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"Recordé como era antes, como fuiste perdiendo eso que te diferenciaba y un día pudo enamorarme."

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igstories.
agosmanzoni.

agosmanzoni

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10 de Julio, 2023.
Londres, Inglaterra.

Agostina inhaló profundamente, sintiendo sus manos temblar de tan solo mirar la puerta frente a ella. Necesitaba tocar más sentía que sus piernas flaqueaban de tan solo pensarlo.

Enzo la había llamado por días. No contestó ni una sola de esas llamadas a la madrugada que solo parecían hacerla acobardar de tener que hacerle frente a la decisión que había tomado. Por eso lo había citado en su departamento. O bueno, el de Enzo. Había llegado hace unas horas y apenas pudo escapar de los brazos de su prometido, envió aquel mensaje cintándolo que minutos después fue dejado en visto. Solo deseaba que estuviera del otro lado.

Terminó sacando las llaves de su cartera, abriendo la puerta con ellas y decidiendo llevarse una sorpresa una vez entrara.

—¿Enzo? —Miró a sus costados, esperando ver su presencia.

Nada.

Suspiró y dejó las llaves y sus pertenencias a un lado, pasando una mano por su cabello. No sabía que iba a hacer. Prendió su celular solo para darse cuenta de que no había ni una sola notificación de él. Ni una. Se encaminó hasta la pieza, mientras ataba su pelo en una colita y se deshacía de su gran abrigo que tanto le servía en las bajas temperaturas de Londres y el frío que hacía meses no sentía contra su cuerpo.

—Enzo. —Murmuró, quedándose helada en la puerta al verlo sentado sobre la cama.

Se veía más bronceado desde la última vez que se habían visto en España, estaba completamente serio y pudo notar como su mirada paró en su mano izquierda, en busca del brillante anillo que descansaba en su dedo anular. La puta madre. Giró el anillo hacía el interior de su palma, viendo como Enzo desviaba su mirada y se levantaba de golpe, acercándose a ella con toda la rabia acumulada de hace más de una semana.

—¿Por qué? —Preguntó entre dientes, haciéndola tragar en seco. Estaba demasiado molesto y lo podía notar en la manera en que apretaba su mandíbula. —¿Por qué le dijiste que sí? —Pudo escuchar su voz temblorosa, haciéndola respirar profundo de tan solo sentir su corazón debilitarse.

—No tenés ningún...

—Te pregunté algo.

—No tenés ningún...

—¡Te pregunté algo!

—¡No tenés ningún derecho a reclamarme! —Explotó al mismo tiempo la morocha, empujándolo levemente para alejarlo. Podía ver las lágrimas acumularse en los ojos de Enzo, al mismo tiempo que sucedía en los suyos propios. —Vos estás por tener un hijo.

DIABLA. | ENZO FERNÁNDEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora