57. Banquete y despedidas

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<<Lo que para algunos son derechos para otros son privilegios.>>



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Había llegado el gran día, el banquete de despedida y la última noche en el castillo antes de que todos los alumnos regresasen a sus casas.

Harry aplaudió feliz, ante la mirada atónita de algunos, cuando el director anunció que Slytherin era la ganadora de la Copa de las Casas.
Marcus le sonrió con cariño desde la mesa de las serpientes, y el ojiverde le devolvió la sonrisa.
Después se giró y miró a la mesa alta de los profesores, buscando la mirada de su padre. Pronto sus miradas se encontraron y el niño le sonrió brillantemente mientras le mostraba su puño cerrado con el dedo pulgar en alto.

Severus, olvidando su máscara de murciélago de las mazmorras, le devolvió la sonrisa por un breve instante.
Filius observaba a ambos, sonriendo con benevolencia a sus chicos, siendo uno de los pocos privilegiados que habían visto la sonrisa del estricto profesor.

— Parece que tu aguilucho más joven tiene buen perder... — comentó dicho profesor en voz baja, haciendo esfuerzos para no levantarse y arrullar a su dulce hijo que lo miraba desde su mesa con ojos brillantes mientras le hacía ahora con sus dedos corazón e indice el símbolo de la victoria.

— No creo que él lo vea como una derrota. Harry está tan feliz por ti y el señor Flint que es lo único que puede ver — replicó el profesor de Encantamientos sin apartar la mirada de su trio de polluelos preferidos, sonriendo al verlos reír felices y despreocupados.

— Es una suerte que ya no esté en Gryffindor... — observó el pocionista mirando con aburrimiento a la mesa de los leones, quienes miraban con furia a las serpientes.

Esa noche, los tres niños se acostaron pronto, después de haber llenado sus baúles con todas sus pertenencias.

A la mañana siguiente, desayunaron temprano y volvieron al nido donde se despidieron de sus compañeros y amigos.

Cuando terminaron de despedirse de casi todos, los tres niños subieron a buscar sus baúles. Allí los esperaba Will, sentado en la cama de Harry y rodeado de una docena de libros que él mismo había traído para que el ojiverde los leyese durante el verano.

En cuanto los tres niños lo vieron, corrieron hacia él y se le tiraron encima, inmovilizándolo en un abrazo grupal.

— Te echaremos mucho de menos, Will — habló el azabache con voz temblorosa en cuanto se separaron del abrazo.

— Y yo a vosotros, pero en tan solo un par de meses nos volveremos a ver — replicó el alumno de cuarto año, tratando de mantenerse fuerte al ver la tristeza del más pequeño de las águilas.

— ¿Y esos libros? — preguntó Harry señalando a la pila de libros que abarrotaban su cama.

— Son para ti — respondió William revolviendo el cabello del menor y empujándolo suavemente hacia ellos — Supuse que te gustaría algo de lectura para el verano.

— ¡Gracias, Will! ¡Eres el mejor! — declaró el ojiverde dándole un abrazo rápido antes de correr hacia sus nuevos tesoros.

— Prometedme que cuidareis a este adorable querubín — pidió el alumno mayor a los otros dos chicos, quienes miraban a su amigo acariciando cariñosamente cada uno de sus libros nuevos.

— Lo prometemos — asintieron solemnemente Theo y Blaise.

— Puedo cuidarme solo, no soy un bebé — protestó el pequeño Potter, sintiéndose ya un poco harto de que todos pensaran que no podía ocuparse de si mismo.

— ¡Claro que sí! ¡Eres mi pequeño, bebé! — lo arrulló William, pellizcando sus mejillas antes de hacerle cosquillas.

— ¡¡Will!! ¡¡Cosquillas, noo!! ¡Ayudadme, chicos! — gimió el ojiverde totalmente atrapado por el estudiante más mayor.

— ¡A por él! — dirigió Blaise, entonando un grito de guerra y lanzándose contra Will para derribarlo.

— ¡Está bien! ¡Me rindo! ¡Sois demasiado fuertes para mí! — se rindió entre risas el tutor tirado en el suelo y con los tres niños encima de él.

— Te echaré mucho de menos, Will... — confesó Harry, haciendo un puchero y abrazándose a él.

— Puedes escribirme siempre que quieras — lo consoló William, devolviéndole el abrazo.

— ¿De verdad? — se sorprendió el azabache, separándose para mirarlo.

— ¡Pues claro que sí, pequeño! — exclamó el estudiante de cuarto año, revolviendo su cabello con cariño.

Will caminó con ellos y otros ravenclaw's  hasta la estación de Hogsmeade, dónde Marcus los esperaba para subir juntos al tren.

Harry se pegó de inmediato al slytherin, haciendo un puchero triste, sabiendo que se venía la despedida más difícil.

— No pongas esa cara... — casi rogó Marcus, quien llevaba desde esa mañana haciendo un esfuerzo para no secuestrar al menor y huir con él durante del verano — Has sido el mejor de tu año, deberías estar exultante.

— Pero te echaré tanto de menos... — protestó el ojiverde con el ceño y los labios fruncidos.

— No tendrás que hacerlo porque nos veremos cada semana cuando vaya a visitarte — reveló el prefecto, agachándose para estar a su altura.

— ¿De verdad? — preguntó el pequeño Potter, mirando con ojos temerosos al estudiante mayor.

— Sí, ya he escrito a Lady Zabini para preguntarle, y ella ha permitido que te visite — informó el slytherin, sonriéndole tranquilizadoramente al menor, lo último que quería era que entrase en pánico.

— ¡Genial! Venga, tenemos que subir al tren antes de que se vaya sin nosotros — celebró con entusiasmo el pequeño cuervo, cambiando rapidamente de humor al saber que no estaría todo el verano sin ver a su hermano mayor.

El viaje de vuelta en el tren fue largo, pero Marcus los entretuvo contándoles historias y enseñándoles nuevos hechizos.
Cuando finalmente llegaron a King Cross, Marcus abrazó fuertemente al ojiverde y le susurró al oído que enviase a Hedwig si lo necesitaba o simplemente quería verlo.








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Gracias por leer...




Los tres niños se despidieron por última vez del slytherin y bajaron del tren.
Vieron a sus padres a lo lejos, mirándolos sonrientes y deseosos de abrazarlos.
Los tres chicos se miraron brevemente y se sonrieron con diversión antes de salir corriendo hacia sus padres en una improvisada carrera.

Tras los saludos y abrazos de bienvenida, Lord Nott sacó un traslador y cuando todos lo tocaron fueron llevados a la mansión Zabini.

Harry se sintió en casa cuando sus pies tocan el suelo, aunque sus piernas se tambaleasen y su estómago estuviese revuelto.
Giró su cabeza y sonrió a Thadeus, quien se había situado detrás de él y lo tenía agarrado por los hombros, evitando que su cara besase el suelo.

— Cada vez lo haces mejor, pequeño — susurró Lord Nott en su oído mientras lo abrazaba por la espalda.

— Gracias — agradeció el niño, girando su cabeza para mirar al adulto con una amplia sonrisa de felicidad — Es genial estar en casa.

¿Por qué no podemos ser amigos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora