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— ¿Y... Bajarás la música o...?

— Oh sobre eso... No.
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Delia daba vueltas por el piso viendo si toda la decoración, que había colocado el día anterior, quedaba bien donde la había puesto.

— Cada vez se parece más a un hogar —murmuró para ella misma, viendo como todo había quedado perfecto.

Fue ayer cuando llegó a ese apartamento, y se tiró todo el día subiendo las cajas, que es donde tenía sus cosas, para comenzar a colocar todo en su sitio, como sus marcos de fotos, o la cesta donde estaban todos los juguetes de sus mascotas. También tuvo que hacer una compra ya que no tenía nada de comida.

Su mirada acabó en la entrada donde vio la camilla reclinable que utilizaba para su trabajo, recordando que tenía que llamar a Carlos. Sin tardar mucho marcó su número y esperó a su respuesta, que fue al segundo pitido.

— ¡Delia! ¡Que alegría escucharte! —la alegría del chico se podía notar desde lejos haciendo sonreír a la joven.

— ¿Qué hay Carlos? ¿Cómo vas por tu ajetreada vida? —se dejó caer en el sofá de espaldas quedándose tumbada.

— Pues muy agobiado la verdad, nos acaba de llegar los papeles de la adopción, y dice que en cualquier momento nos pueden hacer una inspección —un ligero toque de miedo notable atacó al hombre—. Tú sabes que yo soy un desastre con las cosas del hogar —murmuró en lo bajo.

— Carlos no te preocupes por eso, la persona que os mande sabrá nada más veros que sois los candidatos perfectos para adoptar a un bebé —intentó relajar a su amigo.

— Si... Lo sé... Bueno dejando ese tema de lado, ¿ya conseguiste una casa? —Delia notó varios ruido de fondo en la llamada.

— Si si, está un poco a las afuera, pero está bastante bien —sonrió de manera inconsciente—. Podrías pasarte cuando quieras a verlo.

— Claro, eso ni lo dudes cari. Otra cosa que tenía que comentarte, el estudio está cerrado por reformas —Delia se irguió lo más rápido que podía quedándose sentada con una expresión de miedo y sorpresa.

Pensamientos intrusivos como que haría ahora sin trabajo, o como pagaría el alquiler, atacaron a su cabeza provocando una gran ansiedad, haciendo que comenzase a morder su uña sin llegar a partirla.

Falling Fast  |  Matías Recalt Donde viven las historias. Descúbrelo ahora