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"Yo no cambié, solo aprendí a vivir sin ti."

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9 de Febrero, 2024.
Londres, Inglaterra.

Me removí lentamente en aquella cama al ser despertada por la luz del sol cayendo en mi cara por el enorme ventanal que había en el departamento de João. Tras pasar una larga tarde con Enzo, había decidido visitar a mi novio, con una cena de su restaurante favorito de Londres y una buena champaña, terminando con una noche que solo podía sacarme una sonrisa al pensar en ella.

Bom dia, amor. —La voz de João llamó mi atención, haciéndome sonreír aún más al verlo entrar en la habitación con el torso desnudo y con un pequeño desayuno en sus manos.

—Buen día, hermoso. —Murmuré aún adormilada, sentándome lentamente en la cama en lo que intentaba entender un poco. —¿Dormiste bien?

Se sentó a mi lado y se acercó a dejar un beso en mi frente, dejando el desayuno sobre la cama.

—Siempre duermo bien contigo. —Sonrió levemente al verme tomar mi celular con la intención de sacarle una foto al desayuno.

Era saludable y acorde a la dieta que debía llevar, definitivamente algo que me gustaba demasiado de João era que me escuchaba y me prestaba atención con cada mínimo detalle. Era demasiado cursi pero me encantaba.

—Gracias por el desayuno, amor. —Agradecí, dejando un pequeño pico en sus labios. —¿No tenés entrenamiento hoy?

—No, amor. —Negó, haciéndome sonreír ante las posibilidades de pasar el día con él.

—¿Me llevás a las sesiones que tengo hoy? —Pregunté, comenzando a comer tras subir una historia donde lo arrobaba. —Son a la tarde igual.

—Creo que Enzo nos quería invitar a un par de chicos a su casa. —Comenzó a excusarse, llamando mi atención al nombrar al morocho. —Parece que hoy llega su novia y quiere hacer algo.

Asentí sin mostrar interés, tomando de aquel café en lo que mi mente maquinaba alguna respuesta que se acercara a lo que quería llegar con la idea que acababa de aparecer en mi cabeza.

—¿Hasta qué hora están? —Pregunté, girándome a mirarlo.

Não sei, seguramente hasta tarde. —Se encogió de hombros, tomando su celular.

—¿Puedo ir? También quiero pasar algo del día con vos. —Me excusé ahora yo, esbozando un pequeño puchero que sabía lo bien que funcionaría con João.

—No creo que Enzo tenga problema. —Se encogió de hombros, aprovechando para tomar de mi jugo.

—Bueno. —Murmuré, siguiendo con mi desayuno.

Si había algo que me gustaba era ver el mundo arder, y aún más si se trataba de Enzo.

Y de Valentina.

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agosmanzoni

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DIABLA. | ENZO FERNÁNDEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora