Capítulo 28

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POV Sara

Puede parecer que sea un sinsentido que me pusiera tan mal al descubrir lo de los 300 días, pero me dolió y mucho. Después de salir de casa de Alexia me fui a mi casa y me encontré a Noa desayunando.

- ¿Qué te ha pasado? – dijo preocupada cuando me vio entrar llorando por la puerta.

No dije nada porque me volví a derrumbar. Noa me llevó a mi habitación para que pudiera descansar y llorar en paz. Se quedó conmigo un rato.

- Creo que Alexia ha hecho un trato con la junta a mis espaldas sobre mi trabajo – ella se sorprendió – Les ha propuesto que si redebuta en menos de 300 días que me devuelven el trabajo.

- Y ¿Qué tiene eso de malo?

- Sabía que me estaba ocultando algo – ella levantó su mirada y me abrazó fuerte – en algunos momentos llegué a pensar que me estaba siendo infiel.

- Tranquila... - dijo intentando calmarme.

- Sabes que tengo problemas de confianza y que se me hace difícil confiar en la gente. Con ella me dejé llevar y me he pegado contra una pared. Andreu ha controlado toda mi vida y por una vez podía controlar algo por mí misma. Podía ser la persona que quería y tener al lado a una persona que no me ocultara nada. O eso creía. Al parecer solo me junto con personas que no dejan que controle mi vida. Y eso de los 300 días es una locura, pero como piensa redebutar en menos tiempo, es prácticamente imposible.

- Voy a matar a Putellas...

- Tú no vas a hacer nada – dije sorprendiéndola – ella no sabe que lo sé... Y no quiero que lo sepa por ahora.

- Pero Sara... - me negué a escucharla – ella tiene que saber que lo estás pasando mal.

- Ella no tiene que saber nada.

- Vale... - se levantó – yo me voy a trabajar.

- Ni se te ocurra acercarte a Alexia.

- No prometo nada.

- Noa, ni se te ocurra.

Se fue a trabajar dejándome sola en casa. Sabía perfectamente que Noa hablaría con Alexia. Le escribí a Jordi para decirle que hoy no estaba bien y que no iría a trabajar. Esa tarde tenía sesión con Ale, pero lo último que quería es juntarme con ella. Estuve horas llorando, no me lo creía. Por la tarde me dormí, hasta que escuché el timbre sonar. Lo dejé estar, ya que estaba muy cansada para abrir. La persona que estaba por detrás de la puerta no dejaba de darle al maldito timbre y también empezó a gritar. Me di cuenta de que era Alexia la que estaba gritando mi nombre. ¿Qué hacía ahí? En ese momento no tenía muchas ganas de hablar con ella, pero decidí abrirle la puerta para saber qué quería.

Le abrí la puerta y se me quedo mirando. Tenía cara de preocupación. Le dejé la puerta abierta y fui a la cocina para limpiarme un poco la cara. Ella se sentó en el sofá.

- ¿Qué quieres?

- Sara, lo siento... En ningún momento fue mi intención hacerte daño...

- Entonces, ¿por qué lo hiciste? – la corté.

- Porque te quiero.

No dije nada, me quedé callada ante su mirada. Lo único que quería hacer en ese momento era llorar.

- Sara, lo único que quería es que recuperaras tu trabajo

- ¿Y no me ves capaz de conseguirlo por mí misma?

- Claro que sí...

- Entonces, ¿por qué lo hiciste?

- Porque te quiero y quería que continuaras trabajando conmigo – yo aparté mi cara – No entiendo por qué estás actuando así.

- ¿Ah, no? – me levanté – Alexia, toda mi vida he estado bajo el control de alguien y tú lo sabes bien. No he podido tomar ninguna decisión en mi vida y eso me mataba. Nunca me he sentido libre. Estaba bajo el control de mi padre a pesar de que estuviera a miles de kilómetros de distancia y todo porque nadie me daba la atención que necesitaba. Y, por una vez que he podido decidir sobre mi vida, aparece esta propuesta que yo desconocía y que implica claramente mi trabajo.

- Pero yo lo hice para que no perdieras tu trabajo...

- PERO ERA MI TRABAJO, MI DECISIÓN NO LA TUYA – se puso seria – Sabía que empezar una relación contigo tendría riesgo, pero me enamoré de ti y no podía dejarte ir. Nos pillaron y me despidieron. Podría haberlo evitado, pero te elegí a ti. Te elegí por encima de todo y me lo devuelves ocultándome chanchullos que has hecho con los de la junta – ella no decía nada, miraba hacia abajo avergonzada – Sabes perfectamente que tengo inseguridades por todo lo que me ha pasado, pero te la jugaste y me ocultaste cosas. Yo lo único que quería es tener a alguien a mi lado que me quisiera y que fuese sincera conmigo en todo. Por un momento llegué a pensar que me eras infiel.

- ¡CÓMO SE TE PUEDE OCURRIR ALGO ASÍ! Sara, yo no soy así, solo quería ayudar – levantó su cabeza.

- No necesito tu ayuda.

- Todos necesitamos la ayuda de alguien, me lo dijiste tú.

- Yo no... Ya soy mayorcita para ocuparme de mis problemas...

- Puedes dejar de comportarte como una niñata – dijo levantándose y acercándose a mí – Has pasado mucho y sé que te he hecho daño, pero no digas que no necesitas ayuda porque las dos sabemos que no es verdad.

- ¿Niñata? ¿Yo? – dije intentando alejarme de ella, pero no me dejó – lo dice la que al lesionarse tampoco quería ayuda. Tú no me quieres ayudar. Eres una egocéntrica.

- Ah, ¿que ahora soy yo la mala?

- Al lesionarte no pensaste en ningún momento en las personas de tu alrededor – se le pusieron los ojos cristalinos – eres una egocéntrica porque lo único que te preocupaba era tu puto rendimiento sin importante el daño que creaste en las personas de tu alrededor.

- No fue mi intención y lo sabes. Las personas que están heridas hieren.

- Sé que estabas rota, pero eso no quita lo que eres – me acerqué a su cara hasta quedarme a centímetros de su cara – una puta egocéntrica.

- No me hables así. No tienes derecho, tú no puedes avanzar porque estas todo el puto rato anclada en el pasado.

- Eres una engreída.

- Y tu una narcisista.

Nos quedamos a pocos milímetros. Me abalancé hacia delante juntando nuestros labios. Fue un beso bruto, estábamos enfadadas, pero nunca teníamos tantas ganas de sentirnos cerca. La agarré del cuello para que no se pudiera separar de mí y ella me agarró de la cintura. Agarró mis muslos para levantarme. Yo crucé mis piernas en su cintura.

- Eres una mentirosa.

- Y tu una histriónica.

Metió sus manos por debajo de mi camiseta para poder arañar mi espalda con sus uñas y lo único que pude hacer fue volver a juntar nuestros labios. Se fue directa a mi habitación. A pesar de lo enfadada que estaba con ella, nunca tuve tanta necesidad de sentirla, de sentir su piel contra la mía. 

Te lo voy a volver a preguntar...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora