38. Privet Drive

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<<Cada derrota nos enseña algo que, tarde o temprano, nos llevará a una merecida victoria...>>



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Lionel, Smith y el auror Proudfoot se aparecieron en un parque cerca del número cuatro de Privet Drive, dónde los esperaban unas cuantas sorpresas muy poco gratas.

Petunia les abrió la puerta y se tensó al instante en cuanto le dijeron que eran mágicos.
Los invitó a entrar solo por temor a que los vecinos pudieran escuchar algo, pero no les daría ningún tipo de cortesía más.

Vernon y Dudley estaban en la cocina, compitiendo para ver quién se dislocaba primero la mandíbula metiéndose cantidades descomunales de comida en sus bocas.

— Necesitamos hacerle algunas preguntas, señora Dursley — informó el auror con gravedad.

— No tengo por qué responder a sus preguntas — replicó la mujer mirándolo con gesto de asco.

— Debe hacerlo ya que está en juego la custodia de su sobrino — amenazó Lionel deseando acabar cuanto antes con esa visita.

— Pueden llevárselo — lo interrumpió Vernon escupiendo restos de su comida mientras hablaba — Nunca lo quisimos.

— ¿Está usted de acuerdo con su marido? — interrogó Proudfoot reprimiendo sus ganas de enseñarles un par de cosas a esos muggles.

— Claro... ¡Nos obligaron a criarlo! — respondió Petunia con tono furioso e indignado.

— ¿Quién? — cuestionó Smith mirándolo confuso. ¿Por qué no querrían al niño qué vivió?

— ¡Ese viejo chiflado! — gritó Vernon con su rostro de un feo tono púrpura.

— ¿Dumbledore? — preguntó Lionel recordando lo que había dicho Lord Nott sobre el director de Hogwarts abandonando al pequeño Potter en un mundo muggle.

— ¡Ese! ¡Lo dejaron en nuestra puerta por la noche! ¡Nadie nos preguntó si lo queríamos! — reveló Petunia levantando el volumen de su voz varios decibelios.

— Bien, hemos terminado aquí — decidió Proudfoot muy harto ya de ese par de muggles desagradables.

— Deberíamos llevarnos sus cosas — propuso Ritz mirando a su alrededor, y notando como pese a que había numerosas fotografías de los tres muggles no había ni una sola del heredero Potter.

— Sí, esa es una gran idea — estuvo de acuerdo el auror, girándose de nuevo hacia los muggles adultos que se pusieron muy nerviosos.

— No tiene nada aquí — replicó la mujer rápidamente, evidentemente no querían que viesen el armario bajo las escaleras.

— ¡Mamá! Todavía hay basura suya en su armario — la corrigió Dudley señalando la alacena para limpieza donde su primo había dormido durante diez años.

— ¿Su armario? — interrogó Proudfoot fulminando con su mirada a la mujer.

— Dudders, por qué no vas a tomar un poco de helado a la cocina mientras ves la tele — ordenó la señora Dursley con una tono de voz enfermizantemente dulce y empalagoso.

— ¡No puede mirar ahí! — gritó Vernon al ver al veterano auror abrir la puerta del lugar donde su sobrino había estado encerrado los últimos diez años.

— ¿Habitación de Harry? ¿Esta era su habitación? — gritó furioso el auror al ver el papel viejo y gastado escrito con letra infantil.

— ¿¡Cómo pueden... !? — se horrorizó Lionel dando un paso hacia atrás al ver el pequeño y húmedo espacio en el que había vivido el niño.

¿Por qué no podemos ser amigos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora