Epilogo

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Narrador (Capítulo extenso)

—Primero que nada, felicitaciones por graduarte, Camila. Realmente me alegro por ti y por este logro por el cual sé que te has esforzado mucho—.
Camila sonrió ante las palabras de su psicóloga y asintió mientras se acomodaba en el nuevo sofá de terciopelo, el cual era extremadamente suave y no hacía ruido.

—Muchas gracias, pronto comenzaré a trabajar en el mismo hospital que mi madre—.

—Eso me parece genial, ahora cuéntame un poco de lo que ha pasado este mes que no has venido—.
Clarice sacó un bolígrafo que no tenía botón para presionar y abrió su anotador.

—Bueno...—.
Camila procedió a contar aquél mes lleno de eventos en el cual no había asistido a terapia.

Ya le había avisado a su terapeuta que no asistiría debido a los trabajos atrasados y los exámenes finales para poder graduarse. Pero más allá de las intensas y largas horas de estudio invertidas en su último tramo de carrera, acontecieron pequeñas pero grandes situaciones. La mudanza de Gemma, la noticia de la venta del apartamento de Lauren y los nuevos planes de mudanza que había hecho.

En aquél mes Gemma había salido de rehabilitación y había vuelto a vivir con los Cabello. Para la sorpresa de toda la familia, aquellos largos meses en la clínica le habían sentado de maravilla, Gemma se veía realmente dispuesta a cambiar su vida esta vez. La rubia explicó su comportamiento dando dos pesadas noticias, la primera siendo su compromiso con un hombre llamado Thomas. Rubio, alto y con una barba prominente, treinta y cinco años y era el repartidor de bebidas del centro de rehabilitación, todos los martes y jueves llegaba en un camión a dejar cientos de litros de bebidas para la institución y aprovechaba a hablar con Gemma la cuál había captado su ojo y prontamente su corazón. Thomas era un hombre muy trabajador, humilde y bueno, tanto así que fue la primera persona en sacarle una sonrisa en meses a la morena. Y la segunda noticia, y tal vez la más pesada, era el embarazo de Gemma. Los Cabello casi se desmayan en simultáneo al oír aquello, una larga conversación de seis horas se llevó a cabo respecto a las dudas y temores de Alejandro y Sinuhé. ¿Qué tal si Gemma recaía estando embarazada?, ¿y si perdía a ese bebé?, ¿qué harían en caso de una recaída con el niño allí?, ¿sería la rubia buena madre? Aquellas dudas habían sido respondidas por Thomas, el cuál aseguró que bajo su brazo Gemma estaría muy bien, que él estaba por comprar una casa en la cual podrían vivir y que se aseguraría de que la hija mayor de los Cabello tuviera una vida plena al igual que su futuro hijo.

La noticia de la venta del apartamento de Lauren también le había caído pesado. Los Jauregui se habían presentado en su casa para darle la noticia y pedirle la llave. Camila ni siquiera supo cómo reaccionar, no pudo hablar ante aquello y su madre tuvo que encargarse de acarrear la conversación que terminó en gritos de parte de la morena reclamando por la poca empatía, y ella misma arrojandoles la llave en la cara a sus suegros mientras los echaba de la casa a gritos. Los Jauregui pensaban poner en venta el apartamento el mes siguiente luego de una profunda limpieza y remodelación.

—Tengo planes, ¿sabe? Creo que por fin voy a mudarme a la casa que compartía con Lauren de nuevo, creo que ya tengo el valor para hacerlo aunque me siga dando un poco de miedo—.
Camila tamborileó su rodilla con los dedos un par de veces y la psicóloga guardó silencio sabiendo que su paciente estaba organizando sus pensamientos.
—Hoy quiero hablar del duelo, de lo que pasó hace meses y de ahora también—.

—Bien, puedes hablar ahora si quieres y luego yo lo haré—.
La morena asintió carraspeando su garganta y se acomodó en el sofá.

—Después de que Lauren murió, los primeros tres meses fueron los peores. Solo lloraba, no hacía otra cosa que llorar en la cama, no hablaba y apenas podía levantarme para ir al baño o beber unos sorbos de agua; adelgacé mucho porque no comía y tampoco iba a la universidad. Mi madre llegó a pasarme suero para darme los nutrientes que necesitaba y algunos sedantes para que pudiera dormir porque podía pasar hasta cuatro días sin pegar un ojo, porque cada vez que soñaba se repetíala misma escena de Lauren ensangrentada sin poder hablar. Mis ojos parecían pelotas de tenis de lo hinchados que estaban. Durante esos tres meses no quise recibir visitas, apenas toleraba ver a mis padres y gracias a Dios Gemma estaba internada, también corté el vínculo con los Jauregui y no hablé más con los amigos de Lauren, verlos u oírlos me traían recuerdos muy dolorosos—.
Camila tenía una capa de lágrimas en sus ojos, pero no tenía una mueca triste ni tampoco parecía estar cerca del llanto, tan solo se la notaba inundada de nostalgia y melancolía, valga la redundancia.
—El día que Lauren murió, la policía científica me dió sus pertenencias, las que ella llevaba en el bolsillo; una cajetilla de cigarros a medio fumar, las llaves del apartamento y su billetera. Conservé todo en mi habitación, le había hecho un altar a Lauren donde puse esas pertenencias y todo los días me la pasaba mirándolas hasta que un día salí de mi casa y caminé dos horas hasta el apartamento donde solíamos vivir, pero no pude entrar, no conseguí ni siquiera girar la llave porque pensaba que si entraba entonces la esencia de Lauren se iría de allí. Aún no sé cómo está el apartamento ni qué me encontraré cuando vaya, solo espero poder tener la fuerza para enfrentarlo—.
La morena hizo una pausa y respiró lentamente mientras trataba de pensar en lo que iba a decir.

It HurtsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora