The hurting: Cap. 26

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Narrador

—En el último mes de receso de verano todo estuvo mal. Para darle una idea de lo que voy a decir, Gemma trabajaba doce horas por día porque no solo le pagaban bien sino que mantenía su mente ocupada. Trabajaba de siete de la mañana a siete de la tarde y tardaba media hora en llegar a casa caminando, diez si regresaba en bus. Pero retomando, fue sutil, demasiado sutil, pero Gemma comenzó a llegar a casa cada vez más tarde, supuestamente porque el bus no pasaba o porque su manager la retenía para limpiar las parrillas. Con mis padres no supimos ni cuándo ni cómo, pero en un abrir y cerrar de ojos ella había comenzado a desaparecer de vuelta, a veces no iba a casa a dormir diciendo que se iba a quedar con un chico. Sus actitudes hostiles comenzaron a aparecer de nuevo y en casa todo se puso tenso porque mis padres comenzaron a temer por ella—.

Flashback

Camila untó mermelada en una tostada y la dejó en su plato para volver a hacer lo mismo con la otra, luego fue hasta el refrigerador y sacó la jarra de limonada para hacerse con un vaso de esta.

—¿Sabes algo de tu hermana?—.
Alejandro entró a la cocina y miró a la menor de sus hijas la cual lo miró brevemente y negó.

—No, anoche no llegó. Pero a lo mejor y está trabajando, ¿por qué no llamas al restaurante?—.
Camila mordió su tostada y se tapó los labios manchados de mermelada.
—¿No había dicho que se quedaba en lo de un chico?—.
La morena vio como su padre suspiró y negó mientras sacaba su teléfono para marcar un número y ponérselo al oído.

—Buenos días, ¿hablo con Kyle, el manager? Sí, ¿cómo estás? Soy el padre de Gemma Cabello... Sí, gracias. Quería saber si ella fue al trabajo... Está bien, muchas gracias, Kyle. Ten un buen día, adiós—.
Alejandro suspiró con el ceño fruncido y dejó su móvil en la mesada para luego pasarse las manos por la cara en señal de cansancio y frustración.
—Está allí, ha entrado tarde, pero está allí—.
Camila miró a su padre con algo de pena y lo abrazó en silencio siendo correspondida cálidamente.

—Todo estará bien, pa. Debes estar tranquilo, toma—.
Camila le dejó un beso en la mejilla a su padre y le dio su vaso con limonada del cual Alejandro apenas pudo pasar unos sorbos.

—Ojalá tengas razón, hija, ojalá—.
Respondió desanimado.

●●●

—¿En dónde estabas?—.
El tono de Sinuhé fue áspero cuando la luz se encendió en el pasillo de la entrada. Gemma la miró unos segundos y con la respiración lenta y su mente ruidosa se encogió de hombros.

—En la casa de alguien, iré a dormir—.
Respondió de mala gana mientras dejaba su mochila que llevaba al trabajo en suelo.

—No vienes desde ayer, Gemma. No mientas y dime dónde estabas, y qué estabas haciendo—.
Sinuhé no solía usar aquellos tonos autoritarios y ásperos, pero ahora más que nunca no podía permitir que su hija derrapara. No después de dos años y con un futuro por delante.

—¡Joder, mamá!, ¡no estaba haciendo nada!, ¿tanto quieres saber qué estaba haciendo? Pues bien, estaba chupando polla y siendo follada, ¿contenta?—.
Gemma subió las escaleras a paso rápido, dejando a su madre atónita y con los labios entreabiertos. Arriba se encontró con la figura de su hermana, la cual salía de la habitación luego de haber estudiado todo el día. Ambas se miraron y Camila arqueó una ceja.

—¿Te estás drogando de nuevo?—.
Preguntó Camila mirándola. Las dos miradas se conectaron en un duelo de ojos marrones, unos más oscuros que los otros. La diferencia de altura hacía que la menor tuviera que mirar hacia arriba puesto que Gemma, con su metro setenta y ocho, le sacaba prácticamente una cabeza y tanto al metro sesenta de su hermana.

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