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— Delia, ¿qué...

— Me gusta Matías.
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Delia corría sin parar, notaba como los músculos de las piernas se le tensaban, notaba como empezaba a faltarle el aire, y como un dolor se le empezó a formar en el estómago, pero aun así no dejó de correr.

Quería tener su mente ocupaba, no paraba de darle vueltas a lo que ocurrió en la noche de ayer en la fiesta, el beso con Matías fue lo mejor que le podía ocurrir, pero aún así no lo sintió correcto, y no sabía el porqué y eso la estaba matando, tanto que incluso tuvo que salir a correr con lo que lo odiaba.

Delia frenó en seco al ver que le empezaba a faltar la respiración más que antes, teniendo que toser. No podía dormir, daba vueltas en la cama, por lo que se levantó y se puso a hacer diferentes cosas por los nervios que tenía, limpió el salón, sacó a sus mascotas, desayunó, pasó la escoba, fregó el suelo, y apenas llegaban a ser las diez de la mañana, por eso en una desesperación de no saber que hacer, salió a correr. Pero ahora se estaba arrepintiendo.

Su cabeza seguía dándole vuelta al beso, pero no solo a eso, sino a como se sintió con el acto y a como se sintió con el chico. Después de ese beso todo se había vuelto incómodo, cuando llegaron con los chicos estos se burlaron de ellos porque Matías tenía rastros de pintalabios, y de la chica porque el pintalabios lo tenía corrido.

A ambos les costaba mirarse después de eso, y si lo hacían apartaban la mirada lo más rápido que podían sonrojandose. Eran lo que ambos estaban esperando, entonces ¿por qué se sentían así? Matías no quería poner incómoda a la chica, y Delia sabía que le gustaba Matías, pero no estaba segura de que él sienta lo mismo. Ambos tenían la cabeza hecha un lío, en la que solo lo podían resolver hablando ellos dos juntos, pero les costaba dar el primer paso siempre.

Delia sin pensarlo volvió a echar a correr pero en dirección a las cabañas. Tenía que hablarlo, necesitaba a alguien que le ayudase a resolver todo, necesitaba a alguien que le echase un balde de agua fría para aclarar todo definitivamente. Cuando llegó a su destino no esperó a empezar a tocar a la puerta de manera insistente, rezando internamente para que le abriese la persona que quería.

— Delia, ¿qué... —la chica no le dejó hablar cuando ella también lo hizo.

— Me gusta Matías —soltó de golpe, dejando confundido al chico.

Falling Fast  |  Matías Recalt Donde viven las historias. Descúbrelo ahora