Capítulo 34

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Todo es mi culpa.

Claudia

Cada minúscula parte de mi cuerpo reacciona a todo lo que supone que se encuentre delante de mí, su sombra invade mi espacio y es que no tengo miedo a que me haga algo, tengo miedo a que me guste tanto lo que va ha hacerme que no pueda desprenderme de él. 

Que sea una necesidad y no pueda vivir sin él.

Empiezo a sentir como mi cuerpo tiembla y mis rodillas flaquean por la sensación de abstinencia, sólo han pasado dos días desde que estuvimos juntos y parece que haya sido toda una eternidad.

Su enorme cuerpo se abalanza sobre mí sin previo aviso, puedo sentir sus músculos contraerse debajo de mí y grito cuando pone sus manos sobre mis muslos.

Me encuentro otra vez en el aire, pero esta vez a oscuras.

Alexander va pasado de copas y está descontrolado por las emociones que no está acostumbrado a sentir, no puede verme feliz con su hermano y yo a él tampoco con su mujer. Estamos entrando en un círculo tóxico del que no seremos capaces de salir si no paramos ya.

Pero solo hay que mirarnos para ver que no somos capaces de controlar los impulsos que tenemos el uno por el otro.

Me alza sobre su hombro de la misma forma que su hermano cuando entramos al baile hace nada y se que es una forma de decirme que no le ha hecho gracia verme de esa manera.

Es una persona rencorosa y me hará pagar todo lo que no le ha gustado que hiciera, empezando por esto.

Sube las escaleras conmigo en el hombro como si no le pesara nada, su cuerpo arde y mi contacto no hace más que ponerle peor, puedo escuchar su respiración y como aprieta mis piernas.

 - ¡Bájame Alexander! - le gritó intentando mover las piernas.

Sus manos se hincan en mis muslos hasta causarme dolor, no quiere que me mueva ya me lo ha dejado muy claro. Las escaleras terminan y puedo ver el pasillo largo que conduce hasta el despacho de mi padre.

La luz es tenue y muy poca pero podría reconocerlo hasta con los ojos cerrados, paso a diario por aquí todos los días.

Se lo que quiere y me temo lo peor.

 - No,no,no...- susurró pero no importa lo que diga, él siempre consigue lo que quiere.

Abre la puerta del despacho casi con la misma fuerza que aprieta mis muslos, solo gruñe y no me habla. 

La bestia ha salido y yo he sido la que lo he provocado.

Cierra la puerta con pestillo a su paso, no me resisto porque sé que no tengo nada que hacer sin hacerle daño y nunca podría hacerle daño a Alexander.

Me sienta en el sillón que hay delante del escritorio de mi padre y se apoya en el filo de la mesa mirándome con sus ojos oscuros llenos de deseo.

Tiene desabrochado los primeros dos botones de la camisa mostrándome su cuello y la corbata ha desaparecido en algún momento de la trágica noche.

Sus manos aprietan el borde de la mesa y puedo ver como se le marcan las venas en los brazos que tanto he arañado estos días y que me acaban de coger como si fuera una muñeca.

 - ¿Te lo has pasado bien pequeña? - Me gruñe y se que la pregunta tiene trampa.

No hablo porque nada bueno saldría de mi boca si le digo algo ahora, aprieto mis piernas para evitar que vea la excitación que tengo por el momento y por tenerlo así tan provocativo delante de mí.

 - Parecíais una pareja feliz bailando - se agacha poniéndose de rodillas delante de mi - que pena nunca podrá llamarte suya.

Pone las manos en mis rodillas haciendo fuerza para que abra las mías, intento resistirme pero el daño que me hace es constante y su fuerza puede conmigo.

Pequeña AsesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora