Capítulo 59

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Alfonso contemplaba el rostro de Lucía grabando en su memoria cada parte de ella, la acarició con mucho cuidado , dibujando sus cejas, su nariz, sus pómulos llegando a sus labios. El recuerdo del primer beso que tuvo con ella estaba fresco como si hubiera pasado hace tan solo unas horas. Si la besaba ahora no se sentía capaz de poder detenerse, deseaba tomarla en sus brazos desde hace tanto tiempo que su paciencia estaba en un límite peligroso.

A:- Sabes Lucía ...

Sin embargo ella no le dio tiempo de pronunciar una palabra más. La cama era tan pequeña que el espacio entre ellos era casi nulo y aprovechándose de ese hecho Lucía lo besó. Un beso corto pero sublime fue suficiente para romper la última barrera que había entre los dos. Ambos ardían de pasión el uno por el otro y era inevitable querer expresarlo.

A diferencia de los besos que compartieron en sus veintes donde la curiosidad y la efervescencia propia de la edad se adueñaron del momento, ahora estaban inmersos en la delicadeza del rose de sus labios, la exploración de sus bocas, la búsqueda por saber que sensación produce cada parte que saborean el uno del otro sumergiéndolos en un universo inexplorado y cautivador.

Había pequeñas pausas casi imperceptibles para retomar el aliento mientras las nerviosas caricias poco a poco piden permiso para abrirse paso a través de sus cuerpos cubiertos por la gran cantidad de ropa que el invierno les obligaba a usar y que ahora sentían que los sofocaba hasta hacerlos arder.

L:- Alfonso... Espera..

A:- Si si, lo siento..

Los dos se detuvieron con dificultad y se fundieron en un fuerte abrazo intentando calmarse. Ninguno quería alejarse del otro pero no era el lugar apropiado para dejarse llevar.

L:- Voy a volver a mi habitación. Nos vemos mañana.

A:- Claro. Espero que no llueva mucho para poder salir a caminar un rato.

L:- Hasta mañana.

A:-Dulces sueños Lucía.

Lucía salió de la habitación rápidamente y Alfonso aún ruborizado se levantó de la cama con prisa para meterse directamente a la ducha, calmarse y alistarse para una larga pero dulce noche. 

A la mañana siguiente después de tomar desayuno juntos, dieron un paseo por la construcción del colegio y luego de almorzar salieron a caminar hasta llegar a la orilla de un rio que cruzaba una enorme extensión de tierra de cultivo. Se sentaron sobre una gran roca desde donde se podía ver las imponentes montañas que tocaban el claro cielo.

A:- Se que te dije que aún nos falta mucho por hablar y que debíamos encontrar el momento adecuado para hacerlo más adelante pero ayer mientras intentaba quedarme dormido me di cuenta que he esperado tanto tiempo para estar contigo  y que ya no quiero hacerlo más. 

Mientras el viento soplaba suavemente y hacía bailar los pocos cabellos sobresalen de la capucha beige que lleva puesta Lucía, Alfonso se paró frente a ella.

A:- Lucía, siempre me lamenté por no ser una persona común y corriente, he estado harto de fingir felicidad y sofocado por el constante escrutinio de la sociedad. En una lucha constante por encontrar el lugar al que quiero pertenecer sin darme cuenta que lo único que debía hacer era aceptar quien soy en realidad. Soy Alfonso Ruben Castelo Hermosa, hijo y heredero de un multimillonario empresario y eso nunca cambiará. 

Parecía haber resignación en los ojos de Alfonso pero también una chispa de resistencia a ser encasillado solamente como el heredero de la familia Castelo. La tomó de las manos y poniéndose de cuclillas continuó.

A:- Pero también soy Alfonso, un hombre de 26 años a quien le encanta releer recostado en la playa, en completo silencio, un diario viejo escrito por su abuelo. Alguien que  ha descubierto la pasión por la cocina y que puede construir un colegio no solo donando dinero, si no también ensuciándose las manos. Me he roto en mil pedazos pero estoy reconstruyéndome con lo mejor de mi, se que aún me falta un largo camino  por recorrer pero puedo decir que al fin empiezo a aceptarme, con mis ventajas y con las falencias que me hacen ser quien soy ahora.

Apretó fuertemente las manos de Lucía.

A:-  No puedo hacer que mis padres cambien su forma de ser, está fuera de mi alcance pero si puedo ponerles limites y por sobre todo darte el lugar que te mereces. Jamás podría pedirte que aceptes y sonrías por todo lo que dirá la prensa de nosotros así como tampoco puedo asegurarte que dejarán de meterse en nuestras vidas. Tengo la completa certeza de que te amo y lo que menos quiero es volver a lastimarte. Por eso debo preguntarte. Sabiendo todo esto Lucía, ¿aceptarías tomarme de la mano para conocer esta nueva versión de mi? No como tu jefe, no como tu amigo, si no como tu pareja?

Lucía lo miraba pensativa mientras él , aún de cuclillas, parecía estar dispuesto a esperar por su respuesta el tiempo que ella necesitara.

L:- No puedo prometer que no me sentiré agobiada por la excesiva atención que tienes del mundo. Ni tampoco que no seré lastimada por lo que escriba o diga de mi la gente a tu alrededor. Pero no voy a huir de nuevo, no volveré a culparte para poder esconder mis propios miedos. 

Liberó sus manos del agarre de Alfonso, le acarició suavemente el rostro y sonrió para intentar calmar la clara ansiedad que veía en sus ojos.

L:- Quiero caminar a tu lado a donde sea que vayas. Quiero recostarme a tu lado en la playa, en silencio o a carcajadas, quiero enseñarte a preparar la lasagna que cocinaba mi mamá, quiero aplaudir tus éxitos y abrazar tus tristezas. Quiero entender quién eres y quiero enseñarte quien soy. Soy Lucía Pardo Arrieta, una arquitecta de 26 años que trabaja muy duro a diario por ver realizado sus sueños y proyectos y estoy completamente enamorada de ti Alfonso Castelo, hijo de un multimillonario empresario que también es un maravilloso hombre de corazón cálido y sonrisa amable. Y sí, estoy dispuesta a tomar tu mano, mi amor.

Alfonso no podía contener la felicidad. La inmensa sonrisa que salía desde el fondo de su corazón brillaba intensamente. Los ojos verdes de Lucía lo miraban y en ellos no solo se reflejaba claramente el amor que sentía por él si no la esperanza que le daba de encontrar ese amor del que le escribió su abuelo. Finalmente Lucía había dejado de ser una sombra que se escapa en cada sueño, ahora, poco a poco su viva imagen hacía a un lado el miedo y la soledad que Alfonso sentía cada vez que pensaba en ella.

Ambos se pusieron de pie y se perdieron en un tierno beso que sellaba el momento en el que se reclamaron como suyos en ese campo donde no había nadie mas que ellos con un calmado río y grandes montañas que tocaban el inmenso cielo como testigos de su sueño de amor que por fin se convertía en realidad.

El heredero de la familia CasteloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora