28. Bajo la trampilla

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<<Todos mantienen sus secretos bajo la alfombra, pero siempre hay alguien al que le gusta barrer a conciencia...>>



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Cuando entró en el Gran Comedor pudo ver como  los profesores habían sido divididos en dos grupos, que Kingsley supuso que serían interrogados y no interrogados, mientras sus colegas hablaban con su ex jefe de casa, el profesor Flitwick.

— Hola, profesor. Es un placer volver a verlo, aunque siento mucho que tenga que ser en estas circunstancias — saludó el auror sonriendo con cariño al que había sido su jefe de casa.

— Yo también siento mucho vernos en estas terribles circunstancias, pero me alegra volver a verte, polluelo — devolvió el saludo el jefe de Ravenclaw, dándole una palmadita cariñosa en su brazo.

— ¿Polluelo? — cuestionó la aurora Jones con una sonrisa divertida.

— Tus pequeños polluelos me han contado algunas cosas muy interesantes — reveló Kingsley ignorando a su compañera que lo miraba con ojos burlescos.

— ¿Cómo cuales? — preguntó Filius muy interesado como siempre lo estaba cuando se trataba de sus chicos.

— Me hablaron de un pasillo prohibido en el tercer piso — respondió Shacklebolt mirando con seriedad al profesor de Encantamientos.

— Albus construyó allí una especie de laberinto con diferentes pruebas, nos pidió a algunos de los profesores que ayudáramos con las pruebas — explicó el profesor Flitwick sin entender muy bien la preocupación de su ex alumno.

— ¿Por qué motivo? — interrogó el auror Proudfoot interviniendo por primera vez en la conversación.

— Dijo que era un juego para ayudar a relajarse a los estudiantes que harán sus Éxtasis este año — contestó el medio gobblin empezando a darse cuenta de lo ridículo de la idea. Había sabido desde el principio que no sería algo que sus polluelos disfrutarían en medio de sus exámenes, pero no estaba tan seguro del resto de los estudiantes.

— Bien, gracias por ser honesto con nosotros. Puede sentarse con el grupo de allí — lo despidió la aurora Jones señalando a los profesores que ya habían sido interrogados.

— ¿Qué tipo de pruebas habrá allí? — se preguntó Kingsley en cuanto el profesor de Encantamientos se fue.

— ¿Por qué no vamos allí y lo comprobamos nosotros mismos? — replicó su compañera con sus ojos brillando con anticipación. Ella siempre disfrutaba de una buena aventura.

— Primero debemos terminar de hablar con los profesores y el resto del personal — los detuvo Proudfoot, el más veterano de los tres y también el que estaba a cargo de la investigación.

— De acuerdo. Acabemos con la parte aburrida cuanto antes, entonces... ¿Qué habéis averiguado hasta ahora? — suspiró con resignación Shacklebolt, aunque el niño aventurero que vivía en él se moría por sacarle la lengua al otro auror por  ser un aguafiestas.

— Parece que el profesorado de Hogwarts tenía mucho que decir sobre el director... — reveló el auror más veterano atrayendo la curiosidad del más joven.

— ¿Ah, sí? — cuestionó Shacklebolt mirándolo con interés.

— Tres de los jefes de casa nos han informado sobre las decisiones que ha estado tomando el director en los últimos tiempos — informó la bruja con el ceño fruncido.

— Y también de como la mayoría de esas decisiones están sesgadas por el favoritismo de Dumbledore hacia Gryffindor — añadió Proudfoot con gesto serio. Él había estudiado en casa debido a que sus padres no habían querido permanecer lejos de él tantos meses al año, así que no estaba al tanto de que eso era algo que el director llevaba haciendo años.

— Además de su interés insano por Harry Potter — apuntó Jones, quien se había encargado de interrogar a Severus Snape y éste había sido muy comunicativo y servicial en dicho interrogatorio.

— He conocido al niño hace unos momentos, parece un chico dulce e inteligente, aunque un poco diminuto para tener once años — confesó el moreno, quien había tenido una muy buena primera impresión sobre el carácter del ojiverde, pero su pequeño tamaño hacía que saltasen sus alarmas internas.

— Conozco esa mirada... ¿Qué es lo que no nos estás contando? — preguntó su compañera mirándolo con sospecha.

— Terminemos con los interrogatorios, y después os llevaré a ver algo antes de ir al pasillo del tercer piso — respondió misteriosamente Kingsley sin querer decir nada antes de averiguar más sobre sus sospechas.

Por suerte no quedaban muchos profesores por interrogar, y en realidad ninguno tenía nada nuevo que aportar.

Una vez que hablaron con el último de los profesores, los dejaron marchar  mientras Kingsley guiaba a sus colegas hasta la piedra angular del castillo.

— ¡Merlín! Esto es... — se horrorizó Jones cuando comprobó el estado de las protecciones.

— ¡Pagará por esto! ¡Cómo se atreve a poner en riesgo a los alumnos! — masculló Proudfoot teniendo muchos problemas para controlar su ira.

— ¿Preparados para el pasillo prohibido del tercer piso? — preguntó Kingsley sacándolos de la habitación.

— Diría que sí, pero después de esto... — suspiró la aurora sin poder creerse aún la estupidez del director.

Y no se equivocaba. Fueron recibidos por el dulce Fluffly y su apestoso aliento a rata muerta.

— ¿Un cerbero en Hogwarts? ¡Aquí van a rodar cabezas! — exclamó Proudfoot, hirviendo de furia, mientras transformaba una piedra en una caja de música.

— Veamos que más esconde... — propuso Shacklebolt abriendo la trampilla en medio de la habitación.

— Empiezo a arrepentirme de levantarme esta mañana... — murmuró con descontento el veterano mirando a la trampilla por la que tendría que saltar.

— ¡No seas tan dramático! Seguro que solo encontramos una ginkana — intentó animarlo la bruja siendo la primera en saltar para cundir como ejemplo.

— Presiento que nos encontramos con algo mucho peor — adivinó el moreno antes de saltar al vacío.

Apenas una hora después, los tres aurores salieron por un nicho cerca de las cocinas.

— ¿Qué está tramando Dumbledore? Estas pruebas no están creadas para alumnos de nivel éxtasis — afirmó Kingsley, temblando de rabia contra el director.

— Vamos, debemos informar de esto cuanto antes — indicó Jones con su rostro más pálido de lo que había estado nunca en su vida.

Los tres aurores abandonaron el castillo, y tras caminar hasta Hogsmeade, se aparecieron en el vestíbulo del Ministerio, desde donde se dirigieron al despacho de su jefa, Amelia Bones.

Y dicha jefe los había escuchado en silencio mientras informaban de todo los desperfectos que se habían encontrado en Hogwarts.
Cuando terminaron la bruja estaba hirviendo de furia.
Los tres aurores, conociéndola muy bien, sabían que pronto rodarían unas cuantas cabezas.



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Gracias por leer...

¿Por qué no podemos ser amigos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora