Capítulo 27

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POV Alexia

Me desperté feliz. Había sido una de las mejores noches de mi vida. Le había dicho a Sara que sería la ganadora del balón de oro de este año. Este logro me hacía muy feliz, ya que aunque no fuera jugando lograría sentirme un poco como futbolista. Últimamente, no estoy pasando mi mejor momento. Es verdad que las sesiones con Sara van muy bien, pero echo de menos el futbol. Pero para jugar contra bestias, tengo que ser una bestia y ese es mi objetivo en los próximos meses: convertirme en una bestia y lograr llegar a mi máximo nivel otra vez.

Levanté la cabeza para poder ver a Sara, pero no la encontré.

- ¿Sara? – grité, pero nadie me contestó.

Nunca se había ido antes sin avisarme. No pude evitar preocuparme y le escribí para preguntarle donde estaba. Ella no me contestó. La llamé unas cuantas veces, pero no me cogía. En unas cuantas horas la iba a ver, así que no insistí. Al de pocos minutos me entró una llamada de alguien.

- ¿Sara?

- Oh... Qué mona – dijo Alba al ver que la confundí con tono coqueto – casi, pero no.

- ¿Qué quieres Alba?

- ¿Qué tal la noche de ayer? – dijo curiosa – Nala se ha portado muy bien.

- La noche de ayer bien... ¿Cuándo me la traes?

- Con qué mal humor te has despertado, dios santo... ¿No os acostasteis?

- Muy gracioso... ¿Me puedes traer a mi perra?

- Te la llevo ahora, pero no te cabrees conmigo. Yo no te he hecho nada.

- Gracias Alba – la colgué. No tenía ganas de hablar con nadie, la verdad.

En la tarde, tenía sesión de recuperación en las instalaciones. Hoy, después de varios meses, volvería a correr. Al llegar, lo primero que hice fue buscarla. Normalmente, solía estar en el campo observando el entrenamiento, pero ese día no estaba. Eso me asustó. Le pregunté a Jordi donde estaba y me respondió que no sabía, pero que esa tarde él se encargaría de mi sesión. ¿Cómo podía ser eso posible? Sara era mi fisio personal y nunca se saltaba una de nuestras sesiones. ¿Por qué ahora? Estuve algunos minutos intentando contactar con ella, pero no lo logré. De repente noté como una persona se acercaba a mí y me agarraba el hombro.

-Pero ¡¿Cómo te atreves?! – dijo Noa al acercarse a mi muy enfadada – No sabes lo que has hecho escondiéndolo.

- ¿De qué estás hablando? – dije sin entender nada - ¿Qué he escondido?

- Creo que se te olvido contarle que habías propuesto a la junta que le devolverían el trabajo si conseguía que redebutaras en 300 días.

- No lo hice con mala intención...

- ¿Entonces por qué la tengo en casa llorando? – no me lo podía creer – Ahora mismo te pegaría, pero no quiero que me despidan.

- No se lo conté para que no se sintiera presionada, pero en ningún momento lo hice con mala intención – ella rodó los ojos – yo la quiero y lo último que es hacerla sufrir.

- Pues es justamente lo que has hecho ocultándoselo – se acercó a mí al mirar que se me estaban cayendo lágrimas – Alexia, sé que lo has hecho con buena fe, pero estamos hablando de Sara. Ha pasado mucho, es una persona muy insegura consigo misma y con los demás. Contigo logró sentirse a salvo, pero al descubrir esto piensa que le has ocultado otras muchas cosas.

- Yo no le quería hacer daño, solo la quería ayudar...

- Hemos estado controladas por nuestro padre toda nuestra vida, sobre todo ella. La obligó a jugar al futbol, a estudiar fisioterapia... nunca ha tenido el control de su vida hasta hace poco. Ella contigo se sentía libre. Podía hacer lo que quisiera, cuando quisiera y nadie la juzgaba. Pero al descubrir que hablabas de ella a sus espaldas... Esa inseguridad ha vuelto a aparecer. Sé que tú la quieres, pero le has hecho daño.

- Lo voy a arreglar.

- Pues hazlo ya, no puedo verla así ni una hora más.

No me lo podía creer. ¿Quién le había dicho a Sara lo de los 300 días? Sabía que se enfadaría, pero no pensaba que se pusiera así. No dude y cogí el coche para ir a su casa. Aparqué el coche y le toqué el timbre. Nadie contestaba. Empecé a gritar para que me abriera, pero nadie me abrió. Después de algunos minutos gritando abrió la puerta. Estaba hecha un desastre. Tenía los ojos muy rojos de tanto llorar. Me dejó entrar y se fue a la cocina dejándome sola. Me senté en el sofá.

- ¿Qué quieres? – me dijo con un tono frío al sentarse en la otra punta del sofá.

- Sara, lo siento... En ningún momento fue mi intención hacerte daño...

- Entonces, ¿por qué lo hiciste? – me cortó.

- Porque te quiero.

Te lo voy a volver a preguntar...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora