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- ¿Eso significa que me vas a ayudar?

- Vale, te ayudaré... Pero... Quiero a cambio un árbol para gatos y dos dispensadores de comida para mascotas automáticos.
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Delia se dejó caer en la pared del ascensor cansada, apretó el botón y cerró sus ojos mientras la máquina subía hasta su piso.

Había tenido que salir para ir a comprar materiales que le faltaban para seguir tatuando, también compró otra libreta y nuevos lápices, ya que solía hacer primero los bocetos en ella para después pasarlos a digital con su tablet, y ya de paso también visitó a Carlos, conociendo por primera vez a su pareja, Marcus.

Ambos sólo se habían visto por fotos o videollamada, bueno, y la otra vez en la fiesta cuando recogió a su pareja. Era bastante agradable, y a diferencia de Carlos, el chico era más tranquilo y reservado. Carlos en cambio era más enérgico y le contaba toda su vida a cualquier persona que encontrase.

Carlos y Delia hacían una pareja perfecta de amigos, eran los típicos que se iban a desayunar juntos o a tomar un café para cotillear de las cosas. Básicamente eran unas marujas de setenta años, pero en cuerpos de veinteañeros.

Abrió sus ojos cuando escuchó el timbre de que las puertas se estaban abriendo. Salió de su trance para dirigirse a su apartamento. Quería tirarse a la cama nada más llegar.

Pero ella no sabía que eso no lo iba a poder hacer.

- Hola mi niño bonito -saludó a su canino dejando la bolsa que traía en el suelo-. ¿Cómo has pasado la tarde? ¿Y Batman?

Cuando acariciaba a su querido perro una voz resonó por el piso haciendo que se llevase un gran susto.

- ¡Cariño, ya has vuelto! -Delia miraba con confusión a su vecino.

¿Cariño? ¿Qué mierda hace en mi casa?. Fue lo que pensó mientras se levantaba de acariciar a Robin.

Falling Fast  |  Matías Recalt Donde viven las historias. Descúbrelo ahora