Capítulo 24

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Placer prohibido.

Alexander.

Nuestras miradas se cruzan y es que los ojos no saben guardar secretos, está en la puerta del baño masculino diciéndome lo que tanto tiempo he esperado oír y está renunciando a cada parte de ella con tal de sentirme una vez.

Sabe qué podemos destruirnos con solo tocarnos, pero me importa una mierda qué eso suceda si ella está dispuesta.

Pero cada parte de mi cuerpo sabe que en el momento que la pruebe no seré capaz de dejarla marchar, está avergonzada y puedo sentir como me mira el rostro tratando de averiguar cuál va a ser mi próximo movimiento.

Desprende lujuria y deseo, la erección me ha crecido nada más escuchar sus palabras y ella lo ha visto.

Me acerco lentamente sin saber responder a sus palabras, mira mi cuerpo como si de un dios me tratase y se que da igual con cuantos hombres haya estado, yo soy su bestia y nada se va a comparar conmigo.

Su respiración es entrecortada y los movimientos de su cuerpo hacen que quiera acercarme más a él.

Le agarro de la mano llevando a cabo todo mi autocontrol, porque se que si me la follo aquí mismo será fugaz y no quiero que sea así.

Llevo pensando en este momento desde que la vi en el embarque del avión con ese vestido de encaje que me la puso tan dura, la muevo por la habitación y pego su cuerpo contra la ducha.

Le sacó lentamente la camiseta ensangrentada y contemplo el magnífico cuerpo que tiene, no hay ninguna como ella y puede que sea solo la obsesión que tengo pero sé que ninguna se puede comparar.

Siento su llama dentro a punto de crear un incendio entre los dos, acerco mis manos a su espalda desabrochando la parte superior de su sujetador, sus pechos quedan erectos y excitados delante de mí, invitándome a que los lame y los chupe como tanto me gustan.

Todo de ella es exquisito joder.

Nunca en mi vida he tenido tanto autocontrol, bajo mi mano por su abdomen haciendo que cada parte de su minúsculo cuerpo se estremezca en mis brazos, siento su excitación y le manda vibraciones a mi polla que amenaza con romper el pantalón que llevo.

Le bajo el pantalón y las bragas a la vez agachándome hasta quedar a la altura de su sexo, de todas las posiciones se ve realmente hermosa, pero verla desde abajo deseando que la devore hace que mi mente se vuelva una puta locura.

 - Quiero que me lo supliques pequeña - sonrió cuando me levanto y puedo ver una mezcla de ira y deseo en su mirada.

No es capaz de gesticular nada, asiente con la cabeza pero no escucho las palabras que quiero oír y enciendo la ducha haciendo que se nos escape un gemido a los dos al sentir el agua fría sobre nuestro cuerpo.

Puedo sentir las manos de ella agarrando la hebilla de mi pantalón, torpemente logra sacarlo porque se le resiste al estar empapado de agua.

Mi erección queda sobre mi abdomen y la satisfacción al ver su cara no tiene precio porque sabe que nunca va a tener una dentro como la mía.

 - ¿Te gusta lo que ves pequeña? - gruño agarrando sus caderas.

Asiente con la cabeza virando los ojos para atrás cuando hinco mis uñas en sus costados.

Tocó con la yema de los dedos los puntos que tiene en el hombro, quería matar a todo aquel que estuviese delante de ella en cuanto escuche el grito ahogado que había metido al sentir la bala atravesar su cuerpo.

Cojo la esponja limpiando cada parte de su cuerpo con sangre, la pongo de espaldas a mi, toco todos los tatuajes que nunca he tenido la oportunidad de ver y que se ha hecho en mi ausencia.

Pequeña AsesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora