Capítulo 8

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Colgar la llamada de su padre por primera vez sin dejarlo hablar, sin dejarlo amenazar, sin dejarlo insultar mas de la cuenta, había sido uno de los deseos secretos desde hace mucho tiempo. Tener ese valor no era sencillo porque las consecuencias podrían ser complicadas pero ahora no quería ni imaginarlo, se sentía libre y ahora solo quería disfrutar de el placer que le producía volver a su lugar favorito del mundo.

Habiendo desempacado y descansado muy bien decidió salir a caminar por la playa, escuchar el mar, caminar sintiendo la arena bajo sus pies, refrescarse con la brisa que extrañó tanto en su encierro. Vivir en el internado con varios chicos como él, con tanto dinero y posibilidades había logrado que entendiera como algunos de ellos, como Francisco, disfrutaban su vida al menos un porcentaje mas que él y que después de todo lo que él se negaba a aceptar si había muchas cosas ventajosas que podía aprovechar.

Lo más frustrante de su vida era tener que obedecer ciegamente las órdenes de su padre. Ser usado como una pieza de ajedrez para que consiguiera una nueva inversión, una amistad que lo favorezca o simplemente codearse con alguien importante. Al ser un niño y luego un adolescente era muy complicado negarse pues siempre había obedecido sin dudar. Pero hoy ya era un hombre y sentía menos miedo.

Comprendió, gracias a su convivencia con otros chicos en su misma situación que nadie podía obligarlo a hacer ciertas cosas y que tenia la posibilidad de al menos salirse con la suya de vez en cuando. Pero también ha comprendido que tiene un rol que cumplir en su familia y que huir no es la solución a sus problemas.

Mientras estaba inmerso en sus pensamiento y reflexiones escuchó a alguien reír. Era bastante tarde. Casi la medianoche y el personal debería estar en sus habitaciones, a parte de ellos y los de seguridad, él era el único que estaba en la Isla y le pareció extraño oír risas en medio de la nada. Cuando estuvo mas cerca de la orilla notó que había dos personas sentadas alrededor de una pequeña fogata que casi se consumía y decidió acercarse con cautela.

I:-Oh por Dios joven.

Ilda era una de ellas.

I:-Joven no sabía que aún estaba despierto, ¿necesita algo?

A:-No, no te preocupes. Salí a caminar un poco, no pensé encontrarme contigo a estas horas de la noche pensé que ya....

No pudo ni terminar la oración, la otra persona que estaba sentada con Ilda era la muchacha que había salvado de ahogarse hace dos años. La chica que aún invadía su mente con su tenue voz. Ella que descargaba su ira frente al mar que tanto amaba. Ahí estaba, frente a él nuevamente y su corazón la reconoció de inmediato. Sus latidos se aceleraron y gracias a la oscuridad de la noche no podría notar sus orejas enrojecidas y el rubor de su rostro.

L:-Joven Alfonso, buenas noches, ha pasado un tiempo.

No sabía que decir. Debía preguntar que hacia ahí si le dijeron que no la volvería a ver. Quería preguntar como había estado. Quería saber si le gustaron las fresas que le regaló hace dos años pero lo único que pudo hacer fue saludarla.

A:-Hola Lucía.

Una sonrisa se dibujo en el rostro de Lucía ya que, al parecer, ella también estaba feliz de verlo aunque todo el personal le sonreía quería creer que la sonrisa de ella era sincera. Un instante de silencio es una eternidad cuando el corazón hace demasiado ruido y su corazón en ese momento parecía una banda completa.

N:-Nosotras nos vamos a descansar joven, lo dejamos pasear en paz.

Cuando Ilda apagó la pequeña fogata Lucía se puso de pie, inclinó un poco su cabeza y comenzó a seguir a su tía en silencio. Alfonso sentía un nudo en la garganta, su respiración era rápida, sus manos sudaban y en su cabeza intentaba encontrar la forma de hacer que se quedara un poco más.

A:-Uhmm ... espera Lucía.

Las dos mujeres voltearon al escucharlo.

L:-¿Si?

A:-¿Puedes traerme una linterna? Ya está muy oscuro y no quisiera tropezar con nada.

L:-Por supuesto, ahora la traigo joven.

¿Una linterna?. Era lo mejor que se le ocurrió. A pesar de ser un pedido estúpido, Alfonso sonreía lleno de felicidad. Cuando las vio bastante lejos cayó sentado al lado la fogata que ya se extinguía, se tomó el rostro con las manos y comenzó a reirse. Luego se tiró de espaldas a la arena para mirar el cielo lleno de estrellas, por un instante pensó que acababa de despertar de un sueño, que la estaba imaginando como tantas otras veces y cerró los ojos.

L:-hum hum ... aquí esta la linterna joven.

A:-Gracias.

L:-Bueno, que tenga buena noche.

A:-Espera... ¿quieres hacerme compañía un momento?

A pesar de la oscuridad podía notar en su rostro su sorpresa. Ella solo asintió con la cabeza y se quedó parada mirando el mar. Mientras él alumbraba con la linterna la orilla.

A:-¿Quieres caminar por la orilla?

L:-Si usted desea, lo acompaño.

Ella caminaba detrás de él casi a medio metro de distancia. Demasiado lejos. Él la quería cerca pero sabía que eso era inapropiado. Tanto para él como para ella.

L:-Auch...

A:-¿Estás bien?

Al parecer Lucía había pisado alguna de las piedrecitas que iban y venían con las olas del mar, esa fue la oportunidad perfecta para acercarse sin culpa ni vergüenza.

El heredero de la familia CasteloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora