Capítulo 4

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Error Placentero.

Nikolái

Si alguien me preguntase que es el puto paraíso respondería sin pensármelo, y si pensaría en ella.

Ese coñito me ha llevado al cielo y me ha matado bajándome al infierno.

He estado con distintos tipos de mujeres y con demasiadas para mis 25 años de edad, pero ninguna me ha sabido como ella, tengo una erección que podría reventar para ver que no miento.

Intento ocultar lo que es imposible de hacer.

Me fijo de reojo como se recoloca el vestido sobre sus enormes pechos dentro de la limusina, mientras sus ojos se cruzan con los míos y no soy capaz de controlar mis emociones, se le escapa una pequeña sonrisa y me mira con ganas de más, con deseo.

¿Cómo puede ser tan jodidamente guapa?

Acabo de comerme todo de ella y lo haría por el resto de mis días.

Le ayudó a salir del coche dándole la mano y no puedo imaginar la de cosas que le haré en cuanto estemos arriba, entiendo porque Alexander nunca se rindió para encontrarla, esta mujer es de otro mundo distinto.

Debería sentir algún tipo de remordimiento porque me voy a tirar a la mujer de la qué mi hermano esta enamorado.

¡Qué le den a Alexander!

Esta mujer me ha dejado sin aliento, con solo verle morderse los labios mi polla palpita.

El pasillo es largo hasta el ascensor y es un infierno para mi y para mi polla que me amenaza con romper mi pantalón, sobre todo cuándo tienes delante a tremenda mujer, andando a la par que mueve sus impresionantes curvas.

No puedo apartar mi vista de ella, cuando pulsa el botón para entrar al ascensor.

Me tiene hipnotizado.

Nos adentramos en él y mi corazon sale disparado, la miró desde detrás viendo lo atractiva qué se ve y siento la tensión sexual que desprendemos los dos.

Me mira por encima de su hombro con una sonrisa coqueta, me vuelve loco y ni lo sabe, para mi sorpresa se me acerca presionándome y dominándome contra mi cuerpo, solo para acercarse a mi oreja y susurrarme dejándome más dolor de polla del que ya tengo.

 - Ahora te toca disfrutar a ti ... - me insinúa y poco a poco se despega de mi.


Me va a estallar la puta cabeza de lo que me gusta esta pequeña.

Me descontrolo y no soy consciente de nada.

Le agarro de la nuca dándole la vuelta bruscamente, le levantó la cabeza y me fundo con ella en un beso más suave, que se va poco a poco transformando en un beso apasionado en el que nuestras lenguas se envuelven y luchan por apoderarse del otro, hasta que nos quedamos sin respiración los dos en la boca del otro.

No aguanto más, me esta matando de placer, en cuanto se abren las puertas del ascensor la levantó como la reina que es, ella se sobresalta y lanza un gemido que me palpita en la polla, ando rápido hacia mi habitación con ella en mis brazos y la respiración agitada.

Entramos y la posó sobre la cama contemplando su risa maliciosa y juguetona, está en mi cama moviéndose como si hubiese estado ahí toda la vida, como si hubiese sido creada para ella.

Esta tan jodidamente rica.

Me abalanzo sobre ella cogiendo sus muñecas para ponerlas en la cabeza y aplastar mi cuerpo contra el suyo, esos ojos azules irresistibles me acabaran matando, nos refregamos con la ropa puesta, besándonos salvajemente y viendo como el deseo que nos tenemos va creciendo por momentos, quiero colarme entre sus piernas, me las cierra y le gruño enojado.

Pequeña AsesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora