3. La tienda de ingredientes

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<<Amo la violencia con la que tu sonrisa destruye mi rutina.>>

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El semigigante y el niño habían cruzado todo el Callejón Diagon para llegar a su destino, y aunque el ojiverde iba demasiado ensimismado en sus pensamientos como para notarlo, la extraña pareja había recibido muchas miradas.

La botica había sido la primera tienda que había llamado la atención del azabache cuando entraron al callejón mágico, incluso había sentido como si algo dentro de él lo empujase a entrar, pero Hagrid lo había dirigido a Gringgotts rápidamente sin dejarle tiempo a seguir sus instintos.

El guardián de las llaves había decidido esperarlo fuera con Hedwig, preocupado de que alguno de los dos causase algún estropicio en la tienda.
Harry estuvo de acuerdo con esa decisión ya que era la primera buena idea que tenía el adulto.
Hedwig había demostrado saber comportarse hasta ahora, pero Hagrid era... demasiado grande y descuidado, y demasiado perfecto para causar pequeños terremotos y estropicios a su paso.

No es que le gustara entrar solo en un sitio desconocido, pero era su mejor opción.
Por suerte, no había mucha gente en el interior de la tienda, lo que lo hizo sentirse más cómodo y menos asustado.

Paseó por los pasillos, oliendo ingredientes y curioseando por las estanterías, disfrutando de las texturas y olores. Tan entretenido estaba, que no notó como alguien seguía y observaba todos sus movimientos y expresiones.

Fue cuando estaba mirando unas piedras muy extrañas, que notó a alguien justo detrás de él. Tragó saliva temiendo lo peor, y lentamente, se dió la vuelta, intentando visualizar la puerta de salida, preparándose, desde ya, para huir en cualquier momento.

Un chico alto y atlético de piel oscura lo miraba con curiosidad. No parecía hostil ya que lucía una pequeña sonrisa y sus ojos grises parecían amables.

— ¿Puedo ayudarte? — preguntó el chico, señalando la lista en su mano.

— Yooo ... Te lo agradecería, si no es mucha molestia — respondió el ojiverde, atragantado se un poco con las palabras por los nervios. Era la primera vez que hablaba con un niño que no lo odiaba, y no sabía cómo debía actuar.

— No lo es. ¿Qué estás buscando? — se interesó el moreno, sonriéndole tranquilizadoramente.

— Esto — indicó Harry, extendiendo su lista de materiales al otro niño para que pudiera verla.

— Es asombrosamente parecido a esto — sonrió el ojigrís, sacando una pergamino del bolsillo de su pantalón y mostrándoselo al heredero Potter.

— ¿Irás a primero? ¡Pero pareces mucho mayor! — exclamó el ojiverde sin poder creerse que estuviera en el mismo curso que ese chico tan enorme y musculoso.

— Bueno, soy un poco alto... Y tú... Un poco pequeño — admitió con una sonrisa traviesa el moreno.

— Lo sé... — gimió sin poder evitarlo Harry, odiaba ser tan pequeño. Siempre había sido el más pequeño de su clase y parece que eso no cambiaría.

— Tampoco es como si fuera algo malo — intentó animarlo el otro niño, dándole un golpecito amistoso en el hombro.

— No sé... — se encogió de hombros el ojiverde, sin creerselo para nada.

— Blaise Zabini — se presentó de repente el moreno, notando que Harry se había puesto triste.

— Harry... Harry Potter — saludó el ojiverde, estrechando la mano que el ojigrís había extendido hacia él.

— Es un placer conocerte... ¿Puedo llamarte Harry? ¿O prefieres Potter? — preguntó Blaise, usando un tono de voz que hizo sentir muy cómodo y seguro al azabache.

— Prefiero Harry. ¿Y tú? ¿Blaise o Zabini? — fue el turno de preguntar para el heredero Potter, dejando atrás su tartamudeo al sentirse más tranquilo.

— Blaise. Zabini es solo para la gente que no me gusta — respondió el ojigrís, guiñándole un ojo con picardía y obteniendo una tímida sonrisa a cambio.

Tras las presentaciones, los dos niños pasearon por la tienda en silencio, ambos inmersos en sus pensamientos.
Blaise observaba al ojiverde de reojo, no era para nada como se lo había esperado.
Era un buen lector, aunque no llegara al nivel de comelibros de Theo, su mejor amigo, y aunque leía mayormente sobre Pociones o Herbología, había sido uno de los muchos niños magos que habían crecido leyendo las aventuras de Harry Potter.
Todavía guardaba esos libros en un lugar privilegiado de su estantería. Había conseguido reunir toda la colección completa de las aventuras del niño que vivió, siete tomos en los que Harry se enfrentaba a dragones, troles, hombres lobos...

Aunque ahora que lo pensaba... El niño ante él no parecía haberse enfrentado a ninguna de las aventuras que describían los libros, más bien parecía alguien tímido y asustado, además de ser demasiado pequeño para tener once años.
Recordó haber leído en el Profeta un anuncio de Dumbledore diciendo que el niño que vivió estaba siendo mimado y entrenado hasta su llegada a Hogwarts.

Mirando a dicho "niño que vivió", Blaise lo tuvo muy claro: el director mentía.
Harry Potter no había sido mimado en mucho tiempo, quizás desde que se quedó huérfano o quizás algunos años después. Tampoco parecía haber sido alimentado en los últimos meses, aunque viendo su tamaño, quizás tampoco había sido bien alimentado desde que sus padres dieron su vida por él.

Desde que el ojigrís podía recordar, su madre, Isabella Zabini, le contaba una historia cada noche sobre una madre que había dado su vida para salvar a su hijo, y como la magia la había recompensado salvando al niño y también a miles de magos y brujas.
Cuando fue lo suficientemente mayor para entender, su madre le contó la historia real de la noche en que Harry Potter se convirtió en el "niño que vivió", y como Lily Potter los había salvado a todos.

Blaise continuó observando con curiosidad al ojiverde mientras pensaba un plan para hacerse amigo de él, pese a que hasta antes de entrar en esa tienda sus intenciones fuesen mantenerse lo más alejado posible de un mimado como Malfoy.

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Y hasta aquí por hoy....

¿Por qué no podemos ser amigos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora