Capítulo 6

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POV Sara

Después de guardar las cosas me cambié a mi ropa de calle y cogí la moto para ir a casa de la rubia. Cada minuto que pasaba me hacía dudar aún más sobre si había tomado la decisión correcta al aceptar su propuesta. Pero ya era tarde para echarme atrás. En 10 minutos llegué, mi cuerpo temblaba mucho, nunca había estado tan nerviosa. No sabía cómo iba a reaccionar al estar a solas con ella. En la ciudad deportiva, ya habíamos pasado algunas horas solas, pero no era lo mismo. Toqué el timbre y al de segundo escuché la voz de Alexia que me decía que subiera.

-Hola – me dijo al verme delante de su puerta – pasa siéntete como en casa.

Su casa estaba llena de muebles modernos. Era pequeña, pero adorable y acogedora. Me senté en el sofá mientras observaba con detalle todos los cuadros que tenía en la sala y, obviamente, me quedé mirando el preciado balón de oro.

- Por la tele parece que es una belleza de premio – dijo ella al darse cuenta de que estaba mirando el balón – y lo es, pero lo que la gente no sabe es que pesa una barbaridad. No sé cómo no se me cayó cuando me lo entregaron – las dos empezamos a reírnos – pero no lo suelo poner a la vista.

- ¿A no?

- No. Suele estar en casa de mi madre. No me gusta enseñarlo.

- Pues a mi me parece que lo deberías de hacer – dije segura – con el premio a la vista seguro que impresionas a la gente.

- ¿A ti te impresiona? – dijo con un tono juguetón. Yo me quedé callada y me puse nerviosa haciendo que se me enrojecieran las mejillas.

- Es muy bonita tu casa, muy acogedora – dije cambiando de tema.

- Gracias – me miro sonriente - ¿quieres algo para beber mientras esperamos a que venga la comida? ¿Una cerveza, vino?...

- El vino está bien, gracias.

Me empecé a sentir cada vez más cómoda y la sensación rara que me creaba el estar cerca de ella se fue poco a poco. Hace mucho tiempo que no me sentía así y no estaba segura si me gustaba o no.

- Aquí tienes – dijo dándome una copa y sentándose al otro lado del sofá – he pedido sushi, espero que no te moleste que no te lo haya consultado contigo.

- Tranquila, adoro el sushi.

- Pues ya somos dos – nos salió una sonrisa a las dos, pero no pude mantener la mirada por lo nerviosa que estaba. Al estar con ella no estaba incómoda, pero los nervios hacían que mi cuerpo temblara más de lo normal.

- Oye, ¿estás bien?

- Tranquila, solamente estoy nerviosa. Hace mucho tiempo que no hago... esto... - no sabía cómo describirlo, pero ella asintió.

- Te entiendo, pero no debes de estar nerviosa, solo te quiero conocer mejor, nada más – volví a conectar la mirada con ella, pero tuvimos que apartarnos, ya que sonó el timbre con nuestra comida.

- Voy a por la comida y ahora vuelvo, ¿vale? – yo asentí.

No pasaron ni dos minutos cuando volvió con la comida.

- Y cuéntame, ¿Por qué eres fisio?

- Uf, empezamos fuerte... – dije suspirando – la verdad es que es muy complicada la explicación – ella me miró sorprendida.

- ¿Cómo puede ser eso posible?

- Yo no fui la que tomó la decisión de que estudiar – paré de hablar porque sabía que si seguía por ahí terminaría mal la conversación.

- Oye – me dijo ella tocando mi mano haciendo que la mirara – no tienes que contarme algo que no quieres.

Su piel era suave como una nube, no quería que quitara su mano de ahí. Sabía que podía confiar plenamente en ella. Que pasara lo que pasara o que contara lo que contara ella siempre me apoyaría. Sentí que podía abrir mi corazón y hablar libremente. Después de muchos años no sería juzgada por nadie. Me dio la fuerza que me faltaba para hablar.

- ¿Sabes qué? – dije al final llamando su atención – yo, hace años, jugaba al futbol. Nunca he sido una persona de hacer deportes, pero mi padre me apuntó al club de mi pueblo y empecé a jugar – ella se quedó sorprendida ante mi comentario – él siempre ha sido un hombre ocupado, sobre todo desde que le dieron su lugar en la junta. Cuando apenas tenía 10 años se vino a Barcelona dejándonos a mi hermana y a mí con mi tía. Pero a pesar de su ausencia, me seguía sintiendo "obligada" a la hora de jugar.

- Siento preguntarte esto, pero ¿y tu madre? – cuando me lo preguntó mi cara cambio a una más seria.

- Mi madre murió en mi parto – al oír eso noté cómo lamento haber hecho esa pregunta y se acercó para darme un abrazo. Era justo lo que necesitaba en ese momento.

- Lo siento mucho, si lo hubiera sabido no lo habría preguntado...

- Alexia... No te disculpes, no lo sabías – ella me miró con cara de pena y bajó la cabeza.

- Sé perfectamente lo que sientes – la mire sorprendida – mi padre también murió hace unos cuantos años. Sé que ya no está, pero siempre estará presente en mí, al igual que tu madre en ti – nos abrazamos para poder sentir aún más ese momento. Al separarnos, decidí continuar la historia.

- Mi tía y mi hermana fueron las que tuvieron que cuidarme durante esos años; Noa era la que me llevaba a los entrenamientos, a los partidos... Por eso me siento en deuda con ella. Pero lo peor vino cuando cumplí los 17. Yo estaba jugando en el filial del Athletic y habían decidido subirme al primer equipo para que debutara en primera. Yo estaba muy ilusionada, nunca me había gustado jugar hasta ese momento. Desde pequeña lo vi como una obligación más que una afición, pero cuando jugaba con el B quería que llegara cada finde semana para poder disputar los partidos y marcar goles. Por desgracia, me pasó lo peor que me podía pasar... - Alexia al ver que me volví a parar me volvió a acercar la mano – ...me rompí el ligamento cruzado anterior justo antes de debutar en primera.

Me quedé cabizbaja, no quería ver su cara al saber qué pase por una de las lesiones más complicadas para una deportista. Ella, al ver que miraba al suelo, decidió levantarme de la barbilla con su mano. En ese momento se me iluminaron los ojos.

- Mi lesión no fue bien, tuve muchas recaídas. Al final tomé la decisión de dejar el futbol e intentar no saber nada más sobre este deporte. Estudie fisioterapia especializado en el deporte no solo porque me obligaron a hacerlo, sino también para poder ayudar a gente que podía estar en mí misma situación. Por eso muchas veces al ver a Jana, Bruna o Cata empatizo con ellas porque sé perfectamente por lo que están pasando... – terminé medio llorando. Alexia me cogió la cara al ver que la intentaba esconder.

- Siento mucho lo que tuviste que pasar: lo de tu madre, tu padre, la lesión... Me habría gustado mucho estar contigo en ese momento para ayudarte y apoyarte – en ese momento un sentimiento que nunca sentí empezó a revolotear por todo mi cuerpo. En mi vida nadie me hizo sentir así.

Te lo voy a volver a preguntar...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora