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"Hay que hacer las cosas bien y no hacerlas por hacer, todavía no sé si esto es amor o es placer, siento que si no es sexual ya no te sé ni complacer."

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10 de Febrero, 2023.
Londres, Inglaterra.

Deslicé mi boca por lo que parecía el interminable camino de tatuajes que era su espalda, pasando intencionalmente por las marcas que había dejado horas tras con mis largas uñas y ahora eran mojadas por las gotas de agua que caían sobre nosotros. Si había algo que todavía podía confirmar que me gustaba era marcas a Enzo de todas las maneras posibles; desde los chupones en su abdomen hasta los rasguños en su espalda. Porque era todo mío.

—Valentina me va a matar. —Chasqueó su lengua, sabiendo que las marcas eran más que visibles y que la morocha no tardaría nada en darse cuenta de que su novio se encontraba todo marcado.

Y yo no pude controlar no ponerme del orto.

—Que te las haga ella entonces, pelotudo. —Bufé, soltándolo de inmediato. Ya era más que insoportable lo mucho que parecía estar presente Valentina en cada situación que involucraba a Enzo.

Pude escucharlo reír por lo bajo antes de girarse a mirarme finalmente. Aún no podía creer lo cambiado que estaba a la última vez que lo vi. Enzo ya no era ese nene de dieciocho que había dejado en San Martín años atrás, pero aún tenía esas características que me hacían reconocer a mi Enzo; sus ojos levemente achinados que cuando sonreía me hacía sentir tantas cosas, la manera de abordarme tan particular y lo rápido que sabía volverme adicta a su piel.

Pero me había prometido no volver a caer ante él y lo pensaba cumplir a toda costa.

—Celosa de mierda. —Murmuró el morocho, llevando su diestra a agarrar mis cachetes y acercarme a él, uniendo nuestras bocas con suficiente agresividad para sacarme un gemido que sus labios ahogaron. Podía dejarlo dominar un ratito.

Introducí mi lengua en su boca y me dejé llevar por la suya, completamente caliente moviéndose en una guerra con la mía. Llevó sus manos a mis caderas y me pegó a su cuerpo, haciéndome sentir su erección en proceso contra mi abdomen, que tanto sumaba a ese momento excitante que me hacía pasar bajo la corriente de agua que caía sobre nosotros, mis manos se deslizaron por su cuello y lo apegué a mi cuerpo en cuanto tuve oportunidad, sintiendo sus caricias llegar a mis glúteos y apretarlos como tanto había estado haciendo todo el día.

—Toda mía sos, Agostina. —Se separó de golpe y pude darme cuenta de que tenía atravesadas esas palabras desde temprano. —Me podrás decir lo que sea pero mía vas a ser toda la vida.

Sonreí ladinamente pero decidí no llevarle la contraria. Me servía más que siguiera teniendo esos pensamientos ingenuos a que aceptara totalmente que me había perdido para siempre.

Lo acerqué una vez más a mí y lo besé, desquitandome lo posible y necesario en cada choque de nuestros labios, antes de enrollar mis piernas alrededor de su cintura ante su amague de levantarme del suelo. Podía sentir su erección chocar contra mi centro y sonreí sobre sus labios debido a todos los pensamientos que pasaron por mi cabeza en cuestión de segundos. Quería hacerle tantas cosas que toda una tarde haciéndolo mío no me bastaba. Necesitaba toda una vida.

Bajé mi mirada a nuestras intimidades, haciendo que él hiciera lo mismo y tomé la base de su erección, subiendo y bajando mis delgados dedos por esta hasta tomarlo con completa seguridad, alineando con mi entrada e introduciendolo con lentitud en mí, jadeando ante ese sentimiento de expansión de mis paredes y ceñimiento alrededor de su pija. Ya estaba cansada de tantas veces que me había hecho venir en toda la tarde pero una vez más no le haría daño a nadie.

DIABLA. | ENZO FERNÁNDEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora