15. Thadeus e Isabella

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<<El conocimiento es limitado, pero no hay límites para la imaginación>>

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Habló durante unos minutos con la hermosa dama, poniéndola al tanto de la situación.
Isabella prometió que en unos minutos estaría allí con Thadeus Nott.
Tan sólo diez minutos después, ambos atravesaron la chimenea sobresaltado a los tres niños que seguían abrazados.

— ¡Ciao piccolos! — saludó la italiana con tono alegre, saliendo de la chimenea.

— ¡Mamma! — gritó Blaise antes de correr hacia ella para abrazarla.

— Hola, papá — saludó Theo de manera más formal mientras éste caminaba hacia él.

— Me alegro de verte, hijo — le sonrió Thadeus apretando cariñosamente su hombro antes de dirigirse al otro niño en la habitación — Y tú debes ser Harry. Theo me ha hablado mucho de ti.

— Es un placer conocerlo, señor — murmuró el ojiverde con timidez, estrechando su mano.

— ¡Oh! ¡Eres un bambino tan adorable! — exclamó Isabella al ver las mejillas sonrosadas del azabache.

— Y-yo... E-es un placer co-conocerla, Lady Zabini — la saludó el pequeño Potter haciendo una torpe reverencia.

— ¡Oh! ¡Nada de eso! No existen las formalidades con la familia — desestimó la italiana, acercándose más a él para darle un apretado abrazo, que aunque al principio hizo sentirse incómodo al niño pronto se convirtió en una agradable sensación de sentirse querido.

— ¿Estáis contentos con vuestra nueva casa?— cuestionó Lord Nott mientras la bruja abrazaba también a Theo.

— ¡Sí! — respondieron los tres niños a la vez.

— Bien, espero que eso termine con las molestias que habéis sufrido — asintió Thadeus, mirando con gesto de advertencia al Jefe de Ravenclaw.

— Tenga eso muy claro, Lord Nott. Me encargaré de que nadie los vuelva a molestar — aseguró Filius con gesto fiero, él se encargaría personalmente de que esos tres chicos no volvieran a ser molestados.

— Bien. Son niños y no deberían verse envueltos en rivalidades sin sentido — declaró rotundamente el patriarca Nott, había estado muy preocupado después de leer las dos largas cartas que su hijo le había enviado en tan solo una semana.

— ¡Pobre del que se atreva a molestar a mis bambini! — siseó Lady Zabini con la fiereza protectora que la caracterizaba.

— No se preocupe, no dejaré que nadie lastime a Theo y Blaise — intentó tranquilizarla el ojiverde —Yo cuidaré de ellos.

— ¿Y quién te cuidará a ti, piccolo? — preguntó Isabella mirándolo con el corazón en el pecho por la ternura que desprendía el pequeño.

— ¡Yo! — gritaron al mismo tiempo Theo y Blaise.

— Bien, parece que los chicos tienen todo resuelto — rió divertido Thadeus al darse cuenta que esos tres se habían convertido en siameses.

— Eso parece. Ahora deberían ir a sus camas — sonrió el Jefe de Ravenclaw viendo como los tres niños bostezaban ruidosamente.

— Sí, parece que lo necesiten con urgencia — estuvo de acuerdo Lord Nott al ver los bostezos exagerados y notar las ojeras bajo sus ojos.

— Nos veremos pronto, amores — se despidió Isabella repartiendo abrazos para todos.

— ¿Os gustaría celebrar juntos Yule?— preguntó Thadeus mientras también se despedía de los niños.

— ¡¡Sí!! — jalearon Blaise y Theo.

— ¿Y tú, Harry, no dices nada? — interrogó el patriarca Nott al darse cuenta de que el ojiverde había permanecido en silencio.

— ¿Yo? — se sorprendió el pequeño Potter sintiéndose muy confuso. ¿De verdad lo estaba invitando a su casa?

— ¿Te gustaría venir a casa en vacaciones? — lo invitó directamente Thadeus al ver el estado de confusión del niño.

— Y-yoo... ¡Sí! ¡Muchas gracias, señor!— asintió eufóricamente, Harry, moviendo su cabeza arriba y abajo.

— No tienes que darlas. Las puertas de mi casa estarán abiertas para ti siempre que lo necesites — habló con voz temblorosa el padre de Theo, se sentía terriblemente emocionado al ver la alegría y el agradecimiento del niño.

— G-gracias... — agradeció de nuevo el ojiverde con lágrimas en sus ojos.

Tras despedirse de Lord Nott y Lady Zabini, Filius llevó a los tres niños a la Torre de Ravenclaw, ya era hora de que los chicos conocieran su nueva casa durante los próximos siete años.

Tras responder a un acertijo, el profesor y los tres primeros pudieron ingresar en el nido de las águilas.
Los niños se sintieron muy emocionados al ver que toda la casa azul y bronce los estaban esperando para darles la bienvenida.

— ¡Por fin! ¡Pensábamos que no vendríais nunca! — fueron algunas de las frases con las que fueron recibidos en su sala común.

— ¡Profesor! ¡Ha aparecido una nueva habitación! — informó Roger Davis mientras señalaba una puerta, justo al lado del dormitorio de primer año, que había aparecido tan solo una hora atrás.

— Bien — asintió , antes de darse la vuelta para mirar a los tres primeros — ¿Estáis listos para conocer vuestro dormitorio?

— ¡Sí! — asintieron Theo y Blaise sonrientes.

— ¿Estaremos juntos? — preguntó preocupado Harry.

— Así es. ¿Vamos? — los guío Filius hasta el que sería su dormitorio.

El profesor Flitwick abrió la puerta que había aparecido justo al lado del otro dormitorio de primero en cuanto los tres niños habían sido sorteados y se hizo a un lado para que los niños pudiesen entrar.
La habitación era espaciosa y luminosa, pese a que en ese momento ya era de noche y no se podía apreciar.
A un lado de la pared, estaban las tres camas, y justo enfrente había tres escritorios con varios estantes para colocar sus libros.
Sus baúles estaban al pié de sus camas. Harry sonrió al ver que su cama era la del medio, así podría estar en medio de sus dos mejores amigos.

— ¡Es perfecto! — exclamó emocionado Blaise.

— ¿Te gusta, Harry? — preguntó Theo mirando al ojiverde con curiosidad.

— Es la habitación más genial e increíble que he visto en mi vida — declaró con solemnidad el pequeño Potter, mirando a su alrededor con gesto maravillado.

— Me alegra que os guste, pequeños. Parece que Hogwarts está contenta con vuestra elección de casa y os da la bienvenida —

— ¡Hogwarts es realmente genial! — declaró con fervor el pequeño ojiverde, mostrando en su rostro agradecimiento.

— Lo es, pequeño — sonrió enternecido el profesor Flitwick — Ahora... ¡A dormir!

— Buenas noches, profesor.

— Buenas noches, polluelos.


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Gracias por leer...

¿Por qué no podemos ser amigos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora