártelo apenas te encuentres mejor. Cuando acabes con la comida podemos preparar un postre—.
El Sr. Denzzel se levantó de la mesa con su plato vacío y salió al patio trasero por la puerta de la cocina para encender un cigarrillo.

Lauren no sabía los motivos por los cuales su profesor la había acogido en su casa y la ayudaba para superar su adicción. Lo que sí sabía era que, aquél señor de cuarenta y ocho años, la escuchaba, aconsejaba y velaba por su bien a pesar de las cientos de crisis que la ojiverde tenía todos los días.

—Cuando dejes de llorar podrías ayudarme a resolver este cálculo—.
Denzzel dio una calada a su cigarrillo, a la vez que miraba el pizarrón que tenía en su sala, y mientras su alumna estaba en el sillón, hecha una bolita por el dolor de estómago y llorando por la pelirroja.

—Da... Da treinta y dos—.
Respondió sorbiendo la nariz. Denzzel miró a su alumna, miró el cálculo y usó su calculadora un par de veces hasta llegar al resultado, luego fue hasta donde se encontraba Lauren y se agachó frente a ella.

—A veces me sorprende, dado a su historial de consumo, que su cerebro sea tan rápido y tan bueno para estas cosas, Jauregui. Debería considerar la posibilidad de estudiar algo con respecto a las matemáticas—.
Denzzel sonrió escuetamente y Lauren se acurrucó entre las mantas viendo como su profesor encendía un cigarrillo para ella.

—Ahora solo quiero estar bien, curarme—.
Luego de decir aquello, Lauren dio una calada a su cigarrillo y comenzó a sollozar. El hombre la miró con cariño y le puso una mano en el hombro.

—Te traeré una copa de vino y luego me contarás una anécdota de tu infancia—.
Denzzel se puso de pie y se dirigió a la cocina, pero antes de salir de la sala, miró a la ojiverde y sonrió apenas con sus labios.
—No todo es el fin del mundo, Jauregui. Solo siga por buen camino—.

It HurtsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora