32. Yule

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<<No le cuentes cuentos a quien sabe de historias...>>


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Lady Zabini era una bruja muy concienzuda en todo lo que hacía, y por eso pensaba aprender todo lo posible sobre la Navidad muggle para lograr que Harry disfrutase realmente de ellas.

La bruja se sentó en el escritorio bajo la ventana, el cual tenía provisto de su propio pergamino y plumas ya que se sentaba allí muy a menudo.
Mojó la pluma en la tinta, y frunciendo el ceño con concentración, comenzó a escribir sobre el pergamino una carta para un viejo amigo de Hogwarts, Scott, él era mestizo y había crecido en el mundo muggle por lo que podría contarle los principales rituales de la Navidad enfocados hacia un niño.
Sabía que esa festividad estaba asociada a temas religiosos, pero no creía que eso fuese realmente importante para un niño de once años.

Cuando terminó de escribir, sopló sobre la tinta para secarla y dobló el pergamino.
Con voz suave pero firme llamó a su elfina Lisi, ella sería la encargada de entregar la carta ya que era mucho más rápido que enviarla por lechuza.

Scott le respondió al día siguiente diciéndole que lo principal para un niño era el árbol de Navidad y los regalos bajo él la mañana del 25 de Diciembre.
También le aconsejaba que decoraran el árbol todos juntos, en familia, ya que ese era un momento que los niños vivían con mucha ilusión.
Y por supuesto, la gran comilona la noche del 24 de diciembre. Según Scott no podía olvidar eso por nada del mundo.

Tras mostrarle la carta a Thadeus, los dos hicieron un cronograma para cada día, y no fue una tarea difícil ya que las tradiciones de Yule y Navidad eran totalmente compatibles.

La mañana del diecisiete de diciembre de diciembre saldrían al bosque a buscar muérdago para decorar la mansión.
El dieciocho de diciembre estaría destinado a la decoración exterior; es decir, colgar las figuras de maderas de animales alrededor de la mansión en honor a la cabra Yule.
El diecinueve de diciembre harían el ritual de las luces, apagando todas ellas y encendiéndolas después una a una.
La noche del veinte de diciembre estaba reservado para una vigilia esperando al sol.
Y por fin, el amanecer del día veintiuno, volverían al bosque, esta vez para escoger el tronco que quemarían como ofrenda.

El último día de Yule, el veintidós de Diciembre, el tronco que eligieron ardería durante doce horas y después esparcerían las cenizas por los campos para hacerlos más fértiles.

Y después de todo eso, empezaría la Navidad.

Una semana más tarde, Harry estaba ansioso esperando las celebraciones de Yule. Había leído mucho sobre ello, y sus amigos le habían explicado detalladamente las tradiciones que ellos mismos seguían y que harían en pocos días.

El ojiverde apenas durmió la noche antes de ir a recoger muérdago. Por la mañana, fue el primero en levantarse y estar listo para salir al bosque.
Isabella y Thadeus no pudieron evitar sonreír enternecidos cuando lo vieron saltar felizmente entre los árboles, recogiendo muérdago para después depositarlo en su cesta con mucha suavidad.

Los tres niños tallaron sus propias figuras de animales con ayuda de los adultos para poner en la puerta de la mansión junto al resto de figuras que habían pertenecido a las familias Nott y Zabini durante muchas generaciones.
Thadeus e Isabella les habían obligado a ponerse guantes de piel de dragón antes de siquiera darles los cuchillos. Ambos adultos estaban muy de acuerdo en evitar cualquier accidente.
Lord Nott tuvo que jurarle solemnemente al ojiverde que el dragón había muerto de manera natural antes de que su piel fuera usada para hacer esos guantes para conseguir que el heredero Potter aceptase ponérselos.

Unas horas después, los tres niños habían conseguido tallar sus figuras.
Theo había hecho un águila en honor a su casa.
Por su parte Blaise había elegido tallar un lobo, honrando sus raíces italianas.
La elección de Harry había sorprendido a todos. Ninguno hubiera esperado que escogiera un león después de renegar de Gryffindor.

Pero tanto los dos adultos como sus dos respectivos hijos lo comprendieron perfectamente cuando el ojiverde les dijo que lo hacía para agradecer la magia que había heredado de sus padres.
Esa magia le había dado la oportunidad de escapar de una vida horrible y solitaria. Gracias a su magia ahora tenía amigos y adultos que eran amables y se preocupaban por él.

El ritual de las luces le recordó a Harry a un árbol de Navidad con luces que se encienden y apagan.
Pero sus favoritos habían sido la noche de vigilia esperando al sol, dónde los adultos contaron a los niños muchas historias divertidas y emocionantes, y el ritual de escoger el tronco adecuado que luego quemaría como ofrenda.

El ojiverde permaneció las doce horas que duraba el ritual observando fijamente como su tronco ardía.
En su mente había una idea fija, era su vida anterior a Hogwarts la que estaba ardiendo y siendo destruida, y con ella toda la tristeza y el dolor que había sentido durante diez largos años.

Mientras la triste vida de Harry ardía, el niño nunca estuvo solo. Sus amigos lo flanquearon todo el tiempo mientras los adultos los miraban desde el sofá.
Apenas hablaron, y cuando lo hicieron fue en un tono bajo y respetuoso, disfrutando de la compañía que se hacían unos a otros.



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Gracias por leer...

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