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"Siento que el tiempo no pasó en vano, el sentimiento aún sigue intacto, quiero tenerte cerca, que tomes mi mano, como cuando tú y yo hicimos un pacto."

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14 de Febrero, 2023.
Londres, Inglaterra.

Día de San Valentín y no podía creer donde estaba. Los dedos de Enzo se enredaban en mi pelo como le era costumbre hace años mientras solo podíamos disfrutar del silencio del momento, nuestras respiraciones sincronizadas y los pensamientos de cada uno, en mi caso, atormentándome.

Eran las tres de la mañana y nisiquiera habíamos hablado lo que llevábamos días postergando, pero lo que más me estaba preocupando era saber que estaba recibiendo San Valentín con él en mi cama. Hace menos de dos semanas nisiquiera pensaba en él y no quería verlo cerca y ahora estaba a mi lado, después de haberme cogido todo el día y encima sin preocuparse de lo que estaba pasando.

Me sentía la pelotuda más grande del mundo.

Tomé mi celular y rápidamente me levanté, sintiendo la mirada de Enzo sobre mí, a lo que lo ignoré y bajé las escaleras, cerrando la puerta tras de mí mientras buscaba el contacto de João para llamarlo.

Un pitido, dos, tres.

—¡Meu amor! —Su acento portugués se hizo presente a través de la línea, haciéndome dar cuenta de su felicidad y su borrachera con tan solo unas palabras. —Saudade de você.

—Yo también te extraño, amor. —Reí suavemente mientras abría la heladera en busca de algo de agua. Estaba sedienta. —¿Están en tu casa?

Escuché unas risas de fondo y a mi novio sisear, haciéndome dar cuenta de que estaba con los chicos del club rápidamente.

Sí. —Lo escuché alejarse del ruido. —Vinimos a casa, queríamos seguir a festa. —Comenzó a mezclar idiomas, haciéndome sonreír en grande ante la ternura que siempre me causaba.

—¿Está bien si voy temprano? Te quiero dar tu regalo de San Valentín. —Sonreí ladinamente, sentándome en la barra de la cocina.

Uf. —Lo escuché suspirar, haciéndome reír levemente. Podía notar su estado de alcoholismo con tan solo escucharlo. —Agora vem.

—No, es tarde. —Negué, tomando de un solo trago mi vaso de agua. —Cuídate y tené cuidado con lo que haces.

Sim, senhora. —Lo escuché reír con los chicos de fondo, ya haciéndome saber que volvía con ellos. —Eu te amo.

Eu também te amo. —Le respondí, ganándome risas de su parte. Por más que no supiera portugués a la perfección, João siempre amaba escucharme intentarlo.

Lo escuché despedirse y finalmente colgué la llamada. Era indiscutible su manera de ponerme de buen humor. Comencé a teclear en mi celular algún mensaje para enviarle, tenía en cuenta que no era tan cariñosa o afectiva con él de la manera en que lo era conmigo y estás fechas me lo hacían dar cuenta, por lo que intentaba poner de mi parte por más de que sabía que nuestra relación no estaba formada a base de ese amor incondicional que se debía tener. Aunque amor había.

—¿Qué pasó? —La voz ronca de Enzo me hizo sobresaltar, viéndolo bajar las escaleras de mi casa con solo su short deportivo puesto y su cara de cansancio. Una imagen para tener toda la vida.

—Nada, quise bajar a tomar agua. —Bajé mi mirada nuevamente, enviando el mensaje y apagando mi celular, dirigiéndome a dejar el vaso en la bacha.

—Sí y yo soy boludo. —Rió irónicamente, entrando a la cocina conmigo. —¿Te pensás que no te escuché?

DIABLA. | ENZO FERNÁNDEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora