Capítulo 31

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La Isla Aurora había sido su refugio más preciado durante veinte años. Desde que pisó la arena por primera vez una sensación de libertad y paz se acumulaban en su pecho. Conocerla en ese lugar, compartir con ella esas tranquilas caminatas o el silencio que hacía pausas agradables entre las risas o las bromas despertaron en Alfonso una calidez que no había logrado sentir nunca. Empezó a cuestionarse si lo que estaba pasando era el hecho de encontrar una amiga fuera de ese mundo tan extenuante en el que vivía o por primera vez se deslizaba ese latido en el corazón que no habían podido conseguir otras chicas. ¿Qué es lo que le había llamado la atención de ella? ¿Qué tiene Lucía que no poseen las demás? ¿Por qué en tan solo unos días sentía que ella era la razón para seguir amaneciendo con una sonrisa?

F:- Creo que lo mejor para dejar de pensar en el pasado es centrándote en tu compromiso con Alondra.

A:- Felipe no me casaré con Alondra, eso debe quedar claro.

F:- Y qué quieres hacer con Lucía? Nuevamente te recuerdo que está ahí abajo con su prometido que además es tu amigo.

A:- No lo sé.

F: Por favor Alfonso ya no somos unos niños, tienes la suficiente edad para saber qué es lo que quieres.

A: - No es fácil Felipe.

F:- En este caso si lo es Alfonso, reaccionar de esa forma a pesar de volver a verla después de seis años aduciendo que tu no sabes lo que sientes por ella no te lo creo, si no pasara nada ni importancia le hubieras dado y estoy completamente seguro que Alondra y Marco también se han dado cuenta, te conocemos años Castelo es imposible que nos engañes.

A:- ...

F:- Mira, con Alondra no tendrías que fingir nada. Te conoce tan bien como nosotros y te acepta tal y como eres, entiendes? no hay que mentir cerca de ella o tener miedo de que encuentren algo que los haga sentir incómodos...

A: - Ese compromiso fue un plan orquestado por mi padre, es un terrible error. Alondra es para mi como una hermana, una amiga tan querida como ustedes, yo no la veo como mi esposa. 

F:- ¿Y a Lucía si?

A:- Felipe como tú mismo dices yo a ella no la conozco nada. Hoy escuchando a Francisco decir tantas cosas de su familia, el tiempo que ha compartido con ellos, lo que le gusta lo que no, me di cuenta que no la conozco de nada. No se si en algún momento mientras estuvo aquí en la isla fue sincera hablándome de sí misma o simplemente lo hizo siguiendo las órdenes de su jefe.  Cuando nuestra última conversación sucedió prácticamente fue una despedida y lo intente dejar ahí. Fui directamente al internado y luego me dediqué totalmente a mi trabajo, tú lo sabes bien. Pero al verla frente a mi una vez más todo lo que pasó aquí volvió a mi cabeza y me movió cada órgano del cuerpo y cuando la vi pisar otra vez esta isla siendo una Lucia totalmente diferente a la que conocí años atrás ahora tomada de la mano de un amigo que aprecio, todo colapsó.

F:- Estás diciendo que te sentiste miserable porque lo eligió a él y no a ti?

A:- Tal vez si.

F:- Que infantil.

A:- No intentes juzgar lo que siento Felipe.

F:- No te juzgo Alfonso, se supone que somos mejores amigos, nos conocemos en todos los aspectos de nuestras vidas y lo que nos caracteriza es la sinceridad con la que podemos hablarnos. Así que te digo las cosas como yo las siento y creo que estas actuando como un total engreído. Eso de que dejaste de pensar en ella ni tú mismo te lo crees, el tema aquí es que tu siempre asumiste que ella tampoco había dejado de pensar en ti, y cuando te diste cuenta que no es así tu orgullo herido estalló.

A:-Tal vez tienes razón.

F:- Mira Alfonso, piensa bien las cosas porque mientras te encierras en tu burbuja lastimas a Alondra y ella no se merece ser tratada de esa manera solo por tu inmadurez.

Un balde de agua fría parecía haberlo despertado. El alcohol que estuvo bebiendo toda la tarde desapareció de golpe. Su mejor amigo lo tenía contra las cuerdas y no había nada que pudiera contestarle para defenderse. Alfonso Castelo siempre creyó que era una persona sensata y que los rumores que corrían sobre él acerca de huir y esconderse en una Isla eran simplemente habladurías que la gente esparcía para intentar humillar a su padre. Sin embargo Felipe le acababa de demostrar que todo eso era cierto. Alfonso no hacía más que huir y era un cobarde lleno de miedo de enfrentar los problemas tan cotidianos de la vida.

Recostado en su cama recordó las palabras de Virginia acerca de alargar tanto tiempo el término de su compromiso. ¿Porqué no había podido decirle a Alondra formalmente que no se casaría con ella?. Durante todo este tiempo le repitió una y otra vez a su padre que no lo haría, pero hasta el día de hoy jamás se ha sentado a conversar con ella seriamente. Huyendo nuevamente de la confrontación dejando de ocultarse en una paradisiaca Isla para refugiarse en un puesto en lo alto de una gran empresa. 

De pronto se dio cuenta del miedo terrible que tenía de lastimarla pero que el daño ya estaba hecho, no quería verla rota en pedazos pero era inevitable. A pesar de todos los argumentos de Felipe sobre lo ideal que sería su relación no elegiría una vida con ella porque sería aún más cruel hacerlo sin amarla como ella se merece y ya la había herido demasiado.

El heredero de la familia CasteloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora