SINOPSIS.

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—Él te ama, te adora, lo da todo por ti
Pero tú ere' una diabla que está loca por mí





































Tomé entre mis manos ese viejo pedazo de papel y con una sonrisa burlona comencé a leerla con la mirada atenta del morocho frente a mí.

—¿Qué necesidad? —Preguntó en un quejido, acercándose y sentándose frente a mí.

"Jamás pensé enamorarme de la manera en que lo hice y acá estoy, escribiendotelo como el pollera que soy. " —Leí, dejando salir una leve risa de burla, cruzándome de piernas sobre aquel sillón en el que estaba sentada. —"Si tuviera que elegir a alguien para casarme serías vos y no dudaría ni un segundo en dar el sí." —Salté a otra parte del texto, ignorando a Enzo acercarse a mí con rapidez para luego arrebatarme aquella hoja de mis manos.

—¿Vas a dejar de leer o te tengo que callar yo? —Amenazó cerca de mi cara, sin lograr sacarme esa sonrisa de autosuficiencia.

—Eras un tierno, amor. —Lo cargué, acercándome aún más a su rostro. —Pero no sé si me gusta más este Enzo o el otro.

Su mirada viajó de mis ojos hasta mis labios, haciéndome saber en tan poco tiempo lo que sucedería el resto de la tarde.

—Espero que te guste más éste, hermosa. —Llevó su mano a mi cuello, acariciando con un pulgar mi mandíbula antes de tomarme por ahí y unir nuestros labios.

Y lo que más adicta me tenía era esto, la pelea entre nuestras lenguas por dominación, nuestras idas y vueltas por ese poder sobre el otro que al ya conocernos a la perfección solo podían mostrar entretenimiento y ese jugueteo tan característico que nos identificaba.

Me separé con una brusca mordida en su labio inferior, completamente apropósito para deleitarme con el quejido grave que dejó su garganta, aprovechando para acercarme a su oído y dejar salir una risa algo atrevida.

—Igual cualquiera de los dos son igual de mentirosos. —Susurré, llevando mi mano a su mandíbula para controlar nuestro acercamiento. —La única diferencia es que vos ya no jugás conmigo. —Murmuré sobre sus labios, acariciando los pequeños cabellos de barba que se asomaban en su mandíbula marcada. —Y yo no vuelvo a dejar todo por vos. —Besé la comisura de sus labios, antes de soltarlo y dejarme caer hacía atrás.

Ya la lección la había aprendido y por Enzo Fernández no me iba a dejar lastimar dos veces.




























—Hace unos días me caí del cielo
Tú no ere' ella, pero te deseo

DIABLA. | ENZO FERNÁNDEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora