The hurting: Cap. 30 [Final]

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Narrador

Camila exhaló el humo del cigarrillo y apagó la colilla con su zapato. Ese día había pensado en no ir a terapia, pero por insistencia de su madre, allí estaba en la puerta del consultorio. Sus ojos estaban irritados y un poco hinchados por el llanto de la noche anterior, puesto a que aún no se sentía del todo preparada para contar lo que había hecho ni pensar en lo que seguía de su historia con Lauren. Luego de mirar a la calle entró al consultorio y se sentó en la sala de espera luego de anunciar su nombre a la secretaria. Su pierna no se paraba de mover de arriba hacia abajo y venía mordisqueando sus labios desde que se había subido al bus.

—¡Camila Cabello!—.
Escuchó su nombre y con pesadez caminó hasta la sala, se sentó en el sofá de cuerina presionando su mandíbula al sentir el chirrido y suspiró al oír el botón del bolígrafo de su psicóloga.
—Creo que me doy una idea de cómo estás, pero de todas formas te invito a que me cuentes—.
Camila se relamió los labios observando a la mujer en frente suyo y movió levemente la mandíbula antes de tomar aire para contestar.

—Fui a ver a Lauren después de todo este tiempo, después de casi un año. Lo que hablamos en la sesión pasada me dejó pensando y llegué a la conclusión de que tal vez podría tomar el coraje de ir a verla y hablarle—.
Camila hablaba rápido, pensaba que tal vez así podría sacar todas las palabras de dentro suyo sin llorar, a pesar de que sus ojos ya habían comenzado a lagrimear y su mentón temblaba levemente.
—No pude pasar más de la entrada y mucho menos tuve el coraje de buscarla, no pude y...—.
Un sollozo salió de su garganta y su psicóloga sonrió.

—Bueno, tranquila. Lo que me acabas de contar es algo maravilloso, has tomado la iniciativa y eso es lo importante. Quien sabe, a lo mejor en unas semanas te animas y por fin la enfrentas—.
Camila oyó las palabras de su psicóloga y suspiró entre sollozos, pasó sus manos por su cabello y tironeó un poco de este.

—T- también he juntado el valor para contarle lo que le estoy por contar—.
Dijo como pudo y la psicóloga buscó una página en blanco en su anotador.

—Cuando quieras—.

—Eran fines de junio de ese mismo año, el receso de verano estaba por terminar y yo estaba por comenzar el último año de la carrera... Ya estoy por graduarme así que se imagina—.
Camila tragó en seco y comenzó a jugar con sus dedos. Tenía el impulso de irse, de no contar nada, pero sabía que era importante y que debía hacerlo.
—A Gemma la vivían sobrellevando con calmantes y no la dejaban salir. Lauren le llevaba todo lo que ella pedía y aunque mi madre insistía en que no lo hiciera, ella decía que era mejor llevarle cosas a la casa a que Gemma saliera y se pusiera en peligro. Claro que mi hermana siempre encontró una u otra manera de escaparse y por ende a veces teníamos que llamar a la policía a las tres de la mañana porque tocaban la puerta de casa, es más, nos pusieron custodia fuera de nuestra casa... Pero a lo que voy es que eran fines de junio cuando pasó lo que pasó—.

Flashback

—¿Sabes? Estaba pensando que tal vez ya sería hora de comprarme un auto, ¿qué piensas?—.
Preguntó Lauren con una sonrisa mientras que en su mano sostenía una banderilla.

Faltaban dos horas para la puesta de sol y ambas se encontraban en la feria carnaval, habían subido a algunos juegos nuevos, ganado premios y ahora se encontraban comiendo una variedad cuestionable de comida que la ojiverde había comprado.

—Me parece genial, cachito. Ya no tendrás que pedirle el auto a tu padre o andar en bus—.
Respondió Camila con una sonrisa mientras sacaba una pieza de pollo frito de un envoltorio.

—Mhm, de todas maneras no me molesta andar en bus, pero también pienso en ti y en que no me gusta que viajes dos horas en bus a la universidad... Además que si quieres volver a casa te sería práctico y ya no tendrías que sentir el olor a pino del auto de mi padre—.
Ambas rieron y Camila se detuvo a mirar el brillo de los ojos de su novia la cual parecía más felíz de lo usual. Las heridas de su rostro ya estaban casi completamente curadas, tan solo seguía teniendo los hematomas más grandes de un color verdoso y la cortada en el labio ya era apenas una pequeña marca.

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