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— Si yo gano, en la última atracción que nos montemos será la noria.

— Si yo gano, mañana me invitas a desayunar a la cafetería que yo te llevé, tu favorita.
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Delia se removió un poco en la cama, notando como algo recorría su espalda desnuda. Una leve risa salió de ella por las cosquillas que le hacía.

— ¿Qué tal dormiste linda? —Matías dejaba una línea de besos desde su espalda baja hasta su hombro, dejando uno último en su mejilla.

Delia dejó escapar un suspiro de placer con los ojos cerrados—. Muy bien, me quedaría así para siempre —murmuró, debido a la cómoda cama y cómoda posición.

— Pues debés de despertar —ella soltó un quejido como negación—. Mirá lo que preparé —Delia medio dormida giró su rostro para ver a sus espaldas y una bandeja repleta de comida se encontraba sobre la cama—. Feliz cumpleaños bonita —Matías dejó un beso sobre los labios de la chica, haciendo que ella sonríese.

— ¿Y esto? —preguntó mientras se daba la vuelta agarrando la sabana para que no mostrase su desnudez.

— Una parte de tu cumpleaños —le dijo con obviedad.

La chica hizo como que pensaba—. Creí que lo de anoche también era parte del cumpleaños —le dijo con burla.

— Claro que lo era —Matías sonrió recordando la bonita y fuerte noche que tuvieron, que se podía notar en las diferentes marcas que se podían ver en sus cuerpos.

Ambos comenzaron a desayunar en la cama, comiendo diferentes cosas y dándole al otro pequeños bocados de su propia comida. Y todo esto era interrumpido por cortos y apasionados besos, que hacían que el desayuno tardase de más.

— Tenés que levantarte y ducharte, porque hoy vamos a salir —le avisó el chico mientras recogía la bandeja para llevarla a la cocina.

—¿Tenemos que salir? ¿No nos podemos quedar acá? —se quejó la chica con un pequeño puchero en sus labios.

— Nop —dijo con simpleza, haciendo que Delia se dejase caer a la cama rodando los ojos, pero con una sonrisa bien grande por todo lo que sentía.

La chica se levantó e hizo todo lo necesario para poder vestirse después. Cuando ya acabó ambos pudieron salir de la cabaña, no sin antes despedirse de Batman y Robin, que se encontraban tirados en el sofá.

Falling Fast  |  Matías Recalt Donde viven las historias. Descúbrelo ahora