59. Aprendiendo a ser padre

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A principios de Julio, Harry comenzó a aparecer cada mañana, a la hora del desayuno, con unas horribles y marcadas ojeras. Los adultos lo miraron preocupados e impotentes durante cuatro días, queriendo darle al ojiverde la libertad de acudir a cualquiera de los tres con sus preocupaciones.

Al quinto día, Severus no aguantó más cuando vio el rostro pálido y ojeroso de su hijo una mañana más.
En cuanto el niño se acercó a él, tiró de su brazo y lo sentó en su regazo.

— Necesitas un desayuno energético y nutritivo — habló el pocionista con tono firme, pero abrazándolo con suavidad.

— De acuerdo... — susurró sin ganas de discutir el ojiverde, recostándose contra su pecho.

Tras el desayuno, el pocionista le dijo a Harry que necesitaba su ayuda para preparar una poción. Esas simples palabras consiguieron animar un poco al niño, pero no lo suficiente en opinión de su padre.

Padre e hijo se despidieron del resto de la familia y se encaminaron al laboratorio. Una vez alli, Severus llevó al niño hasta una de las mesas y tras darle algunos ingredientes para cortar, fue a encender el caldero.

Harry empezó a cortar ingredientes de manera metódica, y aunque su rosro tuviera un gesto de apatía, su trabajo era meticuloso e impecable.

Treinta minutos después, todos los ingredientes estaban en el caldero y la poción hervía a fuego lento, y así debería seguir haciéndolo durante la próxima hora. Severus decidió aprovechar ese tiempo para hablar con Harry sobre lo que le estaba pasando.

— Buen trabajo, hijo, has sido de gran ayuda — felicitó el slytherin revolviéndole el cabello con cariño — Ahora debemos esperar una hora mientras la poción hierve.

— De acuerdo — asintió con un poco más de entusiasmo el niño — ¿Qué haremos después?

— Revolver nueve veces en sentido contrario a las agujas de reloj, entonces la poción se volverá de un tono turquesa oscuro — informó el slytherin mirándolo por el rabillo del ojo, y sonriendo cuando vio al menor listo para discutir.

— ¿Turquesa? ¿No debería ser verde?— cuestionó Harry, revisando el viejo libro de pociones con el ceño fruncido por la concentración.

— Así es — asintió el ojinegro con una sonrisa orgullosa — Y para lograrlo debemos esperar cinco minutos y luego revolver nueve veces en sentido de las agujas del reloj.

— ¡Oh! — murmuró el ojiverde mientras escribía furiosamente en su diario de pociones.

— ¿Qué te parece si hablamos un poco mientras esperamos? — propuso el pelilargo, usando un tono de voz casual para no levantar las sospechas del menor.

— ¿De qué quieres hablar? — interrogó con sospecha el pequeño cuervo, empezando a darse cuenta que esto era una encerrona de su padre.

— De esas ojeras y qué las están provocando — respondió con gesto serio el pocionista, yendo directamente al grano como siempre.

— Estoy bien — aseguró rápidamente el ojiverde, cerrándose en banda para frustración de su padre.

— No, no lo estás — negó con firmeza Severus — No sé si puedo ayudarte, pero haré lo imposible para hacerlo.

¿Por qué no podemos ser amigos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora