DIABLA. | ENZO FERNÁNDEZ.

002.

"Dime, ¿como le hago ahora? Para poder tenerte a solas."

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3 de Febrero, 2023.
Londres, Inglaterra.

Dejé salir una risa desde el marco de la puerta al ver un João adormilado boca abajo, sonriendo al verme, aún abrazado a su almohada.

—¿No tenés entrenamiento? —Pregunté, caminando hasta el espejo para terminar de ponerme las argollas.

—Sí. —Murmuró, dándose vuelta para seguir mirándome. —¿Me acompañás? —Preguntó con una sonrisa.

—No sé si puedo. —Arrugué mi nariz, siguiendo con ponerme un collar que combinara con mi outfit. —Tengo que ir a un almuerzo a las doce con la gente de Dior. —Murmuré concentrada, antes de girarme a mirarlo.

—Estás hermosa. —Me sonrió, sentándose para mirarme de pies a cabeza. —Mi entrenamiento termina temprano, termino y te llevo. —Insistió, pidiendo que me acerqué con una de sus manos.

Negué con una mueca, acercándome a él y pasando mis manos por su cuello.

—No sé, lo tendría que pensar. —Suspiré exageradamente, viendo sus manos posarse en mis caderas y sus labios formar un puchero exagerado, ganándose una risa de mi parte por su intento de convencerme. —Está bien, pero te quedás a almorzar con nosotros. —Pedí de igual manera, viendo como asentía con una gran sonrisa.

No era como si quisiera ir, sabía que me aburriría en ese entrenamiento. Pero me servía bastante que me vieran con él en público y yo oportunidades no desaprovecho.

—Assim será, amor. —Musitó en portugués, dejando un beso sobre mi abdomen por encima de mi jumpsuit negro, antes de levantarse y dejar un beso en mi cabeza.

—Apúrate, dale. —Reí, viendo como corría hacía el baño debido a la demora que ya de por sí tenía.

Sería un día algo movido.

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ENZO.

Reí una vez más al ver la cara de muerto que tenía Kepa mientras comenzaba a calentar a mi lado. Salir a festejar dos días seguidos no estaba bueno si al otro día había entrenamiento.

—Dale, pa, metele ganas. —Lo cargué, viendo como me miraba mal.

—Y todavía ni viene João. —Bromeó hacia el portugués, quien hasta el momento era el que mejor me había recibido. —Ese es el peor de todos.

—¿Le mete a la joda? —Reí, haciendo los ejercicios a su par.

—Uff, cada vez que puede, tío. —Rió conmigo, antes de desviar su mirada al pasillo que conectaba el resto del estadio con la cancha. —Mira, si hasta con la novia vino. —Señaló el español, haciéndome girar hacia su dirección.

No hay chance.

Mis ojos inmediatamente se abrieron en grande al reconocer a aquella morocha que comenzaba a saludar a los dirigentes animadamente. Esos ojos claros los reconocería en cualquier lado.

—¿Esa es la jermu? —Pregunté, completamente confundido.

—Ja, sí. —Asintió Kepa, acomodando sus guantes. —A que no parece. —Rió, obligándome a reír de igual manera.