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"No me imaginé que funcionaba así, no buscaba amor y un día te encontré, estaba vivo pero con vos comencé a vivir."

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24 de Julio, 2023.
Londres, Inglaterra.

Sus ojos claros pararon sobre su anillo de compromiso, con el que comenzó a jugar completamente perdida en sus pensamientos mientras escuchaba a su prometido hablar con su chófer de algún tema al azar, para nada importante como lo que pasaba por su cabeza.

Estaban de camino a cenar juntos por última vez en Inglaterra. João en menos de tres días se iría a España y no tendría nada de tiempo con el tema de arreglar su mudanza, así que habían decidido aprovechar su última noche libre en la ciudad. También habían decidido esperar un mes más para pensar en la mudanza de Agostina, todavía no sabían si el pase de João sería cedido o lo venderían, por lo que preferían estar seguros antes de tomar una decisión.

Pero por más de que no quisiera, ella no podía dejar de cuestionarse hasta lo que hacía tiempo no pensaba.

°°°

—¡Eh, Agos, mi amor! —Los chiflidos provenientes del centro de la plaza la hicieron reír.

Giró a ver a su mamá, quien no hizo nada más que sonreír y asentir. —Andá, pero volvé antes de que llueva.

—Gracias, . —Besó su mejilla y rápidamente se dirigió hasta el grupo de sus amigos.

Los pibes no paraban de reír y bromear apenas se cruzaron con la morocha, la mitad de ellos estaban completamente enamorados de ella y la otra tenía en claro que era la chica más linda de su curso. No había otra mentalidad.

—¿Cómo andan? —Se acercó, saludando a cada uno con un beso, sintiéndose nerviosa de más de solo acercarse a él.

—Yo ahora re bien. —Le sonrió Matias, haciéndola rodar sus ojos.

—Vinimos a jugar a la pelota un rato pero se puso re feo. —Thiago señaló el clima, por lo que la morocha esbozó una mueca.

Sí, va a haber tormenta toda la tarde. —Suspiró, agarrando la lata de coca que uno de ellos le brindo y agradeciendo, tomó de ella. —¿Ya se van, entonces?

—Vamos a jugar hasta que empiece a lloviznar. —Habló Enzo por primera vez, haciéndola girar a mirarlo. Estaba hermoso. —¿Te quedás?

¿Acaso Enzo le estaba pidiendo que se quede a verlos jugar?

—Eh, sí, sino les molesta sí. —Asintió, sin querer hacer contacto visual de lo nerviosa que se había puesto de un momento a otro.

—Bueno, ¿me tenés? —Preguntó, acercándose a ella mientras le tendía lo que parecía ser su celular.

Asintió, tomando temblorosa sus pertenencias e ignorando por completo las cargadas del resto del grupo. Varones.

Nisiquiera sabía porque estaba nerviosa, se suponía que hace semanas había decidido olvidarse de él después de entender que acercarse sería imposible, pero también sabía que era imposible alejarse. Tenían los mismos amigos, el mismo curso y absolutamente todo llevaba a lo mismo. Podía conocerlo poco, pero solo sabía de que si tuviera la oportunidad, se hubiera dejado caer ante él.

Se sentó en el banco más cercano y se dejó llevar por la vista de la pelota yendo de un lado a otro. Los chicos jugaban bien, pero nadie como él. Se divertían con las gambetas y la clase que tenía Enzo al jugar, los pases que veía y la sonrisa que se plasmaba en su cara cuando todo salía según su plan, incluso también cuando alguna patada estaba involucrada. Agostina tenía en claro que verlo jugar con una sonrisa era lo que quería ver en su vida.

DIABLA. | ENZO FERNÁNDEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora