¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
_______________________________________
— Buenos días amor mío, ¿cómo ha dormido mi príncipe?
— ¿Qué fue eso?
— Puede que se me haya caído esto _______________________________________
La cena acabó hace un buen rato, pero ambas parejas seguían hablando mientras bebían. La típica charla que va después de cualquier comida.
Delia ya se sentía cansada, al igual que Matías, ambos estaban despierto desde muy temprano por diferentes motivos, pero Mariela y Daniel eran todo lo contrario, parecía que cuanto más tarde se hacía, más energía tenían, y además estaban bebiendo alcohol por lo que más energía agarraban.
Llegó un punto en el que la conversación era que Mariela y Daniel hablaran sin parar, y la otra pareja estaban en silencio solo escuchando, o eso era lo que intentaban hacer parecer, porque Delia estaba intentando que no se les cerrase los ojos y Matías miraba el reloj a cada rato.
Parecía que los más mayores eran ellos dos, que los que se iban a casar.
— Bueno, creo que ya es hora de irnos —Daniel fue el que habló, haciendo reaccionar a Delia y a Matías, que se recompusieron en su silla.
— La verdad que si, porque se os nota re cansados —Mariela terminó su bebida—. ¿Os ayudamos a recoger la mesa?
— No no, no hace falta, ya la recojo mañana —Delia le restó importancia. No quería ser maleducada o mala, pero quería que se acabase todo para irse a dormir.
Mariela y Daniel se levantaron de la silla, y este último casi se cae al tropezarse con su propio pie, haciendo reaccionar casi al instante a Matías que lo agarró.
— Estoy bien, estoy bien —suspiró con una sonrisa—. El alcohol a veces me hace perder el equilibrio.
— Ai Daniel, ¿cómo vas a conducir así? —Mariela comenzó a regañarlo.
— No pasa nada —la tranquilizó. Matías veía a su padre sin fiarse de sus palabras.
— Mamá será mejor que vos llevés el carro —Matías cogió las llaves del coche para dárselas a su madre.
— ¿Yo? Pero si sabés que yo ese carro no lo entiendo —miró las llaves. Delia seguía sentada viendo el panorama familiar—. No puedo —volvió a entregar las llaves a su hijo.
