Capítulo 18

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Ilda había notado algo extraño en el comportamiento de Lucía desde que volvió de la reunión a la que fue con Alfonso. Su sobrina era muy conversadora y ponía su musica favorita mientras estaba en la cocina a pesar de las constantes negativas de su tía si embargo hoy estaba callada y distraída picando las verduras para la cena en completo silencio.

I:-Hija, cómo te fue en el yate? todo bien?

En ese momento sus orejas se tiñeron de rojo por vergüenza de recordar lo que había pasado y por preocupación de ser descubierta.

L:-Bastante bien la verdad. no fue tan difícil como creímos.

Alfonso le había contado de la fiesta de Felipe y que llevaría a Lucia para que lo atendiera en el yate y lo asistiera en el momento que lo necesitara durante el viaje.

I:-El joven Castelo estaba entusiasmado, supongo que por el señor Noguera que es su mejor amigo y se ha comprometido. Que bonito sería que el joven Castelo también se enamorara como un bobo, me imagino que sería muy romántico. Si con su personal es tan generoso con su futura esposa sería realmente detallista. No lo crees?

Lucía escuchaba lo que su tía le decía y cada palabra la hacía sentir incómoda. El estómago le daba retorcijones, el pecho le apretaba y sus manos empezaban a temblar. Era el doloroso llamado a la realidad. Alfonso no era su amigo. Era su jefe. Alfonso no podía ser su novio, tomarla de la mano en público, besarla cuando lo deseara. Era el heredero de una familia poderosa y vivía en un mundo diferente al de ella, un compromiso o un matrimonio jamás ocurriría entre ellos. Sus ojos se llenaron de pequeñas lágrimas que peleaban por escapar pero ella con esfuerzo las contenía. La realidad la golpeaba tan duro que le dolía.

L:-Estoy segura que así sería.

I:- Estas bien hija?

L:-La verdad creo que el viaje en el yate si me ha dejado un poco mareada. La cabeza me duele un poco tía.

I:-Oh mi pequeña. Hoy será el ultimo día no te preocupes ya mañana volverás a casa. Toma una pastilla y te vas a descansar, yo terminare de hacer la cena, ya no falta nada.

L:-Gracias. Iré a caminar un poco para relajarme y luego volveré a recostarme te parece?

I:-Claro pequeña. El joven esta descansando así que no creo que te necesite por ahora. Ve que yo lo atiendo.

L:-Gracias.

Antes de salir de la cocina Lucía beso la frente de su tía con ternura y con pesar por haberle mentido. Tomó una botella de agua de la nevera y salió por la puerta trasera que conduce hacia el otro lado de la casa. Caminó en silencio y a grandes pasos hacia su lugar secreto en la playa y al llegar fue corriendo a la orilla. Cayó de rodillas frente al mar y con todas la pena que sentía dentro empezó a gritar y derramar las lágrimas que con valor había contenido. Cubrió su rostro con ambas manos que rápidamente se humedecieron con las gotas de agua que no dejaban de caer de sus ojos. Trató de lavarse el rostro con agua del mar y con la botella helada cubría a toques sus ojos hinchados para intentar apaciguarlos. Se sentía tan culpable por haber sido tan tonta de creer que podía ser amiga de Alfonso. Los maravillosos días que había pasado con él en la Isla se desvanecían en sus recuerdos. Caminar a su lado por la orilla del mar. Reirse mientras comían dulces bombones frente a una fogata. Escucharlo hablar de sus libros favoritos. Verlo correr eufóricamente hacia el mar cuando acepto ir con el a la fiesta de su mejor amigo. Sus labios. Sus manos. Su cuerpo. Sus dulces palabras. Nada de eso le pertenecía. Nada de eso sería real el día de mañana.

Cuando la noche porfÍn había llegado y las estrellas comenzaban a revelarse en el inmenso cielo. Lucía se puso de pie y se limpio la ropa. Se lavó el rostro, se ató nuevamente el cabello y suspiró mientras cerraba los ojos. Había dejado salir su enojo, su tristeza y su arrepentimiento. Mañana volvería a casa y continuaría su vida como habÍa planeado antes de llegar a esa isla y conocer al heredero  de la familia Castelo.

A:-Aquí estabas.

La voz que tenía miedo de escuchar la sorprendió. Dio la vuelta para ver a Alfonso acercarse con sus lentes puestos y su cuaderno en la mano. Sus manos calmadas volvieron a sudar. No podía contener las ganas de huir y esconderse.

A:-Ilda me dijo que estabas descansando. ¿Te hizo daño el paseo en yate? o ¿El trago que bebiste?

Se acercó al punto en que sus pies chocaban entre si. Tomó su rostro con su cálida mano y le sonreía con ternura y picardía.

A:-Estás helada. ¿Quieres un abrazo?

L:-No creo que sea apropiado joven Castelo.

Lucía aparto la mano de Alfonso y retrocedió un poco. Él se quedó congelado por su reacción y sonrío pensando que tal ves estaba bromeando con él e intentó nuevamente tomarla de la mano pero ella retrocedió aún más.

A:-¿Qué sucede Lucía? Cometí un error?

L:-No joven. Fui yo la que cometí el error. Disculpe por mi atrevimiento de venir a su lugar de descanso creía que ya se encontraba durmiendo en su habitación.

A:-¿Atrevimiento? jaja ¿estás bromeando verdad? ¿qué sucede?

L:-No joven .

A:-Basta con lo de joven. Llámame Alfonso como siempre y dime que esta pasando. ¿Porqué te portas asi?

Alfonso arrugó la frente se quito los lentes y dejo caer su cuaderno a la arena. Cruzó los brazos y se paró frente a ella mirándola directamente a los ojos buscando una respuesta su comportamiento. Ella sostenía la botella vacía de agua con sus dos manos como si esta le diera fuerza que necesitaba para mantenerse de pie frente a él.

El heredero de la familia CasteloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora