Matías vio la hora en su móvil, viendo que era el momento perfecto para su pequeña venganza. Cogió una olla pequeña y un utensilio de cocina de madera, subió las escaleras en silencio, avisando desde antes a las mascotas de Delia que se mantuviera en la planta de abajo.
Una vez arriba, Matías vio como la chica dormía plácidamente hecha un ovillo, pero eso no fue un motivo para no hacer lo que iba a hacer.
Tres... Dos... Uno... Contó mentalmente. Empezó a dar golpes fuertes a la olla con el palo de madera haciendo un ruido que hasta a él le estaba molestando.
Delia se levantó sobresaltada, arrepintiendose al segundo debido al fuerte dolor de cabeza que le dio.
— Para para para —dijo tapando sus oidos—. ¿Qué haces? —preguntó de mal humor después de dejar de escuchar el ruido.
— Devolverte lo que me hiciste en tu casa, y por lo de anoche —Delia estaba súper dormida y con un fuerte dolor de cabeza, por lo que le miró confundida—. Levantate, hay que hacer cosas —el chico abandonó la habitación.
Delia rodó los ojos para dejarse caer en la cama, rodó en ella escondiendo su cara en una de las almohadas, tapándose con la sabana, esperando coger el sueño por lo menos unos diez minutos.
Que bien huele esto. Delia escondió más la cara en la almohada que había cogido. Y cuando pensaba que iba a poder dormirse de nuevo, pues no.
No todo dura para siempre. Matías volvió a subir y al ver que la chica se estaba volviendo a dormir, cogió las sábanas y tiró de ellas para dejar a la chica al descubierto. Ella soltó un quejido cogiendo la almohada que estaba usando para taparse la cabeza entera.
— ¡Ya! Levantate —le dio un golpe en el pie, haciendo que esta lo encogiese—. Y dejá mi almohada.
— Déjame, quiero dormir —casi ni se podía entender por seguir con la almohada en la cara.
— Tenemos comida con mis viejos —eso pareció ser suficiente para que chica se levantase de la cama, mareandose muy rápido.
Delia agarró su cabeza con una mueca de dolor—. ¿Cómo que comida con tus padres?
